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Ciudad del Vaticano (Jueves, 15-10-2015, Gaudium Press) El Papa ha concedido una entrevista a Caroline Pigozzi, de la revista Paris Match. La conversación con el Papa solo es accesible en su integridad en la versión impresa de esta revista francesa. Pero ya diversos medios de comunicación destacan algunos apartes, realizan resúmenes, como por ejemplo Aleteia, de la cual tomamos la información que sigue.
Tras expresarse sobre la próxima cumbre del medio ambiente en París, y expresar su deseo que la misma «pueda contribuir a opciones concretas, compartidas y metas a largo plazo para el bien común», el Papa se refirió a algunos deseos que tiene, que no puede ver satisfechos:
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| Foto tomada de Twitter-Paris Match |
«Siempre he sido un sacerdote de calle» y ahora, «me gustaría caminar por las calles de Roma, ciudad muy hermosa». Y a la pregunta de la periodista de si le gustaría sencillamente ir vestido como un sacerdote respondió: «No he abandonado por completo mi clergyman debajo de la bata blanca».
«Me gustaría comer una buena pizza con amigos, pero yo sé que no es fácil, de hecho prácticamente imposible -admite Francisco-. Pero yo no echo de menos el contacto con la gente, veo más gente ahora que cuando estaba en Buenos Aires».
El Pontífice también hizo una interesante referencia al dinero y al sistema de capital. Ellos son malos si «se convierten en ídolos», reafirmando lo expresado en otras ocasiones, en el sentido de que no son condenables si «son herramientas. Por el contrario, si el bien común y la dignidad de los seres humanos pasan a un segundo nivel, si no tercero, si el dinero y las ganancias se convierten en fetiches para la adoración, entonces nuestras sociedades son devastadas. Los hombres y toda la creación no deben estar al servicio del dinero».
La periodista quedó emocionada con la acogida del Papa, su sencillez, su cercanía. «Emocionados por tanta simpleza y disponibilidad, casi nos olvidamos de que nos encontramos ante la personalidad más poderosa del mundo… Los momentos pasados con el Papa fueron tan excepcionales que el tiempo parecía no pasar. Por cierto, el Papa, con exquisita delicadeza tampoco miraba el reloj».
Con información de Aleteia
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