{"id":173158,"date":"2024-06-04T15:17:16","date_gmt":"2024-06-04T20:17:16","guid":{"rendered":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/?p=173158"},"modified":"2024-06-04T15:17:43","modified_gmt":"2024-06-04T20:17:43","slug":"gozo-de-la-vida-y-perdida-del-sentido-de-trascendencia","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/content\/gozo-de-la-vida-y-perdida-del-sentido-de-trascendencia\/","title":{"rendered":"Renacimiento: Gozo de la vida y p\u00e9rdida del sentido de trascendencia"},"content":{"rendered":"

El ideal del hombre del Renacimiento era tener una salud de hierro, un cuerpo espl\u00e9ndido. Pero la noci\u00f3n de santidad iba desapareciendo.<\/i><\/span><\/p>\n

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Foto: Wikipedia<\/p><\/div>\n

Redacci\u00f3n (04\/06\/2024, <\/b><\/span>Gaudium Press<\/b><\/span><\/a><\/u><\/span>)<\/b><\/span> La concepci\u00f3n naturalista de la vida que pose\u00eda el hombre del Renacimiento no se restring\u00eda al esp\u00edritu. Tambi\u00e9n f\u00edsicamente <\/span>\u00e9l juzgaba<\/span> que deber\u00eda ser perfecto. Su ideal era tener una salud de hierro, un cuerpo espl\u00e9ndido, ser un gran cazador, matar jabal\u00edes como quien mata hormigas, saltar de su caballo, encontrarse con una dama, hacer una reverencia y cantar un madrigal.<\/span><\/p>\n

Despu\u00e9s de un fest\u00edn abundante, <\/span>ir<\/span> a <\/span>danz<\/span>ar como si no hubiera comido nada. Y por la noche, d<\/span>ormir<\/span> tranquilo. \u00c9ste es el tipo cl\u00e1sico de hombre del Renacimiento.<\/span><\/p>\n

Casi todos los monarcas de Francia de aquella \u00e9poca eran grandes cazadores, excelentes guerreros, espl\u00e9ndidos bailarines, excelentes conocedores de todo tipo de literatura y, en sus tiempos libres, tambi\u00e9n reyes.<\/span><\/p>\n

Adem\u00e1s, deb\u00edan ser falsos, dominantes y severos, pero, parad\u00f3jicamente, indulgentes con ciertos vicios. \u00c9sta era la imagen del rey perfecto.<\/span><\/p>\n

V<\/span>ersi\u00f3n femenina del monarca, all\u00ed estaba la reina perfecta: majestuosa, bella, distinguida, inteligente, descarada y vanidosa. No se le exig\u00eda que cuidara de los pobres, como lo hac\u00eda Santa Isabel de Hungr\u00eda, ni que fuera una buena ama de casa, que era trabajo de sirvienta. <\/span>Era<\/span> suficiente que se convirtiera en una excelente <\/span>porcelana<\/span> de sal\u00f3n.<\/span><\/p>\n

Lo mismo deber\u00eda ocurrir, a su manera, en todos los niveles de la estructura social.<\/span><\/p>\n

Vida festiva, alegre y luminosa<\/span><\/b><\/p>\n

En resumen, el hombre del Renacimiento es un tipo brillante, inteligente, conversador, que tiene la obligaci\u00f3n permanente de re\u00edr.<\/span><\/p>\n

Hay diferentes maneras de re\u00edr e incluso se podr\u00eda hacer historia a trav\u00e9s de la risa: la risa discreta, la risa vulgar, la risa coja… La del hombre del Renacimiento tendr\u00eda que ser una risa ol\u00edmpica, plateada, llena de orgullo y condescendencia, que <\/span>saliese de<\/span> los labios como una canci\u00f3n y res<\/span>onase<\/span> agradablemente a trav\u00e9s de candelabros y espejos, sin caer al suelo.<\/span><\/p>\n

Los cuadros que nos leg\u00f3 el Renacimiento est\u00e1n llenos de esto: una actitud superior, altiva, desde\u00f1osa y optimista ante la vida.<\/span><\/p>\n

Como reflejo de este culto al brill<\/span>o<\/span> personal, los salones adquirieron cada vez m\u00e1s aspectos festivos, que alcanzaron su apogeo en el estilo rococ\u00f3, surgido en el siglo XVIII.<\/span><\/p>\n

Esos hombres no pod\u00edan comprender una superficie lisa. Hab\u00eda que aprovechar cada mil\u00edmetro: angelitos, cupidos, flores, frutos, cornucopias. Ya no se conocen l\u00edneas rectas; <\/span>imperaban<\/span> las curvas.<\/span><\/p>\n

Por otro lado, los colores son cada vez m\u00e1s delicados, y, en el rococ\u00f3, aparecen rosas muy delicados, azules casi blancos y verdes agua.<\/span><\/p>\n

Adem\u00e1s, la actitud del hombre ante la vida es siempre m\u00e1s festiva, alegre y luminosa. En esto podemos ver lo m\u00e1s caracter\u00edstico del alma renacentista.<\/span><\/p>\n

La noci\u00f3n de santidad desaparece<\/span><\/b><\/p>\n

Naturalmente, en medio de todo esto, la noci\u00f3n de santidad deja de existir. Todos los hombres, sin embargo, tienen cosas que consideran ideales.<\/span><\/p>\n

Y los tipos representativos de la sociedad, en lugar de ser santos, se convierten en personas dotadas de lo que el Renacimiento llam\u00f3 \u201cvirtud\u201d, y lo que el hombre de los siglos XVII y XVIII vino a llamar \u201chonestidad\u201d.<\/span><\/p>\n

La \u201cvirtud\u201d, tal como la entend\u00edan, ya no se encuentra en la persona buena que camina hacia su verdadero prop\u00f3sito, sino en aquella capaz de ganar las grandes carreras de la vida.<\/span><\/p>\n

Esta forma de ser tiene una curiosa repercusi\u00f3n pol\u00edtica. Al tomar como principio que el hombre completo es poderoso y dominante, todo soberano, para ser perfecto, debe necesariamente colocar su gloria en la guerra, que aparece, para el Renacimiento, no como un desastre, sino como una forma de realizar este ideal.<\/span><\/p>\n

Por tanto, el conflicto armado ya no ser\u00e1 un acto que pueda implicar pecado (<\/span>de hecho, <\/span>la guerra injusta lo es), sino una aventura brillante y casi un acto social donde, guiado por el optimismo, uno tiene m\u00e1s o menos certeza de <\/span>que <\/span>no <\/span>va a <\/span>morir.<\/span><\/p>\n

El rey no ser\u00eda digno de <\/span>su cargo<\/span> si no iba a la batalla seguro de la victoria. Por ello, va a la guerra llev\u00e1ndose la corte, las damas, vajillas de oro, cubiertos, manteles de seda y encaje, e incluso una orquesta.<\/span><\/p>\n

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Cuando lleva a cabo un gran asedio, todas las damas, esposas y novias de los oficiales apreciar\u00e1n, desde cierta distancia, las hermosas haza\u00f1as.<\/span><\/p>\n

Los enfrentamientos adquieren el aspecto de una bella cabalgata, en la que el rey <\/span>se muestra<\/span> ol\u00edmpico. Si gana, merecer\u00e1 <\/span>la honra<\/span>. Si pierde, deshonra. Sin embargo, no <\/span>se piensa<\/span> si la guerra es justa, ya que s\u00f3lo importa la acci\u00f3n brillante. Entonces nacieron el militarismo y el nacionalismo. Desaparece la idea de una aut\u00e9ntica fraternidad entre las naciones cristianas.<\/span><\/p>\n

Absolutismo y nacionalismo exacerbado<\/span><\/b><\/p>\n

En t\u00e9rminos de pol\u00edtica interna, este mismo esp\u00edritu tiene otras manifestaciones. En este tiempo de admiraci\u00f3n por el hombre ol\u00edmpico no se puede concebir el respeto o la admiraci\u00f3n por los m\u00e1s d\u00e9biles. El rey ol\u00edmpico no se siente obligado a defender los derechos de sus s\u00fabditos. Al contrario, su caracter\u00edstica es ser el hombre que puede aplastar a todos los dem\u00e1s.<\/p>\n

Si hay grandes se\u00f1ores en tu reino, debe aplastarlos para demostrar que es poderoso. Si hay ciudades aut\u00f3nomas o corporaciones, debe reducirlas a la esclavitud para demostrar que es un triunfante. Si quedan restos de libertad, los extinguir\u00e1 para demostrar que su poder es colosal. Y mientras \u00e9l domine, todos lo admirar\u00e1n.<\/p>\n

De este estado de \u00e1nimo ol\u00edmpico deb\u00eda surgir necesariamente el absolutismo y se originar\u00eda la decadencia de la sociedad org\u00e1nica medieval.<\/p>\n

Olimpismo, naturalismo, complacencia hacia s\u00ed mismo, en el \u00e1mbito personal; en el plano pol\u00edtico, el totalitarismo, el nacionalismo exacerbado y el esp\u00edritu beligerante: estas son algunas caracter\u00edsticas marcantes del esp\u00edritu del Renacimiento.<\/p>\n

A partir de entonces se sucedieron otros per\u00edodos hist\u00f3ricos, con sus caracter\u00edsticas espec\u00edficas, hasta nuestros d\u00edas. Las manifestaciones del esp\u00edritu propias de cada una de estas fases hist\u00f3ricas, sin embargo, tienen un denominador com\u00fan: la voluptuosidad para el disfrute de la vida y la p\u00e9rdida del sentido de trascendencia que hizo gloria a la Edad Media. [1]<\/p>\n

El verdadero cat\u00f3lico debe darse cuenta de que no naci\u00f3 para el placer, sino para el hero\u00edsmo. La Sagrada Escritura dice que \u201cla vida del hombre en la tierra es una lucha\u201d (Job 7,1).<\/p>\n

En efecto, el hombre fue creado para conocer, amar, servir a Dios y as\u00ed salvar su alma. Para alcanzar este fin supremo, necesita luchar continuamente contra sus malas inclinaciones y contra los enemigos declarados u ocultos de Dios y de su Santa Iglesia.<\/p>\n

Pidamos a Nuestra Se\u00f1ora que nos obtenga las gracias necesarias para afrontar esta guerra con fuerte coraje y confianza inquebrantable.<\/p>\n

Por Paulo Francisco Martos<\/i><\/p>\n

(Nociones de Historia de la Iglesia)<\/p>\n

___<\/p>\n

[1] Cf. CORR\u00caA DE OLIVEIRA, Plinio. Na Renascen\u00e7a, dom\u00ednio do natural e do terreno<\/i>. Dr. Plinio, S\u00e3o Paulo. Ano III, n. 23, fev. 2000, p.16-18.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"El ideal del hombre del Renacimiento era tener una salud de hierro, un cuerpo espl\u00e9ndido. Pero la noci\u00f3n de santidad iba desapareciendo. Redacci\u00f3n (04\/06\/2024, Gaudium Press) La concepci\u00f3n naturalista de la vida que pose\u00eda el hombre del Renacimiento no se restring\u00eda al esp\u00edritu. Tambi\u00e9n f\u00edsicamente \u00e9l juzgaba que deber\u00eda ser perfecto. Su ideal era tener… Ver art\u00edculo<\/a>","protected":false},"author":7,"featured_media":173160,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":[],"categories":[5],"tags":[3406,197,8526],"acf":[],"featured_image_src":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-content\/uploads\/2024\/06\/Edwin_Austin_Abbey_-_A_Pavane-700x286-1.jpg","newsletter_img":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-content\/uploads\/2024\/06\/Edwin_Austin_Abbey_-_A_Pavane-700x286-1-aspect-ratio-570-300.jpg","newsletter_date":"20240604","_links":{"self":[{"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/173158"}],"collection":[{"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/7"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=173158"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/173158\/revisions"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/media\/173160"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=173158"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=173158"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=173158"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}