sábado, 20 de abril de 2024
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El Papa mostró como las circunstancias dramáticas pueden ser la ocasión para que los hombres conozcan a Dios

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 18-01-2016, Gaudium Press) En su catequesis de la Audiencia General de hoy, el Papa Francisco comentó la historia del profeta Jonás, aquel que quiso sustraerse a la vocación que Dios le tenía destinada. Dios envía a Jonás a predicar la conversión en Nínive, pero el profeta «trata de escapar de su misión y huye». Toda la historia está narrada en «un pequeño libro de sólo cuatro capítulos, una especie de parábola que contiene una gran enseñanza», el libro de Jonás, recordó el Papa.

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Capital del reino Asirio, engrandecida por Senaquerib, Nínive «ponía en peligro a la misma Jerusalén» y esto explica un tanto, el recelo del profeta Jonás con aquella ciudad. Lo cierto es que Jonás huye de Nínive.

«Durante su fuga, el profeta entra en contacto con algunos paganos, los marineros del navío en el cual se había embarcado para alejarse de Dios y de su misión. Y huye lejos, porque Nínive estaba en la zona de Irak y él huye a España, huye en serio. Y es justamente el comportamiento de estos hombres, como después será el de los habitantes de Nínive, que nos permite hoy reflexionar un poco sobre la esperanza que, ante el peligro y la muerte, se expresa en oración».

«Durante la travesía en el mar, se desata una fuerte tormenta, y Jonás baja a la bodega del barco y se queda dormido. Los marineros en cambio, viéndose perdidos, «invocaron cada uno a su dios», eran paganos (Jon 1,5). El capitán de la nave despertó a Jonás diciéndole: «¿Qué haces aquí dormido? Levántate e invoca a tu dios. Tal vez ese dios se acuerde de nosotros, para que no perezcamos» (Jon 1,6).
El peligro de muerte en el que se encontraban permite que el profeta no solo los salve de la tempestad, sino que los marineros «se abren al reconocimiento del verdadero y único Señor del cielo y de la tierra».

También, «los habitantes de Nínive, ante la perspectiva de ser destruidos, oraran, impulsados por la esperanza en el perdón de Dios. Harán penitencia, invocaran al Señor y se convertirán a Él, empezando por el rey, que, como el capitán del barco, da voz a la esperanza diciendo: «Tal vez Dios se vuelva atrás y se arrepienta, […] de manera que no perezcamos» (Jon 3,9). También para ellos, como para la tripulación en la tormenta, haber enfrentado la muerte y haber salido vivos los ha llevado a la verdad. Así, bajo la misericordia divina, y todavía más a la luz del misterio pascual, la muerte puede convertirse, como ha sido para San Francisco de Asís, en «nuestra hermana muerte» y representar, para todo hombre y para cada uno de nosotros, la sorprendente ocasión para conocer la esperanza y encontrar al Señor».

«Que el Señor nos haga entender esto, la relación entre oración y esperanza. La oración te lleva adelante en la esperanza y cuando las cosas se vuelven oscuras, más oración. Y habrá más esperanza», concluyó el Pontífice.

Con información de Radio Vaticano

 

 

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