jueves, 28 de marzo de 2024
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Roma prepara celebración en memoria del Beato Angélico, patrono de los artistas

Roma (Martes, 14-09-2017, Gaudium Press) Dicen que el pincel del Beato Fray Angélico era guiado por la mano de Dios. A diferencia de los artistas de su tiempo, sus obras están marcadas por el sello divino. Debido a que su legado, especialmente el artístico, sigue perdurando en el tiempo, la Diócesis de Roma rendirá un especial homenaje al beato fraile con la celebración de las vísperas solemnes el próximo 17 de febrero.

La conmemoración litúrgica será a las 18:30 horas en la Basílica de Santa María Sopra Minerva con la presencia de artistas y de quienes trabajan en el mundo de las artes. Será presidida por el Cardenal Agostino Vallini, Vicario del Papa para la Diócesis de Roma, y contará con la animación musical del Conservatorio de Música del Lacio.

El Beato

Con el nombre de cuna de Guido de Pietro, el Beato Angélico nació alrededor del 1390 en Mugello, en la Toscana italiana. Su santidad y fama se debe a que supo combinar su vida de fraile dominico con la de pintor, destacándose a principios del Renacimiento por mostrar en sus obras el ideal de la belleza ligado a lo divino, a lo trascendente, sello que distinguió sus pinturas frente a los artistas contemporáneos que planteaban otros ideales de belleza.

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La «Anunciación» de Fray Angélico / Foto: Gaudium Press.

No existen muchos datos sobre sus primeros años, pero se sabe que alrededor de 1417 estuvo vinculado con los talleres de Florencia, donde se formó como pinto y miniaturista.

Poco tiempo después, en 1420, junto con su hermano Benedetto, ingresa a la Orden de los Predicadores, al nuevo convento de Santo Domingo que los frailes Dominicos tenían en Fiésole, en la periferia de Florencia. Al recibir la profesión religiosa cambia su nombre de Guido a Fray Giovanny di San Domenico, comenzando también su formación sacerdotal. Allí el beato alterna de manera maravillosa su observancia a la Orden, sus estudios y su vocación artística innata, que materializa con la creación del taller y estudio de arte.

Es en este periodo, llamado «Fiesolano» -del 1425 al 1438- que pinta, entre muchas otras, dos de sus más preciosas obras: La «Anunciación: , que se encuentra hoy en el Museo del Prado; y la «Coronación», en el Museo de Louvre.

El Convento de San Marcos de Florencia y Roma

Tras vincularse a la nueva comunidad dominicana de San Marcos en Florencia, se hace discípulo de San Antonio de Florencia, prior del convento y cuya Suma de Moral, así como la Suma de Santo Tomás, le ofrecen a Fray Angélico el magisterio teológico-artístico que se refleja en sus obras posteriores.

Es en este tiempo, que va hasta 1445, cuando florece su inspiración artística, multiplicándose sus obras, sobre todo en el convento donde realiza sus conocidos frescos del Claustro, la Sala Capitular, los Pasillos y las Celdas.

Luego viaja a Roma, donde el Papa Eugenio IV le encarga la decoración muralista de la ya desaparecida Capilla del Santísimo Sacramento de la Basílica de San Pedro. Estando en la Cuidad Eterna le proponen ser Arzobispo de Florencia, pero declina a favor de San Antonio, su prior. En 1447 va a Orvieto, donde decora con sus frescos la Capilla de San Brizio, en la Catedral. Regresa a Roma para seguir sus trabajos en la Capilla Nicolina, donde elabora los frescos a San Esteban y San Lorenzo, que culmina en 1449.

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Los restos mortales del Beato Angélico se hallan en Santa Maria Sopra Minerva, Roma / Foto Gaudium Press.

Tras el fallecimiento de su hermano, el beato regresa a Fiésole, donde en 1450 es nombrado prior del Convento. Pocos años después, por solicitud del Cardenal Torquemada, regresa a Roma para decorar el claustro del convento de Minerva, donde fallece el 18 de febrero de 1455. Es en este lugar donde permanecen sus restos mortales.

Sobre el Fraile y artista se refieren los Dominicos en su sitio web, tomando las interpretaciones de Fray Domingo Iturgaiz, en su libro «Beato Angélico. Patrón espiritual de los artistas»: «Su aportación pictórica, a pesar de las connotaciones con otros maestros, se define por su personalidad religiosa, por su lirismo teológico transcendente, y por la carga espiritual que inyecta a sus protagonistas. Su lenguaje plástico contiene un proceso de maduración asequible al pueblo cristiano, pues todo lo narra con sencillez y trasparencia evangélicas. Su producción artística, en los diversos períodos de su vida, está marcada por esta dimensión didáctico-religiosa».

Con información de Diócesis de Roma y dominicos.org.

 

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