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La rebelión de Coré

Redacción (Miércoles, 03-06-2015, Gaudium Press) Un primo de Moisés y de Aarón incita una revuelta contra estos, y consigue arrastrar muchas personas. Dios pune esos rebeldes de modo ejemplar.

Veamos cómo esto ocurrió:

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Moisés y Aarón

Vitral en Dijon , Francia

Llegando próximo a la Tierra Prometida, Moisés, obedeciendo a las órdenes de Dios, envió a doce hombres, jefes del pueblo, uno de cada tribu patriarcal, para hacer un reconocimiento de la región a ser conquistada. Entre ellos estaban Josué, de la tribu de Efraín, y Caleb, de la tribu de Judá.

El pueblo rebelado quiere escoger un jefe para volver a Egipto

Después de 40 días, los exploradores regresaron -trayendo entre otras cosas un enorme racimo de uva, cargado por dos hombres- y dieron un relato al pueblo reunido. Pero diez de ellos hicieron comentarios de los más desanimantes, diciendo, por ejemplo: «Allá vimos hasta gigantes […] comparados con ellos parecíamos langostas» (Nm 13, 33).

Entonces, todo el pueblo comenzó a gritar contra Moisés y Aarón; llegaron incluso a decir: «Vamos escoger un jefe y volver a Egipto» (Nm 14, 4). Viendo tamaña rebelión, que en el fondo era contra Dios, Moisés y Aarón se prosternaron con el rostro en tierra.

Josué y Caleb, rasgando sus vestiduras, hablaron a todo el pueblo de Israel: «La tierra que recorremos y exploramos es una tierra excelente […] De modo alguno debéis rebelaros contra el Señor, ni temer la población de esa tierra, pues habremos de devorarlos como pan» (Nm 14, 9). Pero el pueblo amenazó apedrearlos…

Castigo: 40 años de peregrinación por el desierto

Moisés se dirige a la Tienda del Encuentro, y allí Dios le dice que iría exterminar al pueblo, debido a ese pecado. El profeta intercede por los israelitas y el Altísimo concede el perdón, pero declara que todas las personas de más de 20 años de edad morirían en el desierto, sin ver la Tierra Prometida, con excepción de los de la Tribu de Leví, cuyos miembros no estaban representados entre los exploradores.

Y como castigo deberían vagar por el desierto durante 40 años -un año por día de reconocimiento de la Tierra Prometida; en ese número estaba incluido el año y medio transcurrido, desde la salida de Egipto. Y los diez impíos exploradores que habían provocado la revuelta cayeron allí mismo sin vida.

Moisés transmitió esas palabras al pueblo; todos quedaron con miedo, y algunos, queriendo mostrarse celosos, dijeron al profeta que irían continuar la marcha para conquistar la tierra de Caná. Moisés los advirtió de que eso sería una desobediencia a Dios. Incluso así ellos partieron, «pero el Arca de la Alianza y Moisés no se movieron del medio del campamento» (Nm 14, 44). Consecuencia: fueron masacrados por los cananeos y amalecitas.

Coré, Datán y Abirón

Coré – que era de la tribu de Leví y primo de Moisés -, Datán y Abirón, con más 250 israelitas, «todos jefes de la comunidad, miembros del consejo y personas de posición, se amotinaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: […] ‘Todos los miembros de la comunidad son consagrados […] ¿Con qué derecho os colocáis arriba de la comunidad del Señor?’ «(Nm 16, 2-3).

He aquí un típico ejemplo de igualitarismo; esos revoltosos, liderados por Coré – la Sagrada Escritura habla del bando de Coré (cf. Nm 16, 5) -, hacen oposición a sus superiores, al profeta Moisés y al sumo sacerdote Aarón.

Moisés ordenó a Coré y a los 250 notables que quedasen próximos a la Tienda del Encuentro, cada uno sosteniendo su turíbulo, con brasas e incienso. Datán y Abirón y sus partidarios se colocaron delante de sus tiendas, juntamente con sus mujeres y sus hijos, muchos de los cuales eran niños.

Dios, entonces, los punió: Coré y los 250 fueron devorados por «un fuego enviado por el Señor»; y cuanto a los que estaban en la entrada de sus tiendas, «el suelo se abrió debajo de ellos, la tierra abrió las entrañas y los tragó con sus familias, con todos los partidarios de Coré y todas sus pertenencias»; luego después «la tierra los cubrió» (Nm 16, 31-32.35).

El turíbulo de oro

Incluso con esos terribles castigos, el pueblo no se convirtió. «Al día siguiente, toda la comunidad de los israelitas se puso a murmurar contra Moisés y Aarón, diciendo: ‘Fuisteis vosotros que matasteis al pueblo del Señor’ » (Nm 17, 6).

Debido a ese hediondo pecado, «el Señor desencadenó su furor». Entonces, el profeta ordenó a Aarón que fuese rápidamente al Tabernáculo buscar el turíbulo de oro – que solo podría ser usado por el sumo sacerdote – e incensase el pueblo, «a fin de hacer la expiación» por tal rebeldía.

Aarón cogió el turíbulo y «corrió en medio de la multitud. Entretanto la mortandad ya había comenzado entre el pueblo. Pero él colocó el incienso e hizo la expiación por el pueblo, permaneciendo de pie entre los muertos y los vivos hasta cesar la mortandad. Las víctimas de aquella mortandad fueron 14.700, además de los que habían muerto por causa de Coré » (Nm 17, 12-14).

San Judas Tadeo, en su carta, habla de los impíos «que viven al sabor de sus pasiones» y cita como ejemplo a los participante de la «rebelión de Coré» (Jd 11 e 16).

Pidamos a Nuestra Señora que nos obtenga la gracia de dominar nuestras pasiones, para no dejarnos llevar por el igualitarismo y siempre respetar a nuestros legítimos superiores.

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História Sagrada» – 31)
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1 – Cf. FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 6. ed. Paris: Letouzey et ané. 1923, v. 1, p. 478.
2 – Cf. Idem, ibidem, p. 483.

 

 

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