domingo, 22 de diciembre de 2024
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Él vino para todos…

Redacción (Viernes, 27-12-2013, Gaudium Press) Quien se aproxima, en espíritu, al pesebre en la Gruta de Belén, encuentra un Niño tierno, pero lleno de vida y de luz. Contemplándolo con los ojos de la fe, se queda abismado al considerar que allí está el propio Dios hecho hombre. Sí, ese mismo Niño más tarde estará curando leprosos, devolviendo la vista a ciegos, haciendo caminar a paralíticos, resucitando muertos o calmando tempestades. Al final de su vida, Él será despreciado por las multitudes, injuriado, flagelado y clavado en una cruz. Pero resucitará al tercer día de forma gloriosa, subirá a los cielos y se sentará a la derecha del Padre como rey triunfante supremo. Es así que Él deberá venir, por la segunda vez, en el día del Juicio Final, para juzgar a los vivos y los muertos.

Vino para los pobres…

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Virgen con el Niño

Museo de Bellas Artes de Valencia, España

En su primera venida, quiso Jesús manifestarse a los hombres revestido de nuestra debilidad, como débil e indefenso niño, padeciendo hambre, sed, frío y en todo asemejándose a nuestra humana condición.

Junto al pesebre, encontraremos a los pastores. Hombres rudos y humildes, ocupados apenas en la guarda nocturna de sus rebaños, se vieron, de repente, circundados por una claridad divina que los llenó de gran temor. Pero luego, animados por las tranquilizadoras palabras del ángel, corrieron para aquella feliz gruta donde, con gran reverencia, se aproximaron para adorar al Niño envuelto en pobres paños y reclinado sobre míseras pajas.

… y para los ricos

Erróneamente, sin embargo, podría alguien pensar que Él vino solo para los simples pastores y las personas de menores recursos económicos. Para deshacer esa idea por demás simple y unilateral, bastaría permanecer algunos días más junto al Niño y ser sorprendido por un séquito real lleno de colores, pompa y majestad.

¿De dónde procedía aquella larga, misteriosa y rica caravana, compuesta de guerreros fuertes y audaces, de pajes vestidos de seda, avanzando al son de trompetas y al rufar acompasado de los tambores? ¿Qué significaba esa «inundación de camellos y dromedarios» (Is 60, 6) cargados de riquezas, previstos con tanta antecedencia por el profeta Isaías? ¿Quiénes serían esos tres soberanos a la búsqueda del «Rey de los judíos que acababa de nacer»? (Mt 2, 2).

Se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar y, según la tradición, representaban las tres razas de la familia humana. El Evangelio nos cuenta que eran ellos provenientes del lejano y enigmático Oriente, habiendo viajado hasta Judea guiados por una estrella.

Y aquí nos aparece el primer trazo del extraordinario llamado que les fue hecho. A los pastores se manifiesta visiblemente un ángel de luz, revelando por palabras la gran alegría del nacimiento del Salvador. A aquellos reyes, sin embargo, esa misma noticia es comunicada por el aparecimiento de una maravillosa estrella acompañada de una voz interior que toca sus almas. Así nos lo explica Santo Tomás, citando al gran Papa León: «Además de la imagen que estimuló la mirada corporal, el rayo todavía más luminoso de la verdad instruyó hasta el fondo sus corazones en lo que concernía a la iluminación de la fe» 1.

Fe llevada hasta el heroísmo

Bien se podría aplicar en este caso el famoso dicho francés: noblesse oblige (la nobleza impone obligaciones). De aquellos Magos, hasta entonces sumergidos en las tinieblas del paganismo, la Providencia exigió un heroísmo de fe que no fue pedido a los pastores, herederos de las promesas mesiánicas del pueblo elegido. ¡Cuánto drama había en aquel viaje! Alertados por el súbito fulgor de una estrella, los Reyes Magos abandonan sin duda la calma y el confort de sus palacios para lanzarse en largo viaje lleno de fatigas y peligros, a través de desiertos y montañas…

Y tanto esfuerzo, ¿para qué? ¡Para ir a postrarse en adoración delante de un niño recién nacido! La extrema pobreza en la cual se les presentó Aquel a quien buscaban con santo afán, en nada abaló la sobrenatural certeza aumentada en sus corazones, de ser Él el Rey de los reyes. Afirma el Doctor Angélico: «Se debe decir como Crisóstomo dice: ‘Si los Magos hubiesen venido a buscar un rey terrestre, habrían quedado decepcionados, por haber enfrentado sin motivo las dificultades de un camino tan largo’. Y así, ni lo habrían adorado, ni le habrían ofrecido regalos. ‘Pero, porqué buscaban el Rey del Cielo, incluso no viendo en Él nada de la majestad real, lo adoraron satisfechos únicamente con el testimonio de la estrella’. Vieron un hombre y en él reconocieron a Dios. Y ofrecieron regalos adecuados a la dignidad de Cristo: ‘Oro, como a un gran rey; incienso, utilizado en los sacrificios divinos, como a Dios; y mirra, con la cual son embalsamados los cuerpos de los muertos, indicando que iría morir por la salvación de todos'» 2.

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Virgen del Buen Consejo

Parroquia del Buen Suceso, Valencia, España

De este modo, los tres Reyes nos enseñaron cuáles son los regalos más agradables al Niño-Dios, por ocasión de la fiesta de la Epifanía: y oro fino y puro de las buenas obras, practicadas con desinterés y pureza de intención; el incienso perfumado de las oraciones hechas con sincera piedad y devoción; y la mirra de los sufrimientos y sacrificios soportados a lo largo de nuestra vida con verdadero amor y alegre resignación.

Jesús está a la espera de todos nosotros

Presentemos, entonces, con los Magos, nuestras modestas ofrendas a los pies de la cuna donde duerme sereno el pequeño Rey venido para redimirnos. Él está a la espera de todos nosotros, de todos los hombres de buena voluntad que quieran seguir sus pasos. Esta es la lección que nos dio ya al comienzo de su existencia terrena: «La salvación que Cristo traería concernía a todo tipo de hombres, pues, como dice la Carta a los Colosenses: ‘En Cristo no hay más hombre y mujer, griego y judío, esclavo y hombre libre’, y así cuanto a las otras diferencias. Y para que esto estuviese prefigurado en el propio nacimiento de Cristo, Él se manifestó a hombres de todas las condiciones. Pues, como dice Agustín: ‘Los pastores eran israelitas, los magos paganos; aquellos estaban cerca, estos lejos; unos y otros se encontraron en la piedra angular’. Había todavía entre ellos otro tipo de diversidad: Los magos eran sabios y poderosos, los pastores, ignorantes y de condición humilde» 3.

Y San León Magno exclama: «¡Que todos los pueblos representados por los tres Magos adoren al Creador del universo; y Dios no sea conocido apenas en Judea sino en el mundo entero, a fin de que por todas partes ‘su nombre sea grande en Israel!’ (Sl 75, 2)»4.
Si contemplamos a Jesús con mirada admirativa y llena de fe, veremos que ese es el Niño de los contrarios armónicos. Él vino para todos: pobres humildes, reyes majestuosos. Él está a disposición de toda y cualquier clase social, de toda y cualquier cultura, de toda y cualquier raza. Él vino para salvar a todos.

Por la Hna. Clara María Morazzani, EP

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1) Suma Teológica III, q. 36, a. 5.
2 ) Idem, III, q. 36, a. 8.
3 ) Idem, III, q. 36, a. 3.
4 ) San León Magno, Sermo 3 in Epiphania Domini.

 

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