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Obispo brasileño explica el origen de la celebración de Corpus Christi

Redacción (Miércoles, 30-05-2018, Gaudium Press) La Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo tuvo su origen, conforme el presidente de la Comisión para la Liturgia de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil (CNBB) y obispo de Libramiento de Nuestra Señora, Mons. Armando Bucciol, en un tiempo en que reflorecía el culto a la Divina Eucaristía, entre los siglos XI y XII, siendo la ciudad de Liège, en Bélgica, el centro propulsor.

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De acuerdo con Mons. Armando, la beata Juliana de Rétine, del monasterio de Monte Cornelio, tuvo un gran papel en esta historia, una vez que en 1208 tuvo una primera visión, que fue interpretada como si faltase una solemnidad en honra del Santísimo Sacramento.

Luego, vino el apoyo del director espiritual de la religiosa, Juan de Lausanne, canónigo de Liège, de Ugo de San Caro, en seguida cardenal, y de Tiago Pantaleone, archidiácono de la ciudad belga y futuro Papa Urbano IV.

La celebración de la fiesta en honra del Corpus Domini (Cuerpo del Señor), prosiguió Mons. Bucciol, comenzó por la insistencia de Juan de Lausanne junto al obispo Mons. Roberto de Thorote, que a su vez, aceptó la propuesta, y así, en 1246, después de la fiesta de la Santísima Trinidad, la celebración ocurrió en el municipio de Liège.

«Urbano IV demoró antes de proponer la celebración de la fiesta a la Iglesia universal. Un hecho, tal vez fue el incentivo para tomar la decisión, el milagro de Bolsena, una hostia sangrando en las manos de un padre que dudaba de la presencia eucarística», contó.

En junio de 1264, el Pontífice acogió el corporal ensangrentado de Bolsena. En el mismo año, el día 11 de agosto, él instituyó la fiesta para toda la Iglesia, publicando la Bula «Transiturus», que recordaba también la visión de la beata Juliana.

En seguida, el Papa celebró la fiesta en la ciudad de Orvieto, con solemnidad y participación de millares de fieles locales. «Con rapidez, comenzando por diversas ciudades de Bélgica, de Francia, de Alemania e Italia, la celebración se expandió. La súbita muerte del papa Urbano, el 2 de octubre de 1264 impidió que la celebración tuviese mayor y más repentina difusión», relató Mons. Armando.

Siguiendo con la historia, el presidente de la Comisión para la Liturgia de la CNBB recordó que, en el año 1314, el Papa Clemente Vconfirmó la Bula de Urbano IV y, después, con el Papa Juan XXII, la fiesta fue acogida por toda la Iglesia Católica, gracias, principalmente, al incentivo oriundo de los monasterios.

La procesión

«En la Bula del Papa Urbano, no se habla, de forma explícita, de la procesión. El texto pontificio, sin embargo, es tan solemne que parece desear que suceda. Los historiadores observan que el sorprendente y espontáneo fervor popular, rápidamente, tornó la celebración siempre más acogida, al punto que, a mediados del siglo 14, la fiesta, con la procesión, es celebrada en la Iglesia toda».

Sobre la Procesión Eucarística, Mons. Armando Bucciol destacó que este evento era, al inicio, facultativo, viniendo a tornarse, con el pasar del tiempo, «el elemento más solemne de la celebración, con el apoyo del clero y la participación del pueblo».

«Las crónicas de la época relatan que el Santísimo es llevado en procesión, al inicio, dentro de relicarios, junto con las reliquias del Santo de la Ciudad, o en cálices o píxides. En algunos lugares, eso continuará hasta el siglo 18, cuando se encuentra la prohibición de juntar, en la procesión, la Eucaristía con las reliquias de los santos», dijo.

Según el obispo, «la devoción eucarística es alimentada por la presencia de numerosas Cofradías del Santísimo Sacramento, que nacen ya en el siglo XIII y se multiplican en el siglo XIV».

La procesión de Corpus Christi, en la visión de Mons. Bucciol, es la que se tornó la más participativa, por parte de los fieles, y solemne, a pesar de las limitaciones y ambigüedades que comporta tal manifestación popular.

«Las raíces de la ambigüedad se encuentran además al inicio. En la época, el deseo de ‘ver la hostia’ era considerado como el acto de fe más importante, mientras el sentido de la comunión al Cuerpo del Señor se había casi perdido. Solamente en tiempos más recientes se retoma, en la teología y la vida cristiana, la centralidad de la celebración eucarística; en ella, de hecho, el culto a la divina Eucaristía debe encontrar su fundamento. Si se suelta de su naciente, las sagradas especies pierden la unión con el misterio pascual, memorial de la pasión, muerte y resurrección del Señor».

Siempre referencia a la eucaristía

En los tiempos actuales, la Iglesia recomienda a los fieles que el culto eucarístico manifieste dependencia y referencia a la celebración. Además, durante la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, la procesión debe ser «una señal de fe y de adoración de la comunidad».

«Se recomienda que la hostia a ser llevada en procesión sea consagrada en la misma misa; los cantos y las oraciones deberán contribuir para que todos manifiesten su fe en Cristo, atentos solamente al Señor. Así, la procesión se tornará un verdadero testimonio del Señor que continúa ‘en medio de nosotros’ y, por la fe de los discípulos, señal de su presencia en nuestra vida del día-a-día», concluyó Mons. Armando. (LMI)

De la redacción de Gaudium Press, con informaciones de la CNBB.

 

 

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