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Las religiosas de la ‘lavanda ecológica’, en Francia

Montélimar (Viernes, 04-08-2017, Gaudium Press) Son dominicas que allí están desde 1956. En el Monasterio de la Claridad de Nuestra Señora, en el departamento de Drôme, Francia, se respira un ambiente de santidad y de trabajo. Muros gruesos, fueron en tiempos idos una fábrica de producción de seda. Encima de la pesada puerta de madera de la entrada, la divisa de la Orden «Laudare, Benedicere, Praedicare»: Alabar, Bendecir, Predicar. Hoy ellas predican también con su producción ecológica.

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A las doce monjas las ayudan en sus labores huéspedes temporales que buscan un contacto más estrecho con Dios, como Aline, que allá está por tercera vez. Tras el rezo del Oficio de la mañana, y la atenta participación en la misa, Aline espera que se le asigne el trabajo del día. Antes había recogido cerezas, hoy deshojará la menta.

«En el 2007, estábamos buscando trabajo, dice la hermana Dominique. Nuestras tierras estaban disponibles, habíamos cerrado nuestro taller de encuadernación. Se nos propuso hacer té orgánico». La Cámara de Agricultura local les sugirió ponerse en contacto con Pierre Rabhi, un pionero de la agricultura ecológica en Francia. Él les dio asesoría y rápidamente uno de los secretos de este tipo de explotación: ver lo que crece de forma natural en casa.

Embarcarse en la agricultura ecológica fue para las hermanas una apuesta riesgosa porque «la tierra estaba muerta a fuerza de pesticidas». Durante un año la mimaron, pues bien tenían claro que «en la ecología, en primer lugar nos ocupamos de la tierra y luego de la planta». Al mismo tiempo, la comunidad se introdujo en el estudio de las plantas medicinales, crearon una marca que hoy es de prestigio, Claridad Provenza, y se propusieron productos de calidad «por respeto a la persona que compra».

Hoy, el romero, el tomillo, el toronjil, un tipo especial de ‘pimienta’, la lavanda, se expanden vigorosas sobre los terrenos. Y son muy apreciadas, porque las religiosas son más que expertas en cultivos orgánicos. Sus abonos son orgánicos, el desyerbe es manual, hacen control de plagas natural, entienden la importancia de coincidir con los ciclos lunares, crean ambientes propicios para la subsistencia de los insectos necesarios a la vida vegetal, tienen en fin un contacto con la naturaleza no mecánico.

Producen pues tisanas, pero también aceites esenciales, e ‘hydrolats’, extractos de las plantas obtenidos por vaporización (destilación) que tienen muchos usos, como por ejemplo el extracto de romero que remueve suciedad, o el extracto de lavanda que desinfecta, o los aceites para el rostro o la piel, o para limpiar heridas.

Pero sobre todo siguen su apostolado. Con nota dominica, predicando por la palabra, y también por el ejemplo.

Con información de Famille Chrétienne

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