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Santísima Virgen: intercesora y medianera

Redacción (Lunes, 17-’03-2014, Gaudium Press) Llamada desde los primeros tiempos del Cristianismo de «nueva Eva», María Santísima fue siempre considerada, por la piedad católica, Medianera entre nosotros y su Divino Hijo; mediación enteramente subordinada y dependiente de los méritos de Cristo.

Es evidente que María Santísima no puede ser comparada a Dios por su naturaleza y condición de criatura. Pero, a pesar de ser pura criatura, Ella supera a todas las demás, por todos los privilegios con los cuales fue colmada. Singular entre todas, bien mereció el título de Medianera, distribuyendo a los hombres los dones de Dios, tomando las oraciones de los hombres y presentándolas a Dios.

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Esa intercesión, de sí, no sería imprescindible, visto que la de Cristo es perfecta y no necesita ser completada. Sin embargo, ella fue deseada por la Providencia, como comenta el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira:

«Escogida para ser la Madre del Verbo Encarnado, siempre inmaculada y llena de gracia, la unión que Nuestra Señora tiene con Jesús es la más alta que una simple criatura humana puede tener con Dios. En virtud de ese vínculo extraordinario, Nuestro Señor nada niega a su Madre, lo que hace de Ella una intercesora omnipotente, junto a Él».1

El privilegio universal de todas las gracias es otro título de María Santísima que está enteramente vinculado al de su Mediación universal, visto que ambos se completan.

Los Evangelios cuentan que, después de recibir la Anunciación del Ángel, María se dirigió apuradamente a la región montañosa de Judea, a fin de ayudar a su prima Santa Isabel, que estaba para dar a luz. Luego que María saludó a Isabel, «el niño estremeció en su seno; e Isabel quedó llena del Espíritu Santo» (Lc 1, 40). Es el primer hecho público en que trasparece María como Medianera y Distribuidora de todas las gracias: «El eco de su voz transformó a un hombre, confiriéndole un eminente grado de santidad». 2

En otro pasaje, San Juan relata que, Jesús estaba juntamente con María Santísima en una fiesta de matrimonio y, «como viniese a faltar vino, la madre de Jesús le dijo: «Ellos ya no tienen vino». Le respondió Jesús: «Mujer, ¿eso compete a nosotros? Mi hora todavía no llegó». Dijo, entonces, su madre a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga». (Jn 2, 3-5) Nuestro Señor, que nunca niega un pedido de su Madre, ordenó que le trajeran las tinajas con agua, y la transformó en el más sabroso vino que la Historia ya conoció.

En efecto, María consigue de su Hijo todo aquello que le ruega, «pues, Él la hizo soberana del cielo y de la tierra, general de sus ejércitos, tesorera de sus riquezas, dispensadora de sus gracias, artífice de sus grandes maravillas, reparadora del género humano, mediadora para los hombres, exterminadora de los enemigos de Dios y la fiel compañera de sus grandezas y de sus triunfos». 3

Estos títulos de María -Medianera y distribuidora de todas las Gracias- hace siglos vienen siendo afirmados por la Tradición de la Iglesia. Podemos encontrar ya en los primeros tiempos del Cristianismo el testimonio de Santo Efrén: «A ti, por tanto, Inmaculada y Medianera del mundo, te dirijo mis súplicas en mi contrición perfecta». 4

Durante el período luminar de la escolástica, San Alberto Magno afirmó que María es «la fuente de agua inagotable, por la plenitud de su misma gracia, por la cual recibe el pecador la absolución que perdona; el justo, la pureza de la gracia; el tentado, el refrigerio; y el devoto, la fuente de la sabiduría». 5

Muchos de los pontífices fueron unánimes en afirmar la mediación de María: León XIII, en la Encíclica ‘Iucunda Semper’, escribe «que, rezando, pedimos la protección de María lo que indudablemente tiene su fundamento en el oficio de obtenernos la gracia divina, oficio que María ejerce continuamente junto a Dios». 6

Benedicto XV instituyó la fiesta litúrgica de María Medianera de todas las gracias para las diócesis y órdenes religiosas belgas que le pidieron; 7 San Pío X dice que, habiéndose María asociado a los sufrimientos de Cristo, mereció ser considerada como «la omnipotente Medianera y Reconciliadora de toda la Tierra junto a su Hijo único». 8

Y el Concilio Vaticano II afirmó claramente que María cuida, con amor materno, de los hermanos de su Hijo que, entre peligros y angustias, caminan todavía en la tierra, hasta llegar a la patria bienaventurada. Por eso, la Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro, medianera. Pero esto se entiende de manera que nada saque ni agregue a la dignidad y eficacia del único mediador, que es Cristo, para con los hombres; no oscurece ni disminuye la mediación única de Cristo, antes sirve para demostrar su poder.9

Así, a través de su maternal intercesión, Nuestra Señora ha favorecido de varios modos a sus hijos, concediéndoles medios eficaces para obtener las gracias que necesitan.

Por la Hna. Elen Coelho, EP

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1 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Escravidão de amor a Nossa Senhora. In: Dr. Plinio. São Paulo: Ano VI, n.59, fev.2003, p. 9.
2 Id. O poder da voz de Nossa Senhora. Conferência. São Paulo, 2 jul. 1970. (Arquivo IFTE).
3 SÃO LUÍS MARIA GRIGNION DE MONTFORT. Tratado da Verdadeira Devoção à Santíssima Virgem, n.28.
4 SANTO EFRÉM, apud ALASTRUEY. Gregorio. Tratado de la Virgem Santissima. Madrid: BAC, 1956, p.634.
5 SANTO ALBERTO MAGNO, apud ALASTRUEY. Op.cit. p.639
6 LEÃO XIII. Iucunda Semper, 8 de dez.1894. apud ROSCHINI, Gabriel. Instruções Marianas. São Paulo: Paulinas, 1960, p.101.
7 ROSCHINI. Instruções Marianas. São Paulo: Paulinas, 1960 p.102.
8 SÃO PIO X. Encíclica Ad Diem Illum, 2 de dez.1854. apud ROSCHINI. Op.cit. p.102.
9 CONCÍLIO VATICANO II. Lumen Gentium, n 62.

 

 

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