viernes, 29 de marzo de 2024
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Hoy el Papa concluyó sus catequesis sobre la misericordia en el Antiguo Testamento

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 30-03-2016, Gaudium Press) Hoy, en la audiencia general en la que se realizó la última catequesis sobre la misericordia en el Antiguo Testamento, el Papa Francisco trató del salmo ‘Miserere’, el Salmo 51. El apelativo ‘Miserere’ fue colocado por la antigua tradición judía, para calificar la súplica de perdón a Dios, «precedida por la confesión de la culpa y en la cual el orante, dejándose purificar por el amor del Señor, se convierte en una nueva creatura, capaz de obediencia, de firmeza de espíritu, y de alabanza sincera».

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El acto penitencial del Salmo 51, es el buen final de un terrible pecado. «Conocemos bien los hechos. El rey David, llamado por Dios a pastorear el pueblo y a guiarlo por caminos de obediencia a la Ley divina, traiciona su propia misión y, después de haber cometido adulterio con Betsabé, manda asesinar al marido. ¡Un horrible pecado! El profeta Natán le revela su culpa y lo ayuda a reconocerlo. Es el momento de la reconciliación con Dios, en la confesión del propio pecado. ¡Y en esto David ha sido humilde, ha sido grande!», expresó el Pontífice.

La lectura del salmo es una invitación a repetir «los mismos sentimientos de arrepentimiento y de confianza en Dios que tuvo David cuando se había arrepentido y, a pesar de ser rey, se ha humillado si tener temor de confesar su culpa y mostrar su propia miseria al Señor, pero convencido de la certeza de su misericordia».

El Salmo 51 celebra la justicia y la santidad de Dios

«Quien ora con este Salmo busca el perdón, confiesa su propia culpa, pero reconociéndola celebra la justicia y la santidad de Dios. Y luego pide todavía gracia y misericordia. El salmista confía en la bondad de Dios, sabe que el perdón divino es sumamente eficaz, porque crea lo que dice». Al perdón de Dios todos debemos acudir, pues todos somos pecadores.

Entretanto, «con el perdón, nos hacemos creaturas nuevas, rebosantes de espíritu y llenos de alegría. (…) Nosotros, pecadores perdonados, que hemos recibido la gracia divina, podemos incluso enseñar a los demás a no pecar más».

El pecador siempre encontrará a Dios dispuesto a ayudarlo. «Cuando un niño cae, ¿Qué hace? Levanta la mano a la mamá, al papá para que lo levanten. Hagamos lo mismo. Si tú caes por debilidad en el pecado, levanta la mano: el Señor la toma y te ayudará a levantarte. Esta es la dignidad del perdón de Dios. La dignidad que nos da el perdón de Dios es aquella de levantarnos, ponernos siempre de pie, porque Él ha creado al hombre y a la mujer para estar en pie».

El Papa concluyó su meditación insistiendo en que todos tenemos necesidad del perdón de Dios, y que este perdón que Él siempre nos ofrece cuando lo pedimos, es el mayor signo de su misericordia. Obtenido el perdón, debemos compartirlo con los hermanos.

Con información de Radio Vaticano

 

 

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