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Santa María Madgdalena – I Parte

Redacción (Viernes, 24-07-2015, Gaudium Press) Ella era pecadora. Admiró y amó tanto a Nuestro Señor Jesucristo que, arrepentida, fue perdonada y de ella dijo el Señor: «en todas partes será contado en su memoria lo que ella hizo». (Mat. 26, 13) Los Evangelios nos cuentan su vida y aquí transcribimos trechos de esa historia que nos enseña: ¡Para el amor de Dios, nada es imposible!

Quien oye el nombre «María Magdalena», la mayoría de las veces, se acuerda de la mujer pecadora y de mala vida del Evangelio. Pocos se acuerdan que de ella fueron sacados siete demonios (Luc. 8,2) y que ella fue perdonada de sus numerosos pecados (Luc. 7,47- Mar. 16,9).

Muchos ignoran que ella se arrepintió del mal que practicó. Olvidan que ella vivió una vida de penitente, que fue una gran Santa. Y que se santificó por amar intensamente a Dios. Nadie comenta que fue a propósito de ella que Nuestro Señor dijo: «En verdad os digo: en todas partes donde sea predicado este Evangelio por el mundo entero, será contado en su memoria lo que ella hizo». (Mat. 26,13) Y… ¿quién tiene en ella un ejemplo de virginidad y pureza? Veamos un poco de la historia de Santa María Magdalena.

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María Magdalena lava los pies de
Jesús – Versalles

Las tres Marías y Santa María Magdalena

El Papa San Gregorio Magno, fue un celoso reformador de la Iglesia, fue quien estableció reglas para el canto y ceremonias litúrgicas en la Iglesia y se tornó más conocido como el creador del Calendario Gregoriano. Además él fue también un gran estudioso de la vida de los santos y las Escrituras Sagradas.

San Gregorio Magno afirma que María Magdalena, María de Betania y María pecadora, citadas en el evangelio, son la misma persona. Por eso mismo es que Santa María Magdalena es, entre las mujeres, la que más tiene su nombre citado en los Santos Evangelios.

Ella nació en Magdala y vivió en el siglo I. Conoció a Nuestro Señor, fue contemporánea de Nuestra Señora, de los Apóstoles, de los primeros cristianos. «Y Lázaro (…) era su hermano.» (Jn 11, 1-2). Ella era hermana de Santa Marta y de Lázaro, a quien el Maestro Divino resucitó. «Lázaro había caído enfermo en Betania donde estaban María y su hermana Marta. María era quien ungiera al Señor con óleos perfumados y le secara los pies con sus cabellos» durante un banquete del cual Jesús participaba.

Ella escogió la mejor parte…

«Jesús andaba por las ciudades y aldeas anunciando la buena nueva del Reino de Dios. Los doce estaban con Él, como también algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios.» (Luc. 8,2)

La Magdalena fue la mujer a quien Jesús exorcizó. (Mr 16, 9). Después de eso, ella acompañaba a Jesús, agradecida, contemplando su divinidad, amando a Dios, santificándose. Santa María Magdalena tenía un alma admirativa y, por eso mismo, era una persona capaz de contemplar. En las principales citaciones que el Evangelio trae de ella su admiración por Nuestro Señor queda destacada. Y contemplar a Dios en la Persona de Nuestro Señor Jesucristo fue uno de los puntos altos de su vida.

Sin duda, ella ejercía tareas que estaban destinadas a las Santas Mujeres, con todo, en sus actividades ella buscaba dar más importancia al «Dios de las obras que a las obras de Dios»: ella había escogido la mejor parte… Esta afirmación está contenida en los Evangelios, son palabras del propio Nuestro Señor: «Jesús estaba en viaje, y entró a una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Marta tenía una hermana llamada María que se asentó a los pies del Señor para oírlo hablar. Marta toda preocupada con las tareas de la casa, vino a Jesús y dijo: ¿Señor no te importas que mi hermana me deje sola sirviendo? Dile que me ayude. Le respondió el Señor: «Marta, Marta, andas muy inquieta y te preocupas con muchas cosas; entretanto, una sola cosa es necesaria; María escogió la mejor parte, que no le será quitada». (Luc 10, 38-42)

Aunque todavía fuese una pecadora, ella ya había dado muestras de su elección por la admiración contemplativa. Eso quedó evidente en aquel banquete donde otras personas estaban con Jesús y no veían en él al Hijo de Dios, sino un hombre inteligente, astuto, tal vez predestinado y, como máximo, un profeta:

«Un fariseo invito a Jesús a ir comer con él. Jesús entró en su casa y se puso a la mesa. Una mujer pecadora de la ciudad, cuando supo que estaba en la mesa en casa del fariseo, trajo una copa de alabastro llena de perfume; y, estando a sus pies, por detrás de él, comenzó a llorar. Poco después sus lagrimas bañaban los pies del Señor, y ella los secaba con los cabellos, besándolos y los ungía con perfume. (Luc. 7, 36-38)

(Fuente: Sagrada Biblia – Editora Ave María – Sao Paulo – 2008)

El próximo Lunes: La Magdalena en el Calvario – María Magdalena encuentra al Resucitado

 

 

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