viernes, 29 de marzo de 2024
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En las últimas etapas de su vida, el ser humano se hace "testigo del amor": Mons. Zimowski

Roma (Viernes, 09-03-2012, Gaudium Press) En las situaciones de mayor fragilidad, cerca del final de su vida, el ser humano adquiere la misión de «ser testigo del amor», afirmó el presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud (PCPS), Mons. Zygmunt Zimowski, en una conferencia dictada en el Auditorio de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica del Sagrado Corazón, en Roma.

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Mons. Zimowski, en visita a enfermos

Este testimonio de amor, de altísima importancia, incluye para el arzobispo «respetar la vida, reafirmando su valor no negociable desde su inicio hasta su fin natural, amar y aceptar la vulnerabilidad y testificar la cercanía, la empatía, la piedad». Esta interpretación cristiana del final de la vida contrasta radicalmente con la propuesta de la cultura secularizada, radicalmente empeñada en huir del sufrimiento.

Para Mons. Zimowski, el sufrimiento humano va más allá del simple dolor físico, realidad que compartimos con los animales, y «afecta todo el cuerpo e implica todas las dimensiones de la persona, va más allá de la mera apariencia física y llega a lo psicológico y lo espiritual». Cuando se tiene una perspectiva integral del sufrimiento, puede comenzar a entenderse su sentido: «La fragilidad humana es una invitación a abrirse a horizontes más altos, a superarse a sí mismo», afirmó el arzobispo.

«La condición de fragilidad no disminuye sino que aumenta el valor precioso y único de la vida humana», advirtió el presidente del Pontificio Consejo, en una clara referencia a los intentos por justificar los atentados contra la vida como un alivio del sufrimiento. Al contrario, la vulnerabilidad «hace que sea aún más fuerte y más urgente la necesidad de tener cuidado en todas las circunstancias y contextos, particularmente en situaciones de enfermedad grave e incurable.»

Por este motivo, el prelado invitó a los profesionales de la salud a convertirse en «custodios y servidores de la vida humana», conscientes de la delicada relación de confianza de un ser humano «necesitado, porque se encuentra enfermo, y se confía» a la consciencia del agente de la salud, «pidiendo no sólo pericia profesional sino, cada vez más, una participación personal en la propia condición». La práctica médica trasciende, por tanto, la dimensión física del tratamiento y exige un manejo responsable acorde a todas las dimensiones de la naturaleza humana.

Mons Zimowski concluyó recordando las palabras de Benedicto XVI en la encíclica Spe Salvi: «La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre»

 

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