jueves, 18 de abril de 2024
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Papa emite carta sobre el compromiso del laico en la vida pública

Ciudad del Vaticano (Martes, 26-04-2116, Gaudium Press) Hoy ha sido dada a conocer la Carta «Laicos en la vida pública, Iglesia y mundo», que el Papa Francisco envió al presidente de la Pontificia Comisión de América Latina (CAL), Cardenal Marc Ouellet, sobre el compromiso de los laicos en la vida pública. Es un documento firmado en la Solemnidad de San José, 19 de marzo, que retoma las reflexiones que el Santo Padre hizo el 4 de marzo pasado en la plenaria de la CAL.

El Pontífice recuerda en el documento que los pastores de la Iglesia se identifican en su misión de «mirar, proteger, acompañar, sostener y servir» a las ovejas. «Un padre no se entiende a sí mismo sin sus hijos». Recalca el Papa que un día los pastores fueron meros laicos: «todos ingresamos a la Iglesia como laicos».

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Es preciso considerar con madurez al laicado, evitando el «clericalismo». «El clericalismo lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como ‘mandaderos’, coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarios para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político», expresa el Papa. Un ejemplo del campo donde se debe expresar y favorecer la iniciativa del laico es en la esfera pública.

Alentar al laico en la vida pública

«¿Qué significa para nosotros pastores que los laicos estén trabajando en la vida pública? Significa buscar la manera de poder alentar, acompañar y estimular todo los intentos, esfuerzos que ya hoy se hacen por mantener viva la esperanza y la fe en un mundo lleno de contradicciones especialmente para los más pobres, especialmente con los más pobres».

En ese sentido es preciso evitar la «tentación de pensar que el laico comprometido es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las cosas de la parroquia o de la diócesis y poco hemos reflexionado como acompañar a un bautizado en su vida pública y cotidiana; cómo él, en su quehacer cotidiano, con las responsabilidades que tiene se compromete como cristiano en la vida pública». Por el contrario, «tenemos que estar al lado de nuestra gente, acompañándolos en sus búsquedas y estimulando esta imaginación capaz de responder a la problemática actual».

Dios sigue actuando, incluso en los ambientes difíciles de las grandes urbes. Es necesario ayudar a redescubrir esta presencia de Dios, «desde una mirada contemplativa, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas… Él vive entre los ciudadanos promoviendo la caridad, la fraternidad, el deseo del bien, de verdad, de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino descubierta, develada. Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero. (EG 71)»

El Papa también dirige su pensamiento a la Piedad Popular, importante manifestación de la realidad del laico. Ella «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción. Teniendo en cuenta esos aspectos, la llamamos gustosamente».

El Pontífice afirma también que la fe del pueblo bien orientada «manifiesta una genuina presencia» del Espíritu Santo, y pide confiar en la memoria y el «olfato» del pueblo, ciertos de que allí actúa el Espíritu, que «no es ‘propiedad’ de la jerarquía eclesial».

El Papa concluye su mensaje, pidiendo la preservación de dos «memorias», la del Jesucristo y su mensaje, y la de los antepasados, a quienes se debe la fe, que es «un regalo que nos ha llegado en muchos casos de las manos de nuestras madres, de nuestras abuelas. Ellas han sido, la memoria viva de Jesucristo en el seno de nuestros hogares. Fue en el silencio de la vida familiar, donde la mayoría de nosotros aprendió a rezar, a amar, a vivir la fe».

Con información de Radio Vaticano

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