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Obispo mexicano propone los Diez Mandamientos como criterio de elección de candidatos políticos

San Cristóbal de las Casas (Jueves, 28-06-2012, Gaudium Press) Un criterio razonable que los católicos deberían tener a la hora de elegir a los funcionarios que ocuparán cargos de importancia en el gobierno nacional, estatal y municipal debería ser la calidad de su testimonio en cumplir los mandamientos de Dios, expresó el Obispo de San Cristóbal de las Casas, México, Mons. Felipe Arismendi.

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«Somos y valemos en la medida en que vivimos según los mandamientos de la Ley de Dios, que no son más que preceptos de moral natural para lograr una convivencia social y política en paz, en justicia y en armonía», manifestó el prelado. «Y son los criterios para valorar a los diferentes candidatos a puestos públicos, para orientarnos y dar nuestro voto a quien nos merezca mayor confianza».

El Obispo recordó que el testimonio cristiano va mucho más allá de no robar o no matar, y que, ante la avalancha de publicidad política de la época de elecciones, los católicos «necesitamos criterios sólidos y confiables para discernir el trigo de la paja, la verdad de la mentira». Estos criterios se encuentran en los diez mandamientos, regla de vida de todo cristiano.

Mons. Arismendi señaló que los tres primeros mandamientos indican la humildad debida ante Dios y el reconocimiento de las propias limitaciones y flaquezas. Una actitud contraria es peligrosa para la sociedad: «Quienes se consideran dioses, aparentan ser infalibles, poderosos, incorruptibles, sabios, conocedores de todo y de todos». Estas personas «no toman en cuenta la Palabra de Dios para normar sus criterios, no participan en las celebraciones religiosas dominicales, no respetan el descanso dominical de sus colaboradores y dependientes, no escuchan consejos y, para defender sus posturas, se hacen dictadores, que no respetan los derechos humanos fundamentales».

El prelado explicó cómo los demás mandamientos se expresan en la vida pública de la nación: «El cuarto mandamiento nos orienta al debido respeto a nuestros padres, a las personas mayores, a las autoridades legítimas y a las instituciones que la sociedad ha creado para su desarrollo. El quinto mandamiento exige el respeto a la vida personal y ajena, en cualquiera de sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural».

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Mons. Felipe Arizmendi

«El sexto y noveno mandamientos», continuó el Obispo, «indican el debido respeto a la sexualidad y al matrimonio, en contra del libertinaje de costumbres y la inestabilidad conyugal. El séptimo y décimo regulan la justicia y el respeto a los bienes del prójimo, para evitar los robos, la corrupción, la competencia desleal. El octavo señala el amor a la verdad por encima de todo, contra la mentira y la simulación como sistemas».

Mons. Arismendi invitó a los católicos a discernir quienes de los políticos que se postulan a los cargos públicos cumplen de mejor manera estas reglas de vida y merecen la confianza de los electores. «Sin embargo, esto tampoco basta», manifestó. «El mandamiento supremo para ser feliz y servir en un cargo a la comunidad, es el amor. Sólo quien ama es capaz de vivir los diez mandamientos, no como una loza pesada, sino como un camino de liberación interior y de seguridad en sus relaciones con los demás.».

«El amor es lo que más nos asemeja a Dios, pues Él es amor», afirmó el Obispo, quien propuso claves para identificar el amor en el ejercicio político: «Quien ama, se parece a Dios, porque se desvive por hacer el bien a los demás, en particular a los pobres, marginados e indefensos. Quien ama, respeta a los otros, sin ofenderlos ni calumniarlos, y sabe pedir perdón. Quien ama, aprende de los demás, porque los valora y no los menosprecia. Quien ama, lo demuestra no sólo en tiempos electorales, sino en toda su vida, con un cargo de autoridad y sin él; si pierde una elección, no por ello se repliega, sino que sigue sirviendo a la comunidad, y en ello encuentra su realización, pues los cargos son pasajeros».

El prelado concluyó su mensaje pidiendo a los fieles reflexionar con serenidad sobre estas materias e inspirarse en la orientación dada en la Palabra de Dios. «Dios no es una carga insoportable, de la que debiéramos deshacernos, sino un camino, una luz, para que los pueblos tengan vida digna y plena».

 

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