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Hijos de nobles empobrecidos

Redacción (Lunes, 25-06-2018, Gaudium Press) Esta bella expresión que mezcla la honra y el infortunio, conmovió siempre mucho al Dr. Plinio Corrêa de Oliveira. Ella le inspiró uno de las líneas de más afecto y señorío en su postrer libro donde comenta los discursos de Pío XII a la nobleza y Patriciado de Italia. (1)

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María Manuel Esquivel Serruto, Noble hispano-mexicana

Castillo de Chapultepec, México

Hace referencia a aquellas familias que todavía hoy día -sean nobles y de alta alcurnia o élites tradicionales de alguna republica contemporánea como Estados Unidos o las naciones iberoamericanas- decayeron económicamente por muchas razones y un solo factor común: No hubo quien les tendiera la mano para restablecer su posición social, su influencia, su debido reconocimiento, admiración, aprecio y respeto. Quizá la institución más llamada a eso era el clero católico que llegó a contar entre sus miembros hijos de familias distinguidas, pero en ocasiones avergonzados de serlo por causa de una mentalidad igualitaria y demagógica que se enquistó allí.

Del Estado liberal y laico que se impuso en la revolución Francesa y hoy día avanza demoledor y agresivo con el populismo izquierdista, ni pensar en esperar algo que reivindicara el derecho de aquellas estirpes y linajes que fundaron instituciones de beneficencia y educativas, extendieron fronteras agrícolas y pecuarias, crearon industrias y casas comerciales con tradición, que poco a poco el sistema bancario fue apropiándoselas hasta arruinar la estirpe y dejarla casi en la indigencia.

La tradición fue reemplazada por el estilo del Jet Set

Toda la riqueza cultural, las buenas maneras, la distinción en el trato, la dulzura de vivir, el peso de la experiencia generacional perviviendo todavía en los descendientes, fue poco a poco desplazada y finalmente arrojada al tacho de la basura de lo que hoy llaman Jet Set, una vulgaridad con carta de ciudadanía desde donde se lanzan modas inmorales, mundanismo social y faltas de caridad con habladurías despiadadas o con la «arrogancia del vicio insolente, del defecto elegante, del error simpático y popular» (2)

Destruir el patrimonio educativo de aquella gente fue el trabajo del liberalismo radical, crecido a la sombra de los liberales moderados que soñaban con mezclar la ortodoxia con la heterodoxia, lo bello con lo hediondo, la verdad con la falsedad para hacer un mundo más «inclusivo» y «participante», donde aparentemente todos tuvieran derechos aunque los del bien fuesen mutilados. Lo que se puede verificar es que lograron un mundo cada vez más sórdido, prosaico, violento y corrupto imposible de controlar ya con leyes, decretos y normas que terminan siendo manipuladas por legiones de abogados sin moral, funcionarios públicos sin principios y empresarios para los que los únicos valores respetables son los de la bolsa.

Tiempo hubo en que la filosofía del Evangelio gobernaba las naciones

Tiempo hubo -dijo León XIII, en que la filosofía del Evangelio permeaba las instituciones del Estado y de la Sociedad en general. No había ministerio de salud pública sino las grandes obras de caridad de la Iglesia que atendía enfermos, viejos, huérfanos y hasta leprosos por pura caridad y amor de Dios. Y si vamos a la raíz de esas instituciones de beneficencia encontramos casi siempre el hijo o hija de una antigua familia aristocrática que dejó comodidades para entregarse al servicio de pobres y menesterosos. Lo mismo sucedió con instituciones educativas fundadas por hombres y mujeres de alcurnia que no solamente capacitaban e instruían en los conocimientos científicos de la época, sino que realmente educaban los modales, el trato, el comportamiento y hasta la manera de comer.

Lamentablemente nobles y empobrecidos encontramos todavía sobreviviendo como pueden y hasta negociando su dignidad, intentando dorar blasones en un matrimonio con «parvenus», o simplemente vendiéndosele a la moda para que no los empujen todavía más afuera de elegantes salones frecuentados hoy por actrices, cineastas, modistos, artistas de lo absurdo, peluqueros, cultores de los bajos fondos, emergidos con la fuerza de la publicidad y la propaganda amañada, que ha hecho con sus miserias íntimas y privadas -que casi toda la humanidad padece con penosa discreción- la proclamación pública y descarada de la inmoralidad.

Por Antonio Borda

(1) «Nobleza y élites análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la nobleza Romana», Plinio Correa de Oliveira.
(2)»Viacrucis», II Estación, Plinio Correa de Oliveira, «O Legionario», abril de 1943.

 

 

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