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Miles de religiosos participan en Lima en la apertura del Año de la Vida Consagrada

Lima (Lunes, 26-11-2014, Gaudium Press) El pasado sábado 22 de noviembre, en el marco de una solemne celebración Eucarística en la Catedral de Lima, se dio apertura al Año de la Vida Consagrada para la Arquidiócesis capitalina. Miles de religiosas y religiosos, que representaban a diversos de carismas, se dieron cita en la iglesia primada para celebrar el don y la belleza de la Vida Consagrada y marcar el camino del tiempo de gracia que convocó el Santo Padre Francisco y será inaugurado oficialmente por el Pontífice el próximo 30 de noviembre. Presidida por el Cardenal Juan Luis Cipriani, Arzobispo de Lima, la Santa Misa ha tenido lugar en el contexto del XX Sínodo Arquidiocesano que convocó el purpurado y se desarrolla actualmente en la capital peruana.

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Cardenal Cipriani presidió la Misa de apertura del Año de la Vida Consagrada para la Arquidiócesis de Lima / Foto: Sinodo Limense.

Durante la homilía el Arzobispo expresó su agradecimiento a cada religiosa y religioso por la masiva presencia, valorando «la tarea tan generosa que la vida religiosa aporta en la Iglesia y aquí en la Arquidiócesis», y les invitó a participar activamente en el Sínodo Arquidiocesano «cada una en el carisma en el que Dios la ha llamado a la Iglesia. Cada una y cada uno en el trabajo en el que está presente en la arquidiócesis».

En este sentido, también señaló que el Sínodo, así como el Año de la Vid Consagrada, es ocasión propicia para que cada congregación, entrando en intimidad con Jesús a través de la oración, profundice sobre el propio carisma y diga: «¿qué podemos vivir un poquito mejor, en qué podemos aportar algo más a la vida y al trabajo pastoral de la arquidiócesis?».

«Pienso que el lugar privilegiado en donde el encuentro con Jesús da frutos en la vida religiosa es la comunidad. No creo que haya nada que pueda exonerar a una religiosa o a un religioso de vivir con intensidad, esa comunidad que convierte los corazones, que hace milagros en la vida de cada uno de los miembros de esa casa y convento. Por eso veamos si el sínodo es una buena ocasión para fortalecer la vida comunitaria», continuó el Cardenal.

En otro momento el purpurado se dirigió a las superioras y superiores de las comunidades para que velen por la vida espiritual de sus religiosas y religiosos. «También es necesaria la confesión frecuente y que esa dirección espiritual esté bien llevada, no es con cualquiera, les pido de verdad a las superioras, a los superiores que cuiden con mucha delicadeza que las almas en la dirección espiritual estén bien atendidas. La dirección espiritual es esencial, más en estos tiempos», afirmó.

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El Arzobispo de Lima animó a las congregaciones religiosas a enriquecer los trabajos del Sínodo Arquidiocesano con su diversidad de carismas / Foto: Sinodo Limense.

De igual forma les animó a enriquecerse con la misión, acogiendo las palabras del Papa Francisco para que sean Iglesia en salida llevando el rostro de Jesús a quien más necesita: «La misión enriquece. La misión me quita el egoísmo, aquella posible rebeldía, la misión me une al superior, la misión me trae a casa. La misión me lleva a Jesús en el sagrario porque veo tanta demanda de amor. Busquemos esa vida intensa de misión pero siempre rectificando por amor a Dios».

Una misión que -como subrayó el Arzobispo- debe dar un especial énfasis al trabajo de animación vocacional con los jóvenes: «Su trabajo se debe notar en vocaciones. Hermanas y sacerdotes hay que orientar muy bien la pastoral vocacional. Las vocaciones no vienen solas, hay que dedicar tiempo, buscar quien tienen esa facilidad para que dedique tiempo, que pueda orientar y cuando vienen esas primeras jóvenes, hombres, mujeres, con esa ilusión todavía frágil; que encuentren y digan: ‘mira cómo se quieren, cómo me atienden, qué buenos son’ y verán que se multiplicarán porque el sínodo quiere ser un gran impulso para la promoción vocacional».

Finalmente, exhortó a todos para que dejen huella tal como ha ocurrido en la historia del Perú que tanto ha gestado vocaciones a la vida consagrada: «Tenemos que dejar huella, ese rastro de la piedad, del amor, de la compasión, ese rastro, que digan: ‘por aquí pasó aquella religiosa, aquel religioso’, aquí están las huellas, cuántos elementos de la vida religiosa en la arquidiócesis y el Perú tiene una inmensa huella de: por aquí pasó aquél franciscano, aquél agustino, aquellos camilos».

Con información del Arzobispado de Lima.

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