{"id":176127,"date":"2024-08-25T12:59:40","date_gmt":"2024-08-25T17:59:40","guid":{"rendered":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/?p=176127"},"modified":"2024-08-25T12:59:40","modified_gmt":"2024-08-25T17:59:40","slug":"isabel-de-francia-el-ultimo-sol-de-versalles","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/content\/isabel-de-francia-el-ultimo-sol-de-versalles\/","title":{"rendered":"Isabel de Francia, el \u00faltimo sol de Versalles"},"content":{"rendered":"

La hoja oblicua y pesada de la guillotina puso punto final a la \u00faltima ceremonia de la corte, revelando adem\u00e1s de una princesa, a una hero\u00edna.<\/em><\/p>\n

\"\"<\/p>\n

Redacci\u00f3n (<\/strong>25\/08\/2024 12:43<\/strong>, <\/strong>Gaudium Press<\/strong><\/a>) <\/strong>De entre los l\u00fagubres acontecimientos de la Revoluci\u00f3n francesa, la muerte por guillotina de m\u00e1s de cuarenta mil v\u00edctimas junto con la innombrable masacre de trescientos mil vandeanos constituyen, sin duda, un tel\u00f3n de fondo nada prestigioso para quienes dec\u00edan luchar en nombre de la libertad. igualdad y fraternidad.<\/p>\n

Sin embargo, en medio de esa enorme tragedia, se pod\u00edan vislumbrar ciertas luces que fulguraron obstinadamente, como desmintiendo la victoria del mal. Es lo que sucedi\u00f3 en el escenario revolucionario con Isabel Filipina Mar\u00eda Elena de Borb\u00f3n, Madame Isabel de Francia, hermana del rey Luis XVI.<\/p>\n

El \u00abrayo de sol\u00bb de la familia real<\/strong><\/p>\n

Esta princesa naci\u00f3 el 3 de mayo de 1764 en el palacio de Versalles, \u00faltima hija del delf\u00edn Luis de Borb\u00f3n y su esposa Mar\u00eda Josefa de Sajonia. Hu\u00e9rfana a los 3 a\u00f1os, recibi\u00f3 una excelente educaci\u00f3n impartida por los mejores preceptores de la \u00e9poca. Su formaci\u00f3n fue bastante completa, garantiz\u00e1ndole un amplio conocimiento cient\u00edfico, en el que destacaba su gusto por la geometr\u00eda y el \u00e1lgebra.<\/p>\n

Sus primeras batallas fueron para dominar su propio temperamento, exuberante, lleno de vitalidad y marcado por la soberbia. La paciencia y el cari\u00f1o de su hermana Clotilde al corregirla, evocando la obediencia de Jes\u00fas infante, la ayudaron a superar los obst\u00e1culos de su car\u00e1cter violento, hasta el punto de hacer que el conde de Artois, su hermano, se refiriera a ella como el \u00abrayo de sol\u00bb1 de la familia.<\/p>\n

Varias oportunidades de contraer matrimonio fracasaron, lo que le permiti\u00f3 a Isabel elegir la v\u00eda de los c\u00e9libes. A los 15 a\u00f1os se consagr\u00f3 a Dios, viviendo con gran pureza de costumbres y ardiente piedad. Su caridad activa, su alegr\u00eda casta, su gentileza perfecta y su amistad fiel hicieron que gozara de gran reputaci\u00f3n en toda Francia, sobresaliendo como un \u00abalma angelical y modesta\u00bb. Recibi\u00f3 influencias en este sentido de una de sus t\u00edas, Madame Luisa, carmelita de Saint-Denis y pilar de la moralidad en la decadente corte francesa.<\/p>\n

Al evidenciarse el ideal religioso de su hermana y habiendo \u00e9sta rechazado el prestigioso cargo de superiora de la abad\u00eda imperial de Remiremont, Luis XVI le concedi\u00f3 un peque\u00f1o palacio, Montreuil, cerca de Versalles. Pronto la princesa transform\u00f3 la residencia a su gusto. Renov\u00f3 los jardines y estableci\u00f3 varios sectores de servicios, que posteriormente utiliz\u00f3 para alimentar obras de caridad dirigidas a los campesinos pobres que trabajaban en la regi\u00f3n. Reuni\u00f3 una peque\u00f1a y bien seleccionada corte y organiz\u00f3 la vida a la manera de un convento, con horarios fijos para oraciones y actividades.<\/p>\n

Sin embargo, no dej\u00f3 de frecuentar Versalles, cumpliendo con sus deberes de hermana del rey. En medio de la frivolidad moral de la \u00e9poca, mantuvo intacta su castidad. Quiz\u00e1 por eso demostrara m\u00e1s tarde la perspicacia necesaria para percibir el rumbo que tomaban los acontecimientos. Aunque no se interesara por asuntos pol\u00edticos, estaba muy dedicada a su patria y a su hermano, a quien siempre quiso servir, brind\u00e1ndole su auxilio cuando las circunstancias lo requer\u00edan.<\/p>\n

Se avecina la tormenta<\/strong><\/p>\n

El 3 de mayo de 1789 Madame Isabel alcanz\u00f3 la mayor\u00eda de edad legal y dos d\u00edas despu\u00e9s asisti\u00f3 a la apertura de los Estados Generales, inicio de la Revoluci\u00f3n. Con gran acierto escribir\u00eda, el 29 de mayo, sus impresiones: \u00abTodo est\u00e1 peor que nunca. [\u2026] La monarqu\u00eda s\u00f3lo podr\u00e1 recuperar su esplendor mediante un golpe de fuerza; mi hermano no lo har\u00e1 y, seguramente, no me permitir\u00e1 aconsej\u00e1rselo\u00bb.<\/p>\n

Los cielos de Francia empezaron a nublarse. La borrasca ya se estaba gestando en aquel comienzo de oto\u00f1o en el que se produjeron la invasi\u00f3n de Versalles y el traslado forzoso de la familia real a Par\u00eds. Aunque no faltaron oportunidades para que la princesa se retirara con sus t\u00edas al castillo de Bellevue, cerca de Meudon, opt\u00f3 por compartir la suerte de su hermano, siguiendo paso a paso el drama de la familia real, hasta el infame encarcelamiento en las Tuller\u00edas.<\/p>\n

Sagacidad y correspondencia secreta<\/strong><\/p>\n

Incluso en los momentos de mayor persecuci\u00f3n y vigilancia, Isabel consigui\u00f3 establecer una red de comunicaci\u00f3n con sus hermanos mayores en el exilio, el conde de Artois y el conde de Provenza, anim\u00e1ndolos a que promovieran una intervenci\u00f3n extranjera en Francia. En esto se opon\u00eda a las instrucciones del rey, quien pusil\u00e1nimamente ped\u00eda la suspensi\u00f3n de cualquier intento de contragolpe.<\/p>\n

\"\"<\/p>\n

Una de sus cartas al conde de Artois fue interceptada y entregada a la Convenci\u00f3n Nacional para su examen. En ella, la princesa le advert\u00eda que no contara con una rigurosa resoluci\u00f3n por parte del rey, aconsejado por ministros vendidos a la Convenci\u00f3n, y que no hab\u00eda nada que esperar sin ayuda externa. Le recomendaba que actuara por su cuenta, inst\u00e1ndole a coligarse con los soberanos de Europa, pues \u00abLuis XVI es tan d\u00e9bil que firmar\u00eda su propia condena si se lo exigieran\u00bb.<\/p>\n

De vuelta a las Tuller\u00edas despu\u00e9s de la frustrada huida de Varennes, la custodia de la familia real se volvi\u00f3 m\u00e1s estricta. Aun as\u00ed, Isabel reh\u00edzo su red secreta de contactos. Otras ocasiones para salir de Francia les fueron ofrecidas, pero todas las rechazaron. Ella por lealtad a su hermano. \u00c9ste por inseguridad\u2026<\/p>\n

Los acontecimientos pol\u00edticos se iban sucediendo y, tras la invasi\u00f3n de las Tuller\u00edas por los revolucionarios el 10 de agosto de 1792, la c\u00e1rcel fue trasladada a la torre del Temple. En las terribles circunstancias de esta prisi\u00f3n, Madame Isabel tambi\u00e9n estableci\u00f3 un eficaz circuito epistolar con el exterior. \u00c9sta y otras actitudes en las que se revelaban su perspicacia pol\u00edtica y su f\u00e9rrea voluntad fijaban un fuerte contraste con la irresoluci\u00f3n y debilidad de su hermano rey.<\/p>\n

Contra la Iglesia constitucional<\/strong><\/p>\n

Digna hija de la naci\u00f3n primog\u00e9nita de la Iglesia, Isabel se opuso tenazmente a la Constituci\u00f3n civil del clero y a cualquier medida que redujera las prerrogativas reales o de la Iglesia. Por tanto, renunci\u00f3 a la direcci\u00f3n espiritual de los sacerdotes franceses, la mayor\u00eda juramentados, y llam\u00f3 a un sacerdote de origen irland\u00e9s, el P. Henry Edgeworth de Firmont, que la acompa\u00f1\u00f3 hasta el final.<\/p>\n

Al ver a Luis XVI asistiendo a ceremonias y recibiendo sacramentos de manos de esos ministros desleales, se mantuvo inflexible en su posici\u00f3n de fidelidad a la ortodoxia. Su ausencia en tales circunstancias era una reprobaci\u00f3n t\u00e1cita al comportamiento del monarca.<\/p>\n

Hay que considerar que, por su condici\u00f3n, los realistas de Francia, en la patria o en el exilio, segu\u00edan paso a paso sus actitudes, apoy\u00e1ndose en ellas para conservar su lealtad a la realeza, ya que el rey, desgraciadamente, los decepcionaba en cada movimiento.<\/p>\n

En el Temple, los \u00faltimos d\u00edas<\/strong><\/p>\n

El encarcelamiento en la torre del Temple conllev\u00f3 nuevos tormentos para la familia real, que Isabel soport\u00f3 con resignada paciencia durante los dos a\u00f1os que permaneci\u00f3 all\u00ed. Sin embargo, una vez m\u00e1s no se mantuvo inerte. Aprovechando cada minuto para influir en su hermano y su cu\u00f1ada, los prepar\u00f3 para lo peor, edific\u00e1ndolos mediante la serenidad y la piedad que mostraba en tan abstrusas condiciones.<\/p>\n

El rey empez\u00f3 a admirar la actitud de su hermana, reconociendo la heroica elecci\u00f3n que hab\u00eda hecho al quedarse con \u00e9l, lo cual le llev\u00f3 a decirle a sus abogados: \u00abElla se apeg\u00f3 a mi infortunio como otros se apegaron a mi prosperidad\u2026\u00bb. Bajo esta influencia ben\u00e9fica, Luis XVI se liber\u00f3 de las inclinaciones ilustradas recibidas en su juventud, volviendo a la integridad de la fe cat\u00f3lica. Y gracias a Isabel pudo confesarse con el P. Edgeworth la v\u00edspera de su ejecuci\u00f3n.<\/p>\n

La noche del 9 de mayo de 1794, once hombres se presentaron repentinamente en la celda para llevarse a Madame Isabel, advirti\u00e9ndole de que no regresar\u00eda al Temple. Al despedirse de su sobrina, le aconsej\u00f3: \u00abS\u00e9 valiente. Espera siempre en Dios. \u00a1Nunca faltes a las recomendaciones de tus padres!\u00bb.<\/p>\n

Isabel fue llevada a la Conciergerie donde, en medio de su aprensi\u00f3n, esperaba reencontrarse con su cu\u00f1ada\u2026 No obstante, desconoc\u00eda que Mar\u00eda Antonieta hab\u00eda sido guillotinada meses antes.<\/p>\n

Un juicio inicuo para una princesa inocente<\/strong><\/p>\n

En la Conciergerie es interrogada por el feroz Fouquier-Tinville. Cuando se le pregunta su nombre y condici\u00f3n, responde sin dudarlo: \u00abIsabel de Francia, la t\u00eda de vuestro rey\u00bb, en referencia al delf\u00edn Luis XVII.<\/p>\n

\"\"<\/p>\n

Toda la indagatoria era llevada a cabo de la manera m\u00e1s maliciosa posible, tratando de hacerla caer en compromisos que justificaran una sentencia labrada de antemano. Con respuestas sagaces y evitando mentir, la princesa esquivaba todas las incriminaciones. As\u00ed, cuando le preguntaron si manten\u00eda correspondencia con los enemigos de la Rep\u00fablica Francesa y con sus hermanos en el exilio, respondi\u00f3 que nunca hab\u00eda conocido m\u00e1s que \u00abamigos de los franceses\u00bb. Negaba con vehemencia las falsas acusaciones, siempre con esp\u00edritu sereno. Finalmente, la llevaron de vuelta a su celda, donde se qued\u00f3 dormida.<\/p>\n

La noche anterior, cuando se presentaron en el Temple los guardias que la conducir\u00edan a la nueva prisi\u00f3n, se hab\u00eda vestido apresuradamente, sin darse cuenta de que no estaba eligiendo una de las prendas de luto que usaba desde el asesinato de Luis XVI. Hab\u00eda cogido un vestido blanco al azar, lo cual contribu\u00eda a rejuvenecerla. Este detalle sorprender\u00e1 a la multitud que presenciar\u00e1 su ejecuci\u00f3n; la encontraron extra\u00f1amente radiante. Es cierto que el vestido, de un blanco inmaculado, concentraba la luz; sin embargo, ese fen\u00f3meno se deb\u00eda m\u00e1s a la transformaci\u00f3n interior que el sufrimiento hab\u00eda obrado en su alma: \u00abla certeza de la liberaci\u00f3n, la gracia del martirio la transfiguraban\u00bb.2<\/p>\n

De nuevo en el tribunal, la hacen sentarse en la parte m\u00e1s alta del banquillo de los acusados, como dando cumplimiento a las palabras evang\u00e9licas: \u00abNo se enciende una l\u00e1mpara para meterla debajo del celem\u00edn, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa\u00bb (Mt 5, 15). Isabel, que se hab\u00eda apartado de los lugares de honor durante toda su vida de corte, ahora se los conced\u00edan sus enemigos.<\/p>\n

A medida que iban entrando los reos, uno por uno se inclinaba ante Su Alteza. De hecho, constitu\u00edan una corte muy digna: varios nobles de elevada posici\u00f3n, un sacerdote refractario y algunos arist\u00f3cratas de nacimiento. Otros, entre ellos un oficial, un farmac\u00e9utico, un burgu\u00e9s y algunos sirvientes dom\u00e9sticos, fueron acusados \u200b\u200bpor los revolucionarios de ser hostiles a los cambios o simplemente de mostrar cierta nostalgia por el Antiguo R\u00e9gimen\u2026<\/p>\n

Como no hab\u00eda ning\u00fan abogado elegido por la acusada, la cual tem\u00eda comprometer a quien ella indicara, Fouquier-Tinville le asign\u00f3 a Chauveau-Lagarde, que se enter\u00f3 del juicio por pura casualidad. Adem\u00e1s, le fue denegada su solicitud de leer los autos procesales y de entrevistar a Madame Isabel. No obstante, la defendi\u00f3 argumentando que no exist\u00eda ning\u00fan elemento jur\u00eddico de condena y que, lejos de incriminarla, las respuestas de la augusta acusada deber\u00edan honrarla a los ojos de todos, porque no probaban m\u00e1s que la bondad de su coraz\u00f3n y el hero\u00edsmo de su amistad. A\u00f1adi\u00f3 que, en lugar de una defensa, no le quedaba m\u00e1s que pronunciar una apolog\u00eda, pero al no encontrar nada digno de la princesa, s\u00f3lo restaba una observaci\u00f3n: que la \u00abciudadana\u00bb hab\u00eda sido, en la corte francesa, un modelo de todas las virtudes y, por tanto, no pod\u00eda ser enemiga de la naci\u00f3n.<\/p>\n

En vez de salir del tribunal como un monstruo de corrupci\u00f3n e hipocres\u00eda, como quer\u00edan los jueces, la princesa se retiraba como una \u00abv\u00edctima inocente, aureolada con la gloria del martirio\u00bb.3 El resto de los acusados, a su turno, iban siendo condenados a muerte a lo largo de tres o cuatro horas, un tiempo rid\u00edculamente corto para el juicio de veinticuatro personas.<\/p>\n

Tras la guillotina, la \u00faltima ceremonia de la corte<\/strong><\/p>\n

En el camino hacia la plaza de la guillotina, algunas personas pertenecientes a su red de relaciones la escoltaban. Dos se\u00f1oritas le hacen una reverencia y le gritan: \u00ab\u00a1Bend\u00edcenos, se\u00f1ora!\u00bb. Al llegar al pat\u00edbulo, Sans\u00f3n, el verdugo, por iniciativa propia instala una banqueta al pie del cadalso para que se sentaran las damas, especialmente la princesa. Tambi\u00e9n tuvo el cuidado de ponerlas de espaldas a la guillotina, de modo que no presenciaran la muerte de los otros.<\/p>\n

La primera en ser llamada es Madame Crussol d\u2019Amboise. Se levanta y le hace una solemne reverencia a Isabel, pidi\u00e9ndole permiso para abrazarla, a lo que \u00e9sta le responde: \u00ab\u00a1Con mucho gusto, se\u00f1ora, y de todo coraz\u00f3n!\u00bb. Todas las mujeres del grupo la imitan y los hombres se despiden con una profunda venia. La princesa est\u00e1 serena, radiante, repitiendo a los que son llamados: \u00ab\u00a1\u00c1nimo! Y fe en la misericordia de Dios\u00bb. La multitud que observa la escena permanece en silencio.<\/p>\n

Cuando llega su turno, Isabel avanza impasible en la tarima roja y viscosa de sangre por donde debe caminar hasta la plancha en la que ser\u00e1 guillotinada. Quiz\u00e1 nunca haya caminado sobre un escenario m\u00e1s noble, adornado con las luces de la fidelidad. La hoja oblicua y pesada cae desde una altura de dos metros y medio sobre su cabeza y, finalmente, la sangre de la princesa se mezcla con la de sus fieles seguidores: \u00abLa Sangre de Francia y la sangre de Francia\u00bb.<\/p>\n

Al pie de la guillotina se reun\u00eda diariamente una turba de mujeres llamadas l\u00e9cheuses de guillotine<\/em>, que disfrutaban sat\u00e1nicamente contemplando las ejecuciones: con cada cabeza que rodaba, aullaban y gritaban, aumentando el clima de terror. Pues bien, cuando la cabeza de la princesa cay\u00f3, el p\u00e1nico se apoder\u00f3 de ellas y huyeron; al mismo tiempo, un penetrante perfume de rosas se extendi\u00f3 por toda la plaza, como declararon varios testigos. Adem\u00e1s, el tambor que deb\u00eda se\u00f1alar la ca\u00edda de la l\u00e1mina no redobl\u00f3, porque el oficial encargado de dar la orden se hab\u00eda desmayado\u2026 No obstante, la noche del 10 de mayo el Comit\u00e9 de Seguridad P\u00fablica emiti\u00f3 una orden a toda la prensa prohibiendo contar cualquier detalle de lo sucedido.<\/p>\n

Isabel Filipina Mar\u00eda Elena de Borb\u00f3n, Madame Isabel de Francia, hermana del rey Luis XVI, muri\u00f3 como una hero\u00edna, con tal nobleza y serenidad que produjo, incluso entre los monstruos que la decapitaron, un vigoroso asombro. Era justo que, quien llevaba en sus venas la sangre de cincuenta generaciones de soberanos, que naci\u00f3 en los esplendores de Versalles y creci\u00f3 en medio del fausto y la elegancia de su corte, terminara sus d\u00edas con la gloria imprevista de la cruz.<\/p>\n

Lo cierto es que el Rey Sol, a pesar de toda su grandeza, nunca pudo imaginar que la \u00faltima ceremonia de la corte de Versalles terminar\u00eda, propiamente, en una escalera hacia el Cielo\u2026<\/p>\n

Por la Hna. Angela Mar\u00eda Tom\u00e9<\/em><\/p>\n

(Tomado de Rev. Heraldos del Evangelio, Agosto 2024)<\/p>\n

_____<\/p>\n

Notas<\/p>\n

1 Los datos hist\u00f3ricos que constan en este art\u00edculo has sido sacados de la obra: BERNET, Anne. Madame \u00c9lisabeth. s\u0153ur de Louis XVI. Celle qui aurait d\u00fb \u00eatre roi. Paris: Texto, 2018.<\/p>\n

2 \u00cddem, p. 424.<\/p>\n

3 \u00cddem, p. 429.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"La hoja oblicua y pesada de la guillotina puso punto final a la \u00faltima ceremonia de la corte, revelando adem\u00e1s de una princesa, a una hero\u00edna. Redacci\u00f3n (25\/08\/2024 12:43, Gaudium Press) De entre los l\u00fagubres acontecimientos de la Revoluci\u00f3n francesa, la muerte por guillotina de m\u00e1s de cuarenta mil v\u00edctimas junto con la innombrable masacre… Ver art\u00edculo<\/a>","protected":false},"author":8,"featured_media":176128,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":[],"categories":[5],"tags":[683,9854,4285],"acf":[],"featured_image_src":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-content\/uploads\/2024\/08\/R272-1-D-DIV_ELISABETH-Elisabeth-de-France-700x495.webp","newsletter_img":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-content\/uploads\/2024\/08\/R272-1-D-DIV_ELISABETH-Elisabeth-de-France-aspect-ratio-570-300.webp","newsletter_date":"20240825","_links":{"self":[{"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/176127"}],"collection":[{"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/users\/8"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=176127"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/176127\/revisions"}],"wp:featuredmedia":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/media\/176128"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=176127"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=176127"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/es.gaudiumpress.org\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=176127"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}