viernes, 29 de marzo de 2024
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Francisco: "La corrupción es una forma de blasfemia"

Ciudad del Vaticano (Viernes, 25-11-2016, Gaudium Press) Ayer el Papa Francisco tuvo oportunidad de afirmar que la corrupción es una forma de «blasfemia». Además de eso alertó para lo que él denomina de «mundanidad», «que seduce a los grandes de la tierra».

Las palabras que muestran el pensamiento de Francisco fueron proferidas durante la Misa que él celebró ayer de mañana en la Capilla de la Casa Santa Marta, en el Vaticano.

Para el Papa, «la corrupción es una forma de blasfemia, el lenguaje de esta Babilonia, de esta mundanidad, es la blasfemia, Dios no está: está el dios dinero, el dios bienestar, el dios explotación», refirió Francisco observando que esa «civilización caerá y el grito del ángel es de victoria».

Apocalipsis

En esta homilía Francisco reflexionó sobre el pasaje del libro del Apocalipsis en la lectura sugerida para la liturgia de ayer cuando se recuerda el grito del ángel: «¡cayó Babilonia!». O sea, Babilonia, la ciudad «que sembraba la corrupción en el corazón de las personas» y lleva a todos «en el camino de la corrupción».

Aún en la homilía de la Casa Santa Marta, el Santo Padre agregó que «el imperio de la vanidad, del orgullo caerá, así como Satanás caerá».

Victoria y adoración

Para Francisco, en la lectura del día existe también la voz de la «adoración del pueblo de Dios que se salva», es el grito de la multitud, de un pueblo pecador que no es «corrupto» y transforma la alegría de la victoria en adoración.

En este contexto, el Papa recordó que para los cristianos «no es fácil adorar», son «buenos cuando rezan pidiendo alguna cosa», pero la oración de alabanza, «no es fácil hacerla».

Francisco recomendó:

«Debemos aprenderla ahora para no aprender con prisa cuando lleguemos allá». La belleza de la oración está cuando se dice apenas: «Vos sois Dios. Yo soy un pobre hijo amado por Vos».

Dios tiene su voz y «cuando habla al corazón es como un hilo de silencio sonoro». Y agregó también para encerrar que quien se reconozca pecador será invitado y destaca que cuando comienza «la destrucción de la soberbia, la vanidad» se aproxima a la «liberación». (JSG)

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