viernes, 29 de marzo de 2024
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Reflejo del amor

Redacción (Viernes, 10-11-2017, Gaudium Press) Santo Tomás de Aquino -«el más sabio de los santos y el más santo de los sabios»- alude a este hecho varias veces en su conocida Suma Teológica calificando de «vestigios» que Dios Creador dejó en la creación. (1)

Mons. João Clá, Fundador de los Heraldos del Evangelio, aborda este tema aplicándolo especialmente al amor de Dios por cada uno de nosotros. Utiliza para tal la figura… bien dejemos la palabra con el propio Monseñor .

Dios nos protege y enseña

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– Innegable es la fuerza de expresividad del reino animal para el hombre, sobre todo cuando ofrece a su análisis circunstancias que recuerdan situaciones y pequeños hechos de la vida humana. Tales atractivos de la fauna, tan habituales en las regiones campestres, despiertan particular atención cuando colocan en evidencia uno de sus más ricos y vigorosos predicados: el instinto materno. Se manifiesta este no solo en el celo por la alimentación y protección de los hijos, como también en el cuidado de prepararlos para permitirles sobrevivir en medio a las vicisitudes de la existencia.

No hay quien, transitando por alguna calle de tierra en una localidad rural, no haya visto la característica escena: una gallina cruzando el camino, seguida por uno de sus pollitos. Mientras el pequeñito intenta, con no poco esfuerzo, acompañar a la madre -pues la desproporción entre ambos lo obliga a dar varios pasos para recorrer la distancia que la gallina transpone con apenas uno-, ella parece ignorar los apuros del hijo, en virtud de la velocidad de su desplazamiento. Pero, en verdad, está tan atenta a su cría que, si percibe cualquier señal de amenaza, su reacción para defenderla será inmediata y enérgica, mostrándose dispuesta a dar la propia vida, si es necesario, para resguardarla del peligro.

2.jpgAhora, el instinto materno -mucho más profundo en el género humano- es un tenue reflejo de los desvelos de Aquel que, además de Creador, quiso estrechar su relacionamiento con el hombre, elevándolo a la condición de hijo, al hacerlo partícipe de su propia vida divina por la gracia, como exclama San Juan: «¡Mirad que amor tuvo el Padre para llamarnos hijos de Dios, y nosotros lo somos!» (I Jo 3, 1).

Como verdadero Padre, el Altísimo no cesa de proteger, amparar y atraer a sí a todas las criaturas humanas, velando continuamente por ellas. Y, excediendo de modo infinito los cuidados empleados por la madre al predisponer a los hijos para enfrentar bien la vida, el Divino Didacta conduce a los hombres -por medio de procesos tan diversos cuanto lo son las almas- a la realización de la vocación específica que su Sabiduría otorga a cada uno. (2).

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(1) SÃO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, Parte I, artigo «De Deus criador», Distrib. Loyola, São Paulo, 2001, vol. 1.
(2) MONS. JOÃO SCOGNAMIGLIO CLÁ DIAS, EP, O inédito dos Evangelhos», Libreria Editrice Vaticana, 2012, p. 61-62. Publicado também na revista «Arautos do Evangelho», nº 134, fevereiro de 2013, p. 10-17

 

 

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