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Vacaciones tranquilas

Redacción (Lunes, 24-11-2014, Gaudium Press) «Un paseo a orillas del mar», del pintor español Sorolla, es el retrato de un cierto tipo de sana recreación para la mente y el alma, más que para el cuerpo. Se trata de dos mujeres -algunos dicen que la esposa y la hija mayor del pintor- caminando distendidas junto a un mar, aunque el viento les imponga cierta conmoción en la pulquérrima indumentaria blanca, en los velos y en algo de la cabellera -que para ese tipo de paseos seguramente la mujeres llevaban lo más apretada posible.

¿A quién se le ocurriría dudar que las dos mujeres están disfrutando enteramente el momento y sin agitación alguna? Las pinceladas fueron rápidas y largas para acentuar el movimiento. Sorolla era algo impresionista. La combinación de los colores no podía ser más feliz. Las sombras, la arena y el mar recogiendo una alargada y fina ola dócil, son el marco y fondo de cuadro para representar más que una escena, un par de mentalidades y tipos humanos sin frenesí ni ansiedades reprimidas.

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Es esa clase de sosegada manera de solaz, que algunas mentalidades de apenas hace un poco más de cien años atrás, practicaban disfrutando el entorno sin desequilibrios ni aceleres, dejando expandir el alma con sensaciones mansas por todos los sentidos y convidando a pensar, cavilar un poco, preparando lances espirituales que pueden llevar a la contemplación. De hecho este Sorolla se caracterizó también por pintar fisionomías pensadoras, serias y profundas.

Ver el mar, sentir la brisa, pisar la arena, aspirar el aire y dejarse tostar un tanto por el sol, hacía parte de un descanso que se complementaba con el susurro suave del viento, los graznidos de las aves del mar, el sonido de las olas, una prosa simple y el aroma salubre del mar que incluso es medicinal.

La más joven ha vuelto a mirar algo que le llamó la atención sin curiosidad excesiva. La señora que va atrás conserva su compostura y pareciera disfrutar los suaves jalones de la sombrilla que se quiere ir con el viento. El juego de las sedas y los visos opalinos de los pudorosos trajes blancos dan la nota un tanto aristocrática de la escena junto a las pavas floridas y encintadas tan femeninas y elegantes.

Han visto el mar y sus movimientos, han conversado un poquito, están disfrutado plenamente el paseo, han enriquecido el alma y distendido la mente, en suma, están descansado plenamente y eso es lo que realmente recrea alma y mente para seguir la vida, que es un trajinar constante, sin tregua ni descanso. No van a alguna parte afanadas a cumplir un compromiso. Simplemente han salido a pasear y tomar algo el aire de la playa, seguramente con el propósito de reposar la mente y trascender la cotidianidad de la vida doméstica diaria, de buscar bienestar psíquico y moral en un sano momento de confort físico moderado. (1)

Un estilo diferente de reconstruirse a sí mismo sin descoyuntar la estructura orgánica de la parte sobrenatural del ser humano, de distraerse un poco sin perder la compostura, la feminidad y la calma. Una manera de ver la vida y de disfrutarla sin un goce intemperante y vulgar. Hasta el ángulo desde el cual fueron retratadas ayuda a dar una nota de la superioridad de conservar la elegancia a campo abierto vistiendo leve, fresca y apropiadamente sin ofender el pudor. Se puede estar seguro que estuvieron muy contentas sin estridencias ni agites.

Por Antonio Borda

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1 Cfr. CATOLICISMO, No. 46, Octubre de 1954,Ambientes, Costumbres, Civilizaciones. Plinio Corrêa de Oliveira.

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