jueves, 18 de abril de 2024
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Venerable Princesa y monja Carmelita – II Parte

Redacción (Miércoles, 09-08-2017, Gaudium Press) La madre Teresa de San Agustín, (1737-1787) la princesa de Francia del Ancien Régime que se hizo Carmelita descalza y moría envenenada por jansenistas y galicanos «católicos» franceses, enquistados en la Santa Iglesia de Nuestro señor Jesucristo, se inmoló para que su amada nación no cayera en manos de la impiedad y el terror revolucionario del liberalismo de aquel entonces. Sin embargo, a pesar de todo, Francia cayó dos años después de la muerte de la monja-princesa en el pantanal sangriento de masacres, decapitaciones, persecuciones a la Iglesia, robos, saqueos y expropiaciones entre las marciales notas del «La Marsellesa» y las descargas de fusiles suministrados veladamente por Inglaterra y Alemania protestantes.

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Luis XV visita a su hija menor

Luisa de Francia

El asunto en cuestión es que cualquiera podría desanimarse analizando esta triste realidad. Cualquiera, pero no el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira que aquella noche del 22 de diciembre del 1966, en reunión víspera de la fiesta o conmemoración de la hoy venerable, supo dar una interpretación de profunda raigambre católica, apostólica, romana para sus discípulos esperando una explicación.

¿Fue inútil la inmolación de Louise?

Con la revolución de 1789 Francia resbalaba inevitablemente y a toda prisa hacia el abismo sin fondo de la primera escandalosa apostasía formal de la cristiandad. La Primogénita de la Iglesia Católica, la dulce Francia de la Chanson de Roland, el Ancien Régime, la rectora de la moda, las costumbres refinadas, el trato aristocrático, los aromáticos quesos y vinos más finos del mundo, los palacios del Loira, la cocina más delicada, los minuetos, el idioma más musical y atrayente, iba rumbo a convertirse en una nación atea, formalmente igualitaria, regida por gente sin educación, burda, sucia y sin ningún encanto cultural. Una luz se apagaría para siempre a fin de abrirle paso a la infestación prosaica de lo proletario y vulgar. Sin embargo los acontecimientos no evolucionaron exactamente hasta allá y algo detuvo y desvió el vertiginoso apocalipsis en que Rosbespierre, Dantón, Marat, y toda la satánica camarilla de logias y clubes sin moral, quería sumir la bella nación.

Una reacción inesperada comenzó a propósito de la llamada Constitución Civil del Clero -la infame propuesta hecha por abades, sacerdotes y obispos de corte galicano y jansenista que eran diputados en la Convención Nacional. Para sorpresa de esos apóstatas, la gran mayoría del clero no juró la Constitución anticatólica y se lanzó en la clandestinidad comenzando a ser perseguidos y martirizados, lo que retrajo el apoyo de muchos ciudadanos a la nueva forma de gobierno que quería imponerse. En apartadas regiones del país surgieron reacciones campesinas contra-revolucionarias que se fueron a la guerra civil (2) y aunque no triunfaron, su ejemplo y valiente testimonio hizo renacer el deseo de volver a la monarquía con el llamado Ultramontanismo (1) católico del siglo XIX pero que tampoco alcanzó sus objetivos. ¿Se podría entonces atribuir todas estas reacciones al sacrifico de la noble monja a pesar de que no triunfaron?

Aún más significativo es registrar que casi 200 años después de esos acontecimientos, un grupo de católicos en el lejano Brasil se reúne a escuchar de labios de un brillante profesor de historia, el relato profético de la maravillosa epopeya en silencio de aquella monja. Y ciertamente se seguirá hablando mientras este mundo fuere mundo, porque si todavía esta ella en proceso de canonización, será de esperar una intervención milagrosa de sus oraciones celestiales en cualquier momento de la historia contemporánea, para impulsar el triunfo del Inmaculado Corazón de María como fue prometido en Fátima en 1917.

Por Antonio Borda

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(1) La Vandée.
(2) El movimiento católico, intelectual y político de los Ultramontanos surgió en Francia y España en la primera década del siglo XIX con académicos brillantísimos como Joseph de Maistre, Louis Veillot, el español Donoso Cortés y otros que les fueron receptivos en otras naciones católicas inclusive en latinoamérica.

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