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Convivencia de la Sagrada Familia

Redacción (Lunes, 05-03-2018, Gaudium Press) Después del exilio de Egipto, Jesús vivía en una simple casa, en Nazaret, con Nuestra Señora y San José. Y «el Niño fue creciendo, quedando fuerte y lleno de sabiduría. La gracia de Dios estaba con Él» (Lc 2, 40).

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El más bello reflejo de la Santísima Trinidad

Respecto al desarrollo del Divino Infante, el Padre Gasnier escribe este bello trecho:

«La unión hipostática dejaba las dos naturalezas sin mezcla ni confusión alguna, de tal forma que Jesús, como Dios, poseía desde su concepción la plenitud de la sabiduría y la ciencia. Pero, como hombre, y desde el punto de vista puramente natural, estaba sujeto a la ley del desarrollo de los demás niños, a quien es preciso enseñar y explicarles todo. Su vida interior de pleno conocimiento quedaba oculta a la mirada de los hombres. Nada hacía que no conviniese a su edad: tenía que aprender a caminar, a hablar, a leer, a repetir, palabra por palabra, los textos de los Libros Sagrados, a explorar el mundo y sus maravillas. Enseñarle todo eso fue la gran tarea conjunta de María y José.»

Más importante que todo eso es orar. Agrega el Padre Gasnier que San José «sobre todo le enseñó a rezar, obligación que en Israel era, en primer lugar, incumbencia de los padres».

La convivencia en la Sagrada Familia fue el más bello reflejo del relacionamiento entre las tres Personas de la Santísima Trinidad. Es lo que afirma D. Sinibaldi:

«En la Trinidad del Cielo, el Padre es la Primera Persona, porque es el Principio, del cual las otras dos Personas proceden; el Hijo es la Segunda Persona, porque procede de la inteligencia del Padre; el Espíritu Santo es la Tercera Persona, porque procede de la voluntad del Padre y del Hijo, como de un único principio. En la Trinidad de la Tierra, José, jefe de la Sagrada Familia, representa la Persona del Padre; Jesús, Verbo Encarnado, se representa a Sí mismo; María, la Madre del bello amor, representa el Espíritu Santo, que es el Amor increado y personal. José, aunque inferior a Jesús y María, ocupa delante de Dios y de los hombres el primer lugar; pues el Padre Celestial, confiando a José sus dos amadísimos tesoros – Jesús y María – ¡le comunicó su nombre y su autoridad! Así, la Trinidad del Cielo Se refleja y se manifiesta en la trinidad de la Tierra, y en Jesús y por Jesús la Tierra se une al Cielo.»

El pequeñito San Juan Evangelista cargado en el regazo por el Niño Jesús

San José restauró la carpintería que existía en su casa y en ella trabajaba. Aunque bastante pequeño, Jesús lo ayudaba.

Nuestra Señora ya conocía los padecimientos que Jesús sufriría durante su Pasión. Pero San José no sabía de esos acontecimientos venideros.

De a poco, el Niño fue hablando a su padre virginal sobre los sufrimientos que Él tendría en el futuro. «Cuando aprendió el arte de la carpintería, varias fueron las ocasiones en que Jesús, aprovechando algunos retazos de madeira, fabricó cruces como preanuncio de sus padecimientos […]

«Al contar diez años de edad, hizo una a su medida y la llevó hasta San José, indicando así el tipo de muerte que debería enfrentar.

«En el año de la llegada a Nazaret después del exilio en Egipto, la Santa Pareja recibió la visita de la familia del Zebedeo, padre de Santiago y Juan, futuros Apóstoles de Nuestro Señor, que vivía en una aldea próxima y cuya esposa era emparentada con Nuestra Señora. Estaban cerca del final de diciembre. En esa ocasión Santiago jugó con el Niño Jesús, y Juan, todavía pequeñito, fue cargado en el regazo por Él.

Se encontraron también con San Juan Bautista, que pasaba una estadía junto a Nuestra Señora antes de su retiro en el desierto.

Conmemoración del aniversario del nacimiento de Jesús

«Se aproximaba el aniversario del nacimiento de Jesús, y sus padres decidieron celebrarlo de forma festiva, como tal fecha merecía. La compañía de los parientes daría aún más vida a la conmemoración, cercando a Nuestro Señor del afecto de los suyos.

«En la noche del día 24, todos se reunieron para una cena realizada con la solemnidad que la pobreza les permitía. Nuestro Señor quiso decir algunas palabras antes de iniciar la refección, poniéndose en medio de la ronda. Con educación divina, les agradeció por haber comparecido, haciendo una referencia amable y adecuada a cada uno, a fin de estimularlos en el camino de la santidad.

«Entretanto, más que el propio discurso, les encantaba su Persona, que irradiaba sabiduría, pureza y ‘charme’. Terminada la alocución, la presencia divina se manifestó en Jesús con intensidad deslumbrante. A seguir, sin embargo, Él les anunció los dolores de la Pasión y su misión de Víctima Expiatoria.

«La cena se inició en un clima de alegría tamizada por la perspectiva del dolor. Movido por santa curiosidad, San Juan Bautista aprovechó algunos momentos de la refección para conversar con Jesús. Le rogó que explicase mejor la extraordinaria declaración hecha. Nuestro Señor reveló algunos detalles de los sufrimientos por los cuales pasaría, sobre todo los relacionados propiamente con el misterio de la Cruz.

«Hasta ese instante San Juan Bautista no tenía claro que fuera llamado también a derramar su sangre por Nuestro Señor. Después de escuchar el relato de los padecimientos del Salvador, se arrodilló con discreción y pidió si de algún modo no podría atenuar sus futuros tormentos por parte de los pecadores, con algunos sufrimientos que, como Precursor, soportase por Él. El Niño Jesús le anunció que su muerte se daría de forma violenta antes de la Pasión, y sus méritos serían aplicados por Dios en la santificación de algunas almas electas que llevarían la Iglesia al auge de perfección.

«San Juan Bautista aceptó con la mejor disposición su holocausto e impostó toda su existencia en predicar el adviento del Mesías, hasta la hora suprema en que ofrecería su vida en unión con Él.» De hecho, su martirio ocurrió tres décadas después.

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História Sagrada» -142)
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Bibliografía

GASNIER, OP, Michel. Los silencios de San José. Madrid: Palabra, 1980.
SINIBALDI, Giacomo. La grandezza di San Giuseppe. Roma: Cuore di Maria, 1927.
CLÁ DIAS, João Scognamiglio, EP. São José: quem o conhece?… São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae. Arautos do Evangelho. 2017.

 

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