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La devoción a la Virgen María es un diferencial en la vida cristiana, dice Cardenal de Río de Janeiro

Río de Janeiro (Miércoles, 10-05-2017, Gaudium Press) «La devoción a la Virgen María, Madre de Dios, es sin duda un diferencial en nuestra vida cristiana, porque, lejos de desviar nuestra atención de Cristo, ella nos integra en el plan de salvación propuesto por Dios y realizado por su Hijo único, Jesucristo, que se encarnó y vino al mundo por medio de ella», afirma el Arzobispo de Río de Janeiro, Cardenal Orani João Tempesta, en su más reciente artículo titulado «La devoción a María».

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De acuerdo con Mons. Orani, «Nosotros celebramos las fiestas de María porque es Madre de Dios, porque nos dio al Salvador. Fue Dios que, en su infinita sabiduría y bondad, estableció que la redención de la humanidad aconteciese a través de su Hijo único nacido de una Virgen; y la Virgen escogida fue María. Ahora, si Dios, el Señor de todas las cosas, el Infinito y el Absoluto, no se avergonzó de escoger a María, y la hizo Llena de Gracia, para ser la Madre de su Hijo, ¿por qué habríamos nosotros, simples mortales, de negarnos a tener hacia ella una devoción toda especial?».

«Es bueno recordar además que nuestra devoción a María debe fundamentarse en la inspiración de sus virtudes y en el seguimiento de Cristo. Cuando Cristo dijo: ‘Si alguien quiere seguirme, renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga’ (Mt 16,24), Él se colocó como el primero y principal modelo a ser seguido. Si nos inspiramos en la fidelidad de María, en su amor a Dios y a los hermanos, con toda certeza ella nos presentará y conducirá por los caminos de su Hijo Jesús», escribe.

Al leer la Biblia, prosiguió el purpurado, «los Evangelios nos mostrarán que María, como la primera cristiana, vivió las virtudes de la Fe, la Esperanza y la Caridad. Antes de traer al Hijo de Dios en su seno, ya lo traía en el deseo de su corazón, pues como mujer judía esperaba y creía que Dios un día enviaría al Mesías. Como modelo de caridad, deja su casa y va a servir a Isabel, su prima de edad avanzada que está embarazada, permaneciendo con ella los tres meses finales (Lc 1,36;56), y todavía estando presente con la Iglesia que está naciendo y siendo perseguida. (At 1,14)».

«Fue modelo de una mirada de fe y de esperanza, sobre todo cuando, en la tormenta de la pasión del Hijo, conservó en el corazón una fe total en Él y en el Padre. Mientras los discípulos, envueltos por los acontecimientos, se quedaron profundamente abalados en su fe, María, aunque probada por el sufrimiento, permaneció íntegra en la certeza de que se realizaría la predicción de Jesús: ‘El Hijo del Hombre… al tercer día, resucitará’ (Mt 17, 22-23). Con esta mirada de fe y de esperanza, María alienta a la Iglesia y los cristianos a cumplir siempre la voluntad del Padre, que nos fue manifestado por Cristo y que, a través de su intercesión, seamos hombres y mujeres de Fe, de Esperanza y de Caridad», destaca el Arzobispo.

Mons. Orani aclara al decir que «el lugar de María en la liturgia se inserta en la celebración de la obra salvífica del Padre: el Misterio de Cristo. En este misterio se inserta la memoria de María como Madre de Cristo, celebrándose de forma explícita la íntima ligación que la Madre tiene de misterios de la salvación; María aparece asociada al Hijo en primer lugar en la Celebración Eucarística, cuando se invoca la memoria de la ‘siempre Virgen María, Madre de Dios y Señor Jesucristo’ (Oración Eucarística I), las memorias incorporadas por la liturgia de la Iglesia y aquellas que nacen de la experiencia de fe de las comunidades cristianas. De la tradición perenne y viva de la fe de la Iglesia se cogen las más significativas expresiones de la piedad y devoción marianas. (Cfr. Marialis Cultus 9-15)».

Por último, el purpurado rememora que tendremos durante todo este año celebraciones diversas en honra a la Bienaventurada Virgen María.

«Este año tenemos la gracia de celebrar los 300 años del encuentro de la Imagen de Nuestra Señora Aparecida en el Río Paraíba del Sur, jubileo nacional de la Virgen María, y los cien años de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima a los pastorcitos. En María, la Iglesia evoca y celebra la propia vocación. Pidiendo por la paz, invitamos a todos nuestros diocesanos a rezar el Rosario en público en esos bendecidos días de mayo de este Año Mariano», concluyó el Cardenal de Río de Janeiro. (LMI)

De la redacción de Gaudium Press, con informaciones de la Arquidiócesis de Río de Janeiro

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