martes, 23 de abril de 2024
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A los profesionales de la salud: cuidar de los enfermos abre nuestro corazón, dice el Papa

Ciudad del Vaticano (Martes, 02-10-2018 Gaudium Press) El Papa Francisco recibió ayer a los participantes del IV Seminario de Ética en la gestión de Servicios de Salud organizado por la Pontificia Academia para la Vida.

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El encuentro contó con la presencia de Mons. Alberto Bochatey, Obispo Auxiliar de La Plata y presidente de la Comisión de Salud de la Conferencia Episcopal Argentina y del señor Cristian Mazza, presidente de la Fundación «Consenso Salud».

En la ocasión el Papa afirmó a los presentes que «el cuidado de nuestros hermanos abre nuestro corazón para acoger un don maravilloso» y comentó con sus oyentes que estamos viviendo una época marcada por la crisis económica que lleva a innúmeras dificultades en el atendimiento de los pacientes, en el desarrollo de la ciencia médica y el acceso a las terapias y remedios.

Dentro de este contexto actual, Francisco indicó tres palabras para servir de reflexión: milagro, cuidado y confianza.

Milagro

«Un milagro -dijo el Papa- no es hacer lo imposible, el milagro es encontrar en el enfermo, en el desamparado que tenemos delante de nosotros, un hermano.

Somos llamados a reconocer en el enfermo el receptor de las prestaciones de inmenso valor de su dignidad como ser humano, como hijo de Dios».

Valorar la dignidad del ser humano, dice Francisco, por si solo no «desata todos los nudos», pero creará disposición para desatarlos en la medida de nuestras posibilidades llevando a un cambio interior y de mentalidad en nosotros mismos y en la sociedad.

El Pontífice además subrayó que «el principio inspirador de este trabajo debe ser absolutamente la búsqueda del bien. Y este bien no es un ideal abstracto, sino una persona concreta, un rostro, que muchas veces sufre». «Sean valientes y generosos en las intenciones, planes, proyectos y en el uso de los medios económicos y técnicos-científicos», agregó.

Cuidado: cuidados paliativos y eutanasia

Sobre este punto el Papa dijo que cuidar de los enfermos no es simplemente la aplicación aséptica de medicamentos o terapias apropiadas. El verbo latín «curare» quiere decir atender, preocuparse, cuidar, ser responsable por el otro, por el hermano. ¡El enfermo necesita sentirse amado!

«Este cuidado debe tener mayor intensidad en los cuidados paliativos», por atravesar en este momento una fuerte tendencia a la legalización de la eutanasia; sabemos cuán importante es un acompañamiento sereno y participativo.

«Cuando el paciente terminal se siente amado, respetado y aceptado, la sombra negativa de la eutanasia desaparece o es casi inexistente, pues el valor de su ser se mide por su capacidad de dar y recibir amor y no por su productividad», agregó.

Confianza: responsabilidad y lealtad

Hablando de la tercera «la Confianza», fue claro el Papa afirmando que en el contexto de cuidados de los enfermos es confianza que puede ser distinguida en varios ámbitos. Antes que nada, la confianza del propio enfermo en sí mismo, en la posibilidad de curarse que garantiza buena parte del éxito de la terapia. Enseguida el Papa se refiere a los trabajadores sanitarios:

«Es importante para el trabajador del área de la salud poder realizar sus funciones en un clima de serenidad, estando consciente de que está haciendo lo correcto, lo humanamente posible en función de los recursos disponibles».

Y continuó con su pensamiento: «No hay duda que colocarse en las manos de una persona, principalmente cuando la vida está en juego, es muy difícil; la relación con el médico o el enfermero siempre se basó en la responsabilidad y la lealtad».

Francisco alertó a los riesgos de que la burocracia y la complejidad del sistema de salud alteren la estrecha relación paciente/médico-enfermeros y pueda tornarse un simple «término del contrato», interrumpiendo de esta manera esta confianza.

Burocracia – Contrato – Confianza

Al concluir sus palabras en la mañana de ayer, el Pontífice dijo que «tenemos que luchar para mantener íntegro este vínculo de profunda humanidad, pues ninguna institución asistencial puede por sí substituirse al corazón humano».

«Por tanto la relación con el enfermo exige respeto en su autonomía y gran disponibilidad, atención, comprensión, complicidad y diálogo, para ser expresión de un compromiso asumido como servicio» (JSG)

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