viernes, 29 de marzo de 2024
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Arzobispo emérito de Hong Kong pide que China libere a obispos católicos

Hong Kong (Viernes, 25-09-2009, Gaudium Press) En un mensaje por los 60 años de fundación de la República Popular China, el obispo emérito de Hong Kong, cardenal Joseph Zen, exhortó al presidente chino, Hu Jintao, a liberar a todos los católicos aún mantenidos en prisiones del país, informó la agencia AsiaNews.

En su mensaje publicado ayer en el site de la diócesis de Hong Kong, el cardenal afirma: «Después de 60 años de la fundación de la República Popular China, el tiempo pasó para que sus líderes tuviesen coraje y corrigiesen errores pasados liberando a los líderes religiosos que fueron privados de su libertad, desde Su Zhimin (obispo de Baoding), capturado décadas atrás, hasta Mons. Jia Zhi Guo (obispo de Zhengding), detenido en marzo último. Este es el momento para que nuestros líderes desciendan de sus altos puestos e incluyan directamente a nuestros obispos en un diálogo, porque son éstos los verdaderos jefes de la Iglesia».

Para el prelado, el gobierno de Pekín debería «sentarse a la mesa de negociaciones con la Santa Sede y, con sinceridad, encontrar caminos que sean mutuamente aceptables para consultas y para vivir en armonía».

En su mensaje, el cardenal Zen citó algunas palabras del presidente Hu Jintao en ese sentido. Hablando delante de la Conferencia Consultiva Política del Comité Nacional del Pueblo Chino (CPPCC), el pasado día 20, Hu Jintao dijo que la institución había sido designada para «hacer progresar la democracia, fortalecer la solidaridad y solucionar contradicciones». Eso, dijo el prelado, «es lo que las personas esperan del Estado».

«No podría dejar de aplaudir cuando oí al presidente decir que la CPPCC debería promover el desarrollo armonioso de las ‘relaciones con religiones’ y con ‘compatriotas tanto en casa como en el exterior’. Para el cardenal Zen, cuando Hu Jintao habla de «relaciones con las religiones», él está refiriéndose a lo que Benedicto XVI también desea, cuando dice: «Espero que los fieles en China puedan vivir en paz su vida de fe y contribuir (al desarrollo) de su tierra».

El prelado concluye diciendo que el programa de Hu Jintao es un «desafío sin precedentes… pero también una gran oportunidad».

 

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