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Santa Orosia, patrona de los endemoniados

Redacción (Jueves, 14-04-2016, Gaudium Press) Santa Orosia es la patrona de Jaca y su diocésis, en España. Se celebra su festividad el 25 de junio:

El cuerpo de la Santa mártir se venera en Jaca, y su cabeza en Yebra de Basa.

1.jpgLos atributos de Santa Orosia son la corona y el cetro real, por ser hija de príncipes y esposa de rey, además de la palma del martirio.

El ámbito de influencia e intercesión de Santa Orosia se centra en las catástrofes naturales tales como sequías, plagas y pestes, además de la liberación de los demonios y malos espíritus. No faltan en los milagros atribuidos a la Santa casos personales como curaciones, devoluciones de los sentidos, resurrecciones, etc., todos en la línea taumatúrgica de Cristo en los Evangelios.

A las montañas del Reino de Aragón, cristianizado por San Metodio en 880, llegó Santa Orosia -tras desposarse con Don Fortuño Ximénez, séptimo y último conde de Aragón- en compañía de su tío San Acisclo Obispo, su hermano San Cornelio y mucha comitiva real. Oyendo que los musulmanes habían invadido el reino, se retiraron todos a una cueva de los términos de Yebra, pero descubiertos por los sarracenos, su caudillo Aben Lupo, atormentó y dio muerte a San Acisclo primero y luego a San Cornelio y a toda la comitiva.

Todo esto ocurrió ante la presencia de la Santa para infundirle temor con el fin de que cediera su belleza, hermosura y rara discreción, a la lasciva infernal de aquél lobo carnicero. El jefe de estas tropas le propuso matrimonio a la joven princesa que, para no abandonar su Fé en Cristo se negó, tras lo cual fue martirizada.

Lleno de furor aquel lobo mandó cortar los brazos y aserrar después las piernas y cortar la sagrada cabeza de Orosia, y mandó que aquellas santas reliquias virginales fuesen arrojadas por el monte de Yebra, para pasto de las bestias.

Mientras la Santa era martirizada, sintió sed, que Dios atendió haciendo manar una fuente cristalina que aún perdura. Ocurrió todo esto por el año de 920. Los ángeles cuidaron de dar honorífico sepulcro a Santa Orosia y recogieron sus reliquias y las colocaron en singular monte. Aquí estuvieron escondidas, habiéndose perdido la noticia del soberano tesoro.

Unos 150 años después, en la madrugada del día 25 de junio de 1072, un ángel se apareció al pastor Guillén de Guasillo que guardaba su rebaño en las proximidades de Yebra de Basa, para revelarle la historia del martirio y la ubicación de las reliquias, que lo defenderían de los moros, mandándole que dejara la cabeza en Yebra y llevara el cuerpo a la Santa iglesia de Jaca, donde permanece incorrupto desprendiendo singular fragancia.

El primer milagro de Santa Orosia se produjo cuando el pastor, cumpliendo el mandato de la Virgen, se acercaba a Jaca portando las reliquias en su zurrón. Todas las campanas de la ciudad rompieron, solas, a tañer a gloria. Esta historia se puede contemplar en las pinturas al fresco que adornan la Capilla de Santa Orosia, recientemente descubiertos, en la Catedral de Jaca.

En ese año las montañas obtuvieron su mejor cosecha. En la cumbre de aquel dichoso monte de Yebra, y donde está la fuente referida, hay una ermita de Santa Orosia, y antes de llegar a dicho sitio se ve debajo de una peña, otra iglesia donde se conservan las reliquias de San Acisclo, San Cornelio y la real comitiva, todas revueltas.

Las reliquias están en una urna de plata que ocupa el centro del altar mayor. A ambos lados reposan los restos de San Indalecio, discípulo del Apostol Santiago y de San Félix y San Voto fundadores del Monasterio de San Juan de la Peña.

No se sabe como Santa Orosia se convierte en patrona de los endemoniados o «espirituados», como se les denomina en la zona, pero lo cierto es que hasta 1947, año en que el Obispo de Jaca prohibió su asistencia, la procesión reunía a los endemoniados de toda la redolada y hasta de la vecina región francesa del Bearn, donde Santa Orosia gozaba también de gran devoción.

Los pobres enfermos, en su mayoría mujeres, iban detrás de la urna, con los dedos atados con cordeles. Durante el recorrido aumentaba la tensión, llegando al paroxismo cuando la personoa enferma se situaba bajo las andas que sostenían la urna. En medio de terribles ataques nerviosos, si lograba romper las ataduras de sus dedos, se interpretaba que la Santa la había librado milagrosamente de los demonios que invadían su cuerpo.

Existe un reportaje fotográfico realizado por F. de las Heras en los años 1920 en donde se pueden apreciar imágenes de estos hechos que constituyen un documento de gran valor.

La procesión

Ahora la procesión, que se sigue celebrando el 25 de junio, conserva muchos de sus antiguos elementos. La formación de la procesión a la salida de la Catedral, en el gran pórtico románico es impresionante: Un abanderado abre paso, detrás los maceros del Ayuntamiento lucen antiguos trajes con los colores de Aragón, marchando al monótono ritmo de cornetas y timbales.

La urna de plata con las reliquias de la Santa va a hombros de los cofrades. Les preceden los danzantes de castañuelas, ataviados con trajes de calzón blancos adornados en azul, tocados con sombreros de cintas multicolores. Mientras interpretan las antiguas danzas a las órdenes del mayoral, llevan un clavel en la boca durante toda la procesión.

También los gastadores del Batallón de Alta Montaña de Jaca, escoltan a la Santa. Siguen los danzantes de paloteado que interpretan antiguas danzas guerreras al son del chiflo y el chicoten, curioso tambor de cuerdas. Los danzantes visten los tradicionales trajes de calzón y chaleco de color negro, adornados con mantones cruzados en la cintura y bandas de seda sobre el pecho.

El Obispo de Jaca, con los símbolos de su autoridad y rodeado del Cabildo, participa en la procesión así como las autoridades civiles y militares de la ciudad. Todo ello discurre por el pasillo formado por los romeros, alrededor de 60, ataviados con grandes capas pardas y que portan las cruces parroquiales de los pueblos a los que representan, todos ellos de los alrededores de Jaca.

Detrás, los jacetanos, muchos con trajes tradicionales, algunos con mejor intención que resultado, y la comunidad gitana de la ciudad, cuyas mujeres suelen ir descalzas en señal de devoción y respeto. Cierra la procesión la Banda Municipal. El recorrido finaliza en la Plaza de Biscós donde, en un templete levantado al efecto, el Obispo muestra a los fieles los mantos y reliquias de Santa Orosia para su veneración.

Esta procesión que sigue siendo un acontecimiento socio-religioso en la ciudad, tiene una presencia de espectadores foráneos testimonial cuando merecería una mayor resonancia: quizá el motivo sea que en el mismo día se celebra en Yebra de Basa la renombrada romería en honor de Santa Orosia, mucho más conocida.

Sin embargo esta procesión contiene, aparte de su significado religioso, elementos dignos de contemplar que nos retrotraen a tiempos pasados y también, una fecha ideal para empezar el Camino de Santiago desde la ciudad de Jaca.

Por Santiago Peña

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