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Parábola del sembrador

Redacción (Viernes, 28-12-2018, Gaudium Press) En sus predicaciones, Nuestro Señor narró diversas parábolas. Todas ellas giraban en torno a un tema fundamental: el Reino de Dios, «el cual, en su esencia, es constituido por la Iglesia Católica». Analicemos sintéticamente la parábola del sembrador.

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Modos de oír la palabra de Dios

«El sembrador salió para sembrar. Mientras sembraba, algunas semillas cayeron al costado del camino, y los pájaros vinieron y las comieron. Otras semillas cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra. Las semillas luego brotaron, porque la tierra no era profunda. Pero, cuando el Sol apareció, las plantas quedaron quemadas y secaron, porque no tenían raíz.

«Otras semillas cayeron en medio de las espinas. Las espinas crecieron y sofocaron a las plantas. Otras semillas, sin embargo, cayeron en tierra buena, y produjeron a la base de cien, de sesenta y de treinta frutos por semilla. ¡Quien tiene oídos, oiga!» (Mt 13, 3-9).

El Divino Maestro explica a los Apóstoles el significado de esa parábola.

«Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.

«El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno». (Mt 13, 19-23).

El costado del camino y los pedregullos

El sembrador representa el apóstol que difunde la palabra de Dios, cuya vitalidad es figurada por la semilla que germina. Y los diversos tipos de tierra simbolizan los modos por los cuales las personas oyen la palabra divina.

Al costado del camino el suelo es duro y estéril; el grano que allí cae acaba sirviendo de alimento a los pájaros. «Eso es lo que ocurre con las almas que dieron la espalda a Dios y se apegaron desordenadamente a las criaturas. En esos pecadores el corazón queda endurecido como la tierra golpeada por los pasos de los caminantes; su fe se torna insuficiente, la palabra divina no penetra en el interior de ellos, porque la oyen con displicencia.»

El terreno con pedregullos «representa la inconstancia de corazón, la superficialidad de espíritu de aquellos que, oyendo la palabra de Dios, a veces hasta con verdadero encanto, luego se distraen con alguna banalidad. En tales almas, las gracias recibidas no consiguen arraigarse.

«Cuando comenzamos a trillar las vías de la virtud, en general, por especial misericordia divina, los primeros momentos son acompañados de grandes gracias sensibles que nos llenan de entusiasmo y encanto. Más tarde, entretanto, el viento de las pruebas nos sacude y la aridez nos invade.

«Se trata entonces, una vez que oímos y comprendemos la palabra, de continuar firmes en el camino, enfrentando la tempestad interior, actuando durante la insensibilidad como si estuviésemos en el tiempo de la consolación. En eso consiste la fidelidad a la palabra de Dios.»

Las espinas

Las espinas representan el apego al dinero y a los bienes de este mundo.

«Quien tiene desproporcionada preocupación con los bienes materiales, al punto de preferirlos a los valores sobrenaturales, está listo para sofocar la palabra divina.

«Es, por ejemplo, el defecto de aquel que se esfuerza apenas en cuidar de sus negocios. Cuando recibe la palabra, en el primer momento se siente por ella atraído, pero luego se deja absorber por completo por el apego al mundo. Como su atención está centrada en la posesión de los bienes terrenos, y no en su propia santificación, las espinas de las ambiciones mundanas crecen y sofocan la palabra. […]

La tierra buena y la diversidad de fructificación

«La semilla que cayó en tierra buena y se desarrolla es figura de aquel que oye la palabra de Dios con entusiasmo y después toma la decisión seria de cambiar de vida, abandonando el pecado, la superficialidad de espíritu y los apegos desordenados; o sea, rompe de hecho con todo cuanto significa tierra endurecida, pedregullo o espina, y se entrega completamente a la práctica de la virtud. ¡Ese, sí, produce todos los frutos!» […]

«El Divino Redentor hace referencia al subrayar la diversidad de fructificación de la semilla de la palabra en las almas: treinta, sesenta y cien por uno. Una demostración más de que Dios todo crea en jerarquía. Unos son llamados a dar treinta, de otros el Señor exigirá cien, o tal vez más, conforme la cantidad de dones concedidos a cada no. ‘A quien mucho se dio, mucho se exigirá’ (Lc 12, 48), nos advierte el Divino Maestro.»

Nuestra Señora, la tierra fertilísima por excelencia

«Quien oyó y comprendió por entero esta parábola fue María Santísima, que ciertamente de ella tomó conocimiento con insuperable arrobamiento y amor. Al hablar en «buena tierra» y en semilla que produjo cien por uno, probablemente Jesús pensó en su Inmaculada Madre, «la tierra fertilísima por excelencia para hacer florecer la semilla divina en plenitud.

«Toda la vida de la Santísima Virgen fue un continuo sí a la voluntad de Dios, cuando Él la inspiró a hacer voto de virginidad, Ella accedió con todo el entusiasmo. Al serle anunciada la Encarnación del Verbo, su respuesta fue: ‘Hágase en mí según su palabra’ (Lc 1, 38), y la Palabra se hizo carne en esta tierra inmaculada. Al oír de los pastores lo que los Ángeles les habían comunicado, Ella guardó y confirió en su corazón todas estas palabras (cfr. Lc 2, 51). Y lo mismo hizo durante toda su vida con todo lo que los adorables labios de su Divino Hijo profirieron, hasta el ‘Consummatum est!’ […]

«En fin, el Corazón Inmaculado de María Santísima es un Evangelio vivo, cuyas maravillas aún están por ser conocidas!»

Que Nuestra Señora nos conceda la gracia de ser enteramente fieles a la palabra de Dios, difundiéndola con entusiasmo para que sea aplastado el reino de demonio e implantado el Reino de María.

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História Sagrada» 175)

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Bibliografía

-CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2014, v. IV, p. 161.
– Idem, ibídem, 2013, v. II, p. 212-215.
– Idem, ibídem, 2013, v. II, p. 216-217.

 

 

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