jueves, 28 de marzo de 2024
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En comunicación a la Conferencia Episcopal Italiana, el Papa habla de la función sacerdotal

Ciudad del Vaticano (Martes, 11-11-2014, Gaudium Press) Hoy el Cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, leyó el mensaje que el Papa Francisco envió a los participantes de la 67ª Asamblea General de la entidad. La reunión de la Asamblea se está dando en la Domus Pacis de Santa María de los Ángeles, en Asís.

«Los sacerdotes santos son pecadores perdonados e instrumentos de perdón», enfatiza el Santo Padre en su comunicación. «Su existencia habla el lenguaje de la paciencia y la perseverancia; no son turistas del espíritu, eternamente indecisos e insatisfechos, porque saben que están en las manos de Aquel que cumple sus promesas y cuya Providencia significa que nada puede separarlos de esa pertenencia. Sí, todavía es tiempo de sacerdotes de esta envergadura, ‘puentes’ para el encuentro entre Dios y el mundo».

¿Cómo se ‘forjan’ esos presbíteros? «Sacerdotes como esos no se pueden improvisar: los forja la valiosa labor de la formación en el seminario, y la ordenación los consagra para siempre como hombres de Dios y servidores del pueblo». Pero »la identidad del presbítero, precisamente, porque viene de lo alto, le exige un camino diario de reapropiación, partiendo de lo que ha hecho de él un ministro de Jesucristo… La formación de la que hablamos… no tiene límite de tiempo, porque los sacerdotes no dejan nunca de ser discípulos de Jesús, de seguirlo. Por lo tanto, la formación, en cuanto discípulo, acompaña toda la vida de un ministro ordenado» y «tanto la inicial como la permanente son dos partes de una misma realidad: el camino del discípulo presbítero, enamorado de su Señor y que lo sigue constantemente».

Para llegar a las cumbres de la santidad, el sacerdote debe dejarse conformar con el Buen Pastor, encontrando así, «unidad, paz y fuerza en la obrediencia del servicio; sólo el que respira en el horizonte de la fraternidad sacerdotal sale de la falsedad de una conciencia que pretende ser epicentro de todo y única medida de los propios sentimientos y acciones».

El Pontífice finaliza deseando a los participantes en la Asamblea «jornadas de escucha y confrontación que lleven a trazar rutas de formación permanente, capaz de conjugar la dimensión espiritual con la cultural, la comunitaria con la pastoral: estos son los pilares de vidas edificadas según el Evangelio, forjadas en la disciplina diaria , en la oración, en la custodia de los sentidos, en el cuidado de uno mismo, en el testimonio humilde y profético; vidas que devuelven a la Iglesia la confianza que ella, en primer lugar, ha puesto en ellos».

Con información de Radio Vaticano

 

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