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Sacerdote chino relata su historia: 30 años de prisión y trabajos forzados por ser devoto de la Virgen

Roma (Sábado 05-04-2014, Gaudium Press) ¿Estaría usted dispuesto a pagar una condena de décadas de prisión por expresar su devoción a la Santísima Virgen y pertenecer a la Legión de María? ¿Enfrentaría con buen ánimo los trabajos forzados durante años impuestos por el «delito» de orar por el Santo Padre? Poco después de la muerte del Obispo de Shanghai, China, Mons Joseph Fan Zhongliang, quien estuvo preso 20 años y a quien el Estado nunca le reconoció su autoridad episcopal (ver noticia anterior), uno de sus sacerdotes, Mons. Matthew Koo, relató en Roma a Catholic News Agency su propio testimonio de fidelidad a la fe en medio de la persecución comunista. Bajo la intensa represión, el heroísmo de los católicos floreció de manera sorprendente, y Mons. Koo relató su historia con una admirable naturalidad: «Yo pienso que el sacrificio es un don de Dios. La gente dice ‘usted ha sufrido mucho’. Yo diría, sin no es para sufrir, ¿cómo estaría yo aquí?», comentó.

Preso por la devoción a la Virgen

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La Iglesia Católica ha padecido persecució y represión en China desde la llegada del comunismo al poder a mediados del siglo XX. Las restricciones  a la libertad religiosa persisten y una parte de la comunidad católica debe practicar su fe de forma clandestina. Foto: Lu Nan. 

Mons. Matthew Koo, oriundo de Shanghai, ingresó al seminario en 1953 y fue arrestado por las autoridades comunistas en 1955, bajo la acusación de «contrarrevolucionario», debido a su manifestación pública de la devoción a la Santísima Virgen. «Mi crimen fue la Legión de María», explicó. «Yo me uní a la Legión de María cuando estaba en secundaria. Así que este fue mi crimen y ellos me arrestaron. La primera vez, me enviaron por cinco años». En ese momento las penas impuestas a los acusados de enfrentar el régimen eran administradas por la policía sin derecho a un juicio o una defensa legal.

Sin embargo, el cambio a un sistema judicial más organizado no benefició a los creyentes. Varios años después de su arresto, el entonces seminarista fue acusado de crímenes insospechados: «Koo niega ser un contrarrevolucionario», fue uno de los cargos, según relata el sacerdote, «Koo niega que la Legión de María sea una organización contrarrevolucionaria». Bajo estos argumentos, fue condenado a tres años más de prisión en los «campos de reeducación», donde trabajaba largas jornadas fabricando ladrillos o excavando.

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Mons. Matthew Koo comparte su testimonio en Roma. Foto: CNA.

Pero el espíritu de Mons. Koo y otros católicos permanecía libre. En medio de las labores identificó a otro seminarista y al final del trabajo «solíamos rezar el Rosario juntos», contó. Sin embargo, uno de los oficiales encontró una nota en la que su compañero lo motivaba a orar por el Santo Padre para que siempre fuera «fiel a Dios y nunca comprometiera nuestra fe». Este era entonces un nuevo delito, y el seminarista, reincidente, fue condenado a siete años más de trabajos forzados.

Una cruz aún más pesada

Al haber acumulado una sentencia de 10 años, Mons. Koo fue transferido a una prisión más estricta todavía. El nuevo campo de reeducación estaba ubicado en la provincia de Qinghai, junto al Tibet, y el sacerdote lo describe como «muy frío». El clima no era la única penalidad que hallaría en su cautiverio. «Desafortunadamente, durante esos años hubo una gran hambruna en China, por tres años, así que no teníamos nada qué comer», relató. «Mi salud decayó y decayó hasta que sólo pesaba 81 libras, y no podía caminar». En ese estado permaneció año y medio, hasta que encontró una forma de recuperarse.

«Cuidaba a los enfermos, y tenía más comida para alimentarme. Despúes mi salud estaa mejor y podía trabajar de nuevo. Molía trigo de la mañana a la noche, lo hice durante un año». Esta rutina se prolongaba indefinidamente sin señales de mejora. Aunque se cumplieron los 10 años de su condena, se le mantuvo en los campos de trabajos forzados, donde tenía «el mismo trabajo, la misma residencia, la misma comida, pero un pequeño pago». Los presos empleaban es dinero en cosas muy sencillas, como cigarrillos. «En tres días usted ya había gastado todo el dinero», narró. En ese lugar vivió 19 años.

El bien brota en medio del mal

Dos de esos años de vida en cautiverio, Mons. Koo los vivió junto al Obispo de Shanghai, Mons. Joseph Fan, quien ordenó sacerdote en secreto al entonces seminarista cuando fueron liberados, todavía sin libertad de practicar su fe y su ministerio pastoral. Esa condición de clandestinidad identificó el episcopado de Mons. Fan, quien murió a sus 97 años todavía bajo una pena de prisión domiciliaria.

Al mirar atrás, Mons. Koo no recuerda su prisión con resentimiento. «una cosa mala se volvió una cosa buena, así que agradecemos a Dios por todo», comentó. «Estamos muy felices en el corazón… tenemos paz en el corazón. Jesús nos prometió la vida después de la tierra, así que estamos muy felices».

Según el sacerdote, el 08 de septiembre de 2015 se conmemorarán los 60 años de la apertura de los primeros campos de trabajos forzados, y se espera que quienes fueron recluidos en estos lugares se reencuentren para participar en los actos de memoria.

Con información de Catholic News Agency.

 

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