jueves, 28 de marzo de 2024
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"Lejos de Dios somos derrotados: la fe es nuestra victoria" – Papa Francisco

Ciudad del Vaticano (Viernes, 15-01-2016, Gaudium Press) Inspirado en la lectura del libro de Samuel propuesta por la liturgia de este jueves, el Papa Francisco inició su homilía en la misa matutina en la Casa Santa Marta comentando la derrota del Pueblo de Dios delante de los filisteos.

¿Qué llevó a la derrota?

Es una masacre enorme, comenta Francisco: el pueblo pierde todo y, además de perder la guerra, acabó por perder la dignidad.
«¿Qué llevó a esta derrota? «, preguntó el Papa.

El pueblo, recuerda Francisco, «lentamente se había alejado del Señor y vivía de modo mundano, con los ídolos que poseía». Iban al Santuario de Silo «como si fuese una costumbre cultural: habían perdido la relación filial con Dios. ¡No adoraban a Dios! Y el Señor los dejó solos». Hasta incluso el Arca de Dios era usada para vencer en la batalla, pero como si fuese una cosa «un poco mágica».

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Foto: L’Osservatore Romano

Ese pueblo se olvidaba que «en el Arca había la Ley, la Ley que ellos no respetaban y de la cual se habían alejado».

Había acabado aquella «¡relación personal con el Señor! Ellos se habían olvidado que Dios los había salvado. Y así, son derrotados: 30 mil israelíes muertos, el Arca de Dios es tomada por los Filisteos; «aquellos sacerdotes delincuentes que explotaban al pueblo en el Santuario de Silo», los hijos de Elí, mueren.

Por eso es que el Papa afirma:

Fue «Una derrota total», «un pueblo que se aleja de Dios acaba así»: tiene un santuario, pero el corazón no está con Dios, no sabe adorar a Dios:

«Cree en Dios, pero en un Dios medio ‘escondido, distante, que no entra en el corazón y usted no obedece sus Mandamientos. ¡Esta es la derrota!».

Transformando la derrota en victoria

Pero el Papa muestra que la liturgia trae, en el Evangelio, la historia de una victoria:

«En aquel tiempo, fue a Jesús un leproso que le suplicaba de rodillas – en un gesto de adoración – y le decía: ‘Si quieres, puedes purificarme’. Él desafía al Señor diciendo: yo soy un perdido en la vida. El leproso era un derrotado porque no podía vivir en común. Él era un ‘descartado’, puesto de lado. ¡Pero tú puedes transformar esta derrota en victoria! O sea: ‘Si quieres, puede purificarme’.

Delante de esto, muestra el Santo Padre, Jesús tuvo compasión, extendió la mano, lo tocó y le dijo: ‘Yo quiero. ¡Sed purificado! ‘.

Fue una batalla que llevó algunos minutos para llegar a la victoria. Diferentemente de la anterior que llevó a todo el pueblo a la derrota.
Aquel hombre tenía algo que lo llevó a ir a Jesús y lanzar aquel desafío. ¡Él tenía fe!».

‘Creo, Señor ‘, pero ayuda a mi poca fe’

«¡Nuestra fe vence, siempre!», prosiguió el Papa, «la fe es victoria. Como este hombre: ‘Si usted quiere, puede hacerlo’.

Los derrotados de la primera lectura rezaban a Dios, cargaban el Arca, pero no tenían fe, ellos la habían olvidado.

El hombre del Evangelio tenía fe. Y cuando usted pide con fe, -son palabras del propio Jesús- las montañas se mueven:
‘Todo lo que pidas al Padre en mi nombre, os será dado. Pedid y recibiréis; golpead y os será abierto’. Pero con fe. Y esta es nuestra victoria».

La fe es un don, recuerda Francisco, ella no se aprende en los libros. Es un don que el Señor le da, basta pedirla: ‘¡Dadme la fe!’. ‘Creo, Señor’, dijo aquel hombre que pedía a Jesús para que curase a su hijo: Pido Señor, ayuda a mi poca fe’.  Fue una oración hecha con fe y él fue curado… Pidamos al Señor, recomienda el Papa, la gracia de rezar con fe, para tener certeza de que todo lo que pedimos a Él será dado, con la confianza que nos da la fe. Esta es nuestra victoria: nuestra fe». (JSG)

 

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