Para penetrar en las profundidades de la modificaci\u00f3n psicol\u00f3gica que el Renacimiento trajo al alma humana, es necesario recordar la noci\u00f3n de trascendencia: la especial superioridad que tiene una cosa sobre otra, por el hecho de ser intr\u00ednsecamente de mayor calidad. Por ejemplo, una planta trasciende la piedra, que es de naturaleza mineral; el animal trasciende a la planta, y el hombre, animal-racional, trasciende al simple animal.<\/span><\/p>\nDe todas las criaturas terrestres, el hombre es el \u00fanico capaz de pensar y, mediante el razonamiento, llegar a comprender su trascendencia respecto de los seres inferiores a \u00e9l, la posibilidad de la existencia de un orden de seres que lo trasciend<\/span>e<\/span> a \u00e9l y <\/span>que le es<\/span> muy superior.<\/span><\/p>\nDe esta manera, <\/span>\u00e9l <\/span>llega a la idea de un Dios en quien todas las cualidades, perfecciones y excelencias pueden existir de manera personificada y absoluta.<\/span><\/p>\nEn el hombre hay una especie de sed insaciable de algo m\u00e1s perfecto, m\u00e1s elevado, m\u00e1s trascendente. Debido a su inteligencia puede vislumbrar otros mundos, otras realidades, otros firmamentos, que normalmente no tiene ante s\u00ed.<\/span><\/p>\nAhora bien, todo lo que el hombre pueda imaginar de <\/span>un <\/span>orden m\u00e1s bello, superior y extraordinario, resplandece, por as\u00ed decirlo, en la adorable Persona de Nuestro Se\u00f1or Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, en quien residen por excelencia todas las perfecciones imaginables.<\/span><\/p>\nAdem\u00e1s de Jesucristo, tenemos a la Iglesia Cat\u00f3lica, su Esposa M\u00edstica.<\/span><\/p>\nCuando entramos en un templo construido en un estilo genuinamente cat\u00f3lico y escuchamos el sonido de un hermoso \u00f3rgano, o seguimos la Liturgia que all\u00ed se desarrolla en toda su pompa y esplendor, sentimos a nuestro alrededor el calor de la piedad de todos los fieles reunidos, que asciende a los cielos.<\/span><\/p>\nEste conjunto de cosas transporta nuestro esp\u00edritu mucho m\u00e1s all\u00e1 de las realidades terrenas. Esta noci\u00f3n de trascendencia estuvo presente, de manera muy particular, en el alma medieval.<\/span><\/p>\nBeatos Fra Angelico, Rafael y Miguel \u00c1ngel<\/span><\/b><\/p>\nLo que verdaderamente caracteriza el per\u00edodo del Renacimiento es la ausencia<\/span><\/p>\nvisi\u00f3n casi completa de esta concepci\u00f3n predominante en la Edad Media. En lugar de buscar siempre un orden superior, viendo todas las cosas a la luz de un anhelo de ese orden, el hombre del Renacimiento s\u00f3lo comprende lo que puede ver y sentir de forma natural. Corta la tendencia hacia lo trascendental, y s\u00f3lo le interesa permanecer dentro del estricto terreno de la naturaleza.<\/span><\/p>\nUn retrato fiel de hombres que conc<\/span>eb\u00edan<\/span> una esfera superior de las cosas aparece en las pinturas del Beato Fra Ang\u00e9lico, quien, por su esp\u00edritu, es caracter\u00edsticamente un artista medieval, aunque vivi\u00f3 durante el Renacimiento.<\/span><\/p>\nDetalle de la Anunciaci\u00f3n de Fra Angelico<\/p><\/div>\n
En sus pinturas representa personas imbuidas de una luz, una claridad, una ligereza que no existe en la vida real, y que nos habla de un orden trascendente.<\/span><\/p>\nOtro ejemplo. En las figuras de personas trabajando, talladas en los portales o representadas en los vitrales de las catedrales medievales, se puede ver que son individuos con un esp\u00edritu poblado de ideas de orden superior, lo que les confiere dignidad, equilibrio, recogimiento y total preponderancia del alma sobre el cuerpo.<\/span><\/p>\nEn las obras de arte del Renacimiento todo nos habla s\u00f3lo de esta vida y de esta naturaleza.<\/span><\/p>\nVirgen de la Silla, de Rafael – Foto: Wikipedia<\/p><\/div>\n
Si analizamos una figura humana, como una Virgen de Rafael, veremos que personifica a una dama muy gentil, dotada de un genio excelente, de costumbres muy puras, de modales agradables, pero que no da la impresi\u00f3n de un <\/span>ser<\/span> celestial. Nos da la idea de una persona espl\u00e9ndida <\/span>de<\/span> esta Tierra.<\/span><\/p>\nEn el \u201cMois\u00e9s\u201d de Miguel \u00c1ngel encontraremos el mismo fen\u00f3meno. La escultura nos presenta a un italiano potente, inteligente y capaz, <\/span>que despliega<\/span> una enorme personalidad. Pero nada nos hace sentir el Mois\u00e9s de la Biblia, el hombre que ba\u00f1\u00f3 sus ojos de una claridad sobrenatural y tuvo contacto con un orden que trasciende al hombre.<\/span><\/p>\nDeseo desenfrenado de disfrutar la vida<\/span><\/b><\/p>\nIncluso al pintar o representar escenas sobrenaturales, el Renacimiento s\u00f3lo reflejaba la naturaleza, excluyendo por completo los valores trascendentes, sobrenaturales y la existencia eterna.<\/span><\/p>\nSi s\u00f3lo existe la naturaleza que nos rodea, inevitablemente llegamos a la conclusi\u00f3n de que lo \u00fanico que <\/span>ella <\/span>presenta <\/span>de <\/span>s\u00f3lido, disfrutable, son los sentidos. Se trata, por tanto, de disfrutarlos al m\u00e1ximo.<\/span><\/p>\nEsta posici\u00f3n naturalista del hombre del Renacimiento tuvo, como consecuencia, un deseo desenfrenado de disfrutar de la vida en todos los sentidos y por todos los poros. Y \u00e9ste es otro de los rasgos m\u00e1s llamativos del Renacimiento.<\/span><\/p>\nHay varias maneras de disfrutar la vida. El tipo m\u00e1s com\u00fan es el del hombre de buen humor, que busca la alegr\u00eda cortesana con el sonido de la mandolina, el la\u00fad y, m\u00e1s tarde, el clavec\u00edn.<\/span><\/p>\nJunto a esto, existen personas melanc\u00f3licas que cumplen este deseo a trav\u00e9s de una vida en la que el llanto y los lamentos juegan un papel importante. Les gusta hacer de sus d\u00edas en esta tierra un gran drama.<\/span><\/p>\nPensar como fuente de diversi\u00f3n<\/span><\/b><\/p>\nEs importante se\u00f1alar que, para el hombre del Renacimiento, disfrutar de la vida presupone, ante todo, inteligencia. No se le habr\u00eda ocurrido disfrutarlo usando desordenadamente el m\u00f3vil y bebiendo Coca-Cola, como en nuestros tiempos.<\/span><\/p>\nHeredera de la capacidad intelectiva existente en la Edad Media, comprendi\u00f3 la satisfacci\u00f3n superior que se encuentra en pensar y le gustaba analizar, comparar y juzgar.<\/span><\/p>\nEl hombre del Renacimiento, sin embargo, entend\u00eda el pensamiento como una fuente de diversi\u00f3n. Buscaba el placer de realizar razonamientos brillantes, decir frases hermosas, hacer agradables excursiones a un orden superior de cosas.<\/span><\/p>\nAbandonando el gusto por las ideas claras y ordenadas propias de la escol\u00e1stica, surgi\u00f3 el llamado \u201cesp\u00edritu bello\u201d, que no era el del sabio, sino el del chispeante, que ya no ten\u00eda deseos serios de conocer la verdad.<\/span><\/p>\nComo resultado de la concepci\u00f3n naturalista de la vida del hombre del Renacimiento, el cultivo de los valores de la inteligencia constitu\u00eda para \u00e9l una cuesti\u00f3n de honor.[1]<\/span><\/p>\nApagando la luz de la raz\u00f3n<\/span><\/b><\/p>\nEl proceso revolucionario, iniciado en el Renacimiento, ha llegado hoy al paroxismo en el campo intelectual, por ejemplo.<\/span><\/p>\nComo predijo el <\/span>prof<\/span>. Plinio Corr\u00eaa de Oliveira en 1974, la humanidad fue afectada por el <\/span>apagamiento<\/span> del <\/span>lumen rationis<\/i><\/span>, es decir, la luz de la raz\u00f3n, el fen\u00f3meno m\u00e1s terrible ocurrido en la Historia, desde la muerte de Nuestro Se\u00f1or Jesucristo.<\/span><\/p>\n\u201cEs la luz del sentido com\u00fan, del equilibrio natural \u2013antes herencia de cualquier persona, ya sea vendedor, lustrabotas o verdulero\u2013 la que hoy se apaga, dando lugar a un estado psicol\u00f3gico en el que todas las contradicciones, inconsistencias y absurdos son ingerid<\/span>s<\/span>o con una normalidad que merece el nombre de cinismo\u201d.<\/span><\/p>\nEste fen\u00f3meno sin precedentes traer\u00eda como consecuencia \u201cuna preparaci\u00f3n monumental y, a su manera, dram\u00e1tica y majestuosa a todo desorden, a todo error y a todo mal\u201d.[2]<\/span><\/p>\nPor Paulo Francisco Martos<\/span><\/i><\/p>\nNociones de H<\/span>istoria de la Iglesia<\/span><\/p>\n_<\/span>__<\/span><\/p>\n[1] Cf. CORR\u00caA DE OLIVEIRA, Plinio. Na Renascen\u00e7a, dom\u00ednio do natural e do terreno. In Dr. Plinio. S\u00e3o Paulo. Ano III, n. 23 (fevereiro 2000), p.12-16.<\/span><\/p>\n[2] CL\u00c1 DIAS, Jo\u00e3o Scognamiglio, EP. O dom de sabedoria na mente, vida e obra de Plinio Corr\u00eaa de Oliveira. Cidade do Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; S\u00e3o Paulo: Instituto Lumen Sapientiae. 2016, v. IV, p. 477-478.<\/span><\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"Como resultado de la concepci\u00f3n naturalista de la vida del hombre del Renacimiento, el cultivo de los valores de la inteligencia constitu\u00eda para \u00e9l una cuesti\u00f3n de honor. 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