martes, 26 de noviembre de 2024
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"Los ojos de la fe son capaces de ver lo invisible y el corazón del fiel puede esperar más allá de toda esperanza", recuerda el Papa en la audiencia general

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 23-01-2013, Gaudium Press) «El cristiano no debe tener miedo de ir ‘contra la marea’ para vivir la propia fe, resistiendo a la tentación de ‘uniformizarse’ «, destacó el Santo Padre en la mañana de hoy, durante la audiencia general. En la serie de las catequesis sobre la fe, Benedicto XVI se detuvo en el tema de la fe de Abraham, «el gran patriarca, modelo ejemplar, padre de todos los fieles».

En la reflexión sobre la fe, el Santo Padre reforzó la necesidad de la lectura de la Biblia, que «narra la revelación de Dios a la humanidad» y la cual «trata de la fe y nos enseña la fe a través de la narración de la historia en la cual Dios coloca en primer lugar su proyecto de redención», dándonos modelos como Abraham.

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Foto: Radio Vaticano

En él se presenta que «los ojos de la fe son capaces de ver lo invisible y el corazón del fiel puede esperar más allá de toda esperanza», aunque el proyecto de Dios pueda parecer humanamente irreal. Abraham partió «a oscuras, sin saber si Dios lo conduciría. Es un camino que exige una obediencia y confianza radical, que son accesibles solamente a través de la fe». Caminar en lo oscuro comporta también una apertura a la bendición de Dios que «en las Sagradas Escrituras está ligada principalmente al don de la vida que viene de Dios y se manifiesta por encima de todo en la fecundidad, en la vida que se multiplica y pasa de generación a generación».

«A la bendición» -continuó el Papa- «está ligada también la experiencia de poseer una tierra, un lugar estable para vivir y crecer con libertad y seguridad, temiendo a Dios y construyendo una sociedad de hombres fieles a la Alianza». Una tierra que no es nuestra, como en el ejemplo de Abraham, el hombre es llamado a «no visar la posesión, a sentir siempre la pobreza y a ver todo como don». Él recorrió un camino paradójico sin las señales visibles de la bendición. Pero su bendición significa que la fe y la confianza en Dios están más allá de las miserias y las dificultades.

«Decir ‘yo creo en Dios’ -explicó en seguida el Papa- significa fundar sobre Él mi vida, dejar que su palabra la oriente día tras día en las elecciones concretas, sin miedo de perder algo de mí mismo». Creo «porque mi existencia personal, que debe recibir un cambio radical con el don de la fe, es mi existencia que debe cambiar, convertirse». Por eso, Abraham nos enseña que «la fe nos hace peregrinos sobre la tierra, insertados en el mundo y en la historia, pero no camino en dirección a la patria celestial».

El cristiano debe no temer ir contra la marea

«Creer en Dios» -destacó el Santo Padre- «nos hace, por tanto, portadores de valores que normalmente no coinciden con la moda y la opinión del momento, nos pide adoptar criterios y asumir comportamientos que no pertenecen al modo común de pensar». El cristiano es llamado a «no tener miedo de ir ‘contra la marea’ para vivir la propia fe, resistiendo a la tentación de ‘uniformizarse'». Eso nos lleva a concluir que «en tantas de nuestras sociedades, Dios se tornó ‘un gran ausente’, y en su lugar están muchos ídolos, por encima de todo el ‘yo’ autónomo» con «una ilusión de omnipotencia y de autosuficiencia y un creciente egocentrismo, creando desequilibrios en el interior de las relaciones interpersonales y de los comportamientos sociales».

Incluso con todo eso, la sed de Dios todavía puede ser sentida. Aún hoy somos llamados a tomar un camino sin miedo, que muchas veces «es tan difícil, pues conoce la prueba y la muerte, pero que se abre a la vida, en una transformación radical de la realidad, que solamente los ojos de la fe están en condiciones de ver y aprovechar en su plenitud». Por tanto, somos llamados «a salir continuamente de nosotros mismos, así como Abraham, para poder llevar a la realidad cotidiana en la cual vivimos la certeza que proviene de la fe», concluyó el Papa.

 

 

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