jueves, 28 de marzo de 2024
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Devoción brasileña obtiene curación inexplicable de mujer no católica en Nueva Zelanda

Auckland (Viernes, 07-11-2014, Gaudium Press) Uno de los sucesos extraordinarios de la vida de San Antonio de Santa Ana Galvao, conocido por los fieles brasileños con el cercano título de Fray Galvao, inspira una devota tradición que recientemente es acreditada por Ilse Hanekomhull, una mujer surafricana residente en Nueva Zelanda, como la causante de su milagrosa curación de un cáncer que afectaba sus pulmones. La beneficiaria del portento, quien no pertenece a la religión católica, recibió las llamadas «píldoras de Fray Galvao» de una joven peregrina a la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro en 2013.

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Ilse Hanekomhull (centro izquierda), junto a Jane (centro derecha), Alex e Isabel Videtta. Foto: NZ Catholic.

Unas píldoras misteriosas

Relatar la curación de Hanekomhull es recorrer un largo camino, ya que la devoción a través de la cual se pidió la intercesión del Santo brasileño llegó a sus manos de una forma particular. Jane Videtta, una colaboradora de la Escuela Especial Mt. Richmond, en Auckland, Nueva Zelanda, visitó Brasil con motivo de la JMJ y su recorrido en el país la llevó al pequeño pueblo de Guaratingueta, donde visitó con el grupo de jóvenes peregrinos la iglesia en honor de Fray Galvao.

«Mientras estábamos allí, estaba repleta de personas de todo Brasil por la Jornada Mundial de la Juventud» relató Videtta al informativo NZ Catholic. «Y de pronto surgió una religiosa que caminaba hacia mí. Literalmente se abrió paso hacia mí y me entregó un pequeño paquete de píldoras». Ella no las conocía, pero se trataba de las llamadas «pílulas», píldoras de papel de Fray Galvao, que recuerdan uno de los milagros acontecidos en vida del Santo y que reproducen un particular método para pedir la intercesión de la Santísima Virgen.

En el siglo XVIII, cuando el Santo recibió la visita de una mujer que estaba a punto de morir a causa de cólicos renales, el fraile tuvo la inspiración de tomar un pequeño trozo de papel y escribir en él la frase: «Post-parto Virgo Inviolata permansisti, intercede pro nobis Genitrix Dei» (Después del parto, Virgen Inviolada, quedaste intacta: Madre de Dios, ¡intercede por nosotros!). El Santo le dio a comer el pequeño papel doblado a modo de píldora y la mujer se repuso milagrosamente. Al recibir otros enfermos, San Antonio repitió la particular receta con idénticos resultados, de forma que instruyó a los religiosos a hacer lo mismo y la práctica persiste hasta el día de hoy, ligada a la devoción a quien es el primer Santo brasileño.

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Las pequeñas «pílulas» en su forma actual, junto a la tumba del Santo, en Brasil. Foto: Heraldos del Evangelio. 

Desconociendo esta tradición, Jane Videtta se mostró temerosa de recibir el obsequio de la religiosa. «No quería tomarlas, primero porque me daban un poco de miedo las monjas y segundo porque volaríamos de vuelta a Nueva Zelanda», expresó la mujer, recordando que temía no poder explicar en los controles de aduanas qué era lo que contenían las píldoras. Sin embargo, los devotos a su alrededor la motivaron a que aceptara el obsequio y ella lo hizo, proyectando incluso deshacerse de las píldoras más tarde. Providencialmente, ella se olvidó del pequeño paquete que aún tenía una función que cumplir en su tierra natal. Al encontrarlas entre sus cosas en Nueva Zelanda, Videtta las guardó como recuerdo.

Una curación extraordinaria

Sin embargo, en el mes de octubre de 2013, varios meses tras su peregrinación a Brasil, Videtta supo que una conocida suya, Ilse Hanekomhull, fue diagnosticada con un cáncer incurable y terminal. Se trataba de un sarcoma que comenzó en una pierna y se extendió hasta sus pulmones. Los médicos estimaron una expectativa de un año para la paciente. Ante este diagnóstico, Videtta recordó el misterioso obsequio de la religiosa. «No podía parar de pensar en las píldoras», relató. Finalmente decidió hablar con su esposo, quien perdió a su primera esposa a causa de un cáncer. «Si tu esposa hubiera recibido estas píldoras de alguien, ¿qué habría hecho?», le preguntó. «Ella las habría tomado», fue su respuesta. «Hubiera hecho cualquier cosa».

Animada con esta respuesta, Videtta tradujo la Novena de San Antonio de Santa Ana Galvao que acompañaba las píldoras y le escribió una tarjeta a la señora Hanekomhull, de religión protestante. «Esto es lo que tengo, y esto es lo que se supone que debes hacer. Es tu elección». De esta forma le entregó las píldoras a la mujer, a pesar de su propio escepticismo inicial. Una semana después recibió una llamada telefónica: «Estoy en mi día quinto, me acabo de tomar la segunda píldora y me siento increíble», le relató Hanekomhull del otro lado de la línea. Videtta quedó estupefacta.

Las dos mujeres, quienes hasta ese momento eran simplemente conocidas, comenzaron a reunirse a orar los días miércoles, y esta reunión comenzó a convocar progresivamente más personas. La señora Hanekomhull no duda en contar su historia y dar testimonio de su milagro incluso a miembros de la denominación protestante a la cual pertenece. «Yo le digo a todos de las píldoras. Yo les cuento a todos, incluso a la gente de mi propia iglesia. Para mí, esto no tiene que ver con nada, ha sido Dios quien lo hizo», afirmó la mujer.

La señora Hanekomhull tuvo una revisión el pasado mes de septiembre en la cual el médico constató que sus pulmones están completamente recuperados. Fueron cancelados los controles que tendría la etapa terminal de su enfermedad y se asignó una siguiente cita para enero de 2015. La mujer refirió su alegría ante la estupefacción del profesional. «Usted me dijo que moriría», afirmó la mujer a su médico, «pero yo le dije que soy la bebé milagro de Dios, y aquí estoy».

El grupo católico de jóvenes de Meadowbank, que cuenta con 10 de los peregrinos de Auckland a Brasil, comenzó a orar por la mujer y es probable que ella los acompañe en la próxima peregrinación a Polonia para la Jornada Mundial de la Juventud.

Con información de NZ Catholic.

 

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