domingo, 24 de noviembre de 2024
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San José de Anchieta y sus Poemas Eucarísticos

Redacción (Lunes, 28-04-2014, Gaudium Press) En la Ciudad Eterna, en la Iglesia de San Ignacio, perteneciente a los Jesuitas, fue celebrada una Misa de Acción de Gracias por la reciente canonización de San José de Anchieta. La Celebración Eucarística fue presidida por el Papa Francisco.

El Apóstol del Brasil tenía constantemente presente en su acción misionera la persona de Nuestro Señor Jesucristo. Siempre y en todo.

La vida del Salvador, sus actos, su doctrina y ejemplos, su cruz, sus sufrimientos y alegrías, su misericordia: todo era recordado, descrito, cantado por el «misionero poeta» para conducir las almas a Jesús.

La Sagrada Eucaristía era el centro de todo y era para donde todo convergía. Algunos trechos de poemas escritos por el santo que hizo cristiano al Brasil y que el Brasil hizo brasileño revelan donde él tenía colocada su atención, alma y corazón.

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Sus Poemas Eucarísticos, hablan de la infinita misericordia de Dios que se encuentra en el origen de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Ellos pueden muy bien ser instrumentos de una nueva evangelización en nuestros días, como muestran los trechos aquí transcritos:

Narrando la última cena y la institución de la Eucaristía dice:

Foi quando o próprio pão, em jantar derradeiro,
Comendo, aos seus irmãos deu-se a comer inteiro.
Pulsem os corações com tão rico presente
E transborde o louvor a voz que canta e sente!
Pela primeira vez chega o grande momento:
É posto à mesa régia o célico alimento.

Y la Eucaristía es fruto de la infinita misericordia de Dios. Para salvar al hombre, el Dios Todopoderoso no dudó en humillarse a sí mismo. El Hijo de Dios asume la condición mortal, se torna «siervo de los siervos» y muere por nosotros «en duro palo de cruz»:

Em tudo igual a ti, veio em corpo mortal
A lavar nosso crime extirpar nosso mal,
Enfrentar por vontade um cruel sofrimento,
E arrostando a cruz o horroroso tormento,
Com sua morte atroz, restaurar a amizade.

Crucificado, Cristo restablece la comunicación entre los hombres y Dios. Su Resurrección y Ascensión a los cielos prepara las «celestiales moradas» para los hombres que buscan Dios y su Reino:

O teu sangue em caudais tu por mil derramaste:
Pois tu com preço tal, sozinho me compraste.
Vida inocente dás, para não me perder:
Para comprar o morto aceitas o morrer.
E em mim possas viver só e sempre em guarida,
Pois tua morte foi causa de minha vida!

Y Cristo deja el «propio cuerpo» como nuevo alimento que debe acompañar a ese hombre liberado del pecado en su caminar histórico:

O novo rei do céu dá na ceia a seus povos
Com dadivosa mão estes manjares novos.
A nova páscoa finda a do antigo cordeiro,
E cede à nova lei o código primeiro.
Ao real cede a sombra, ao recente a demora,
Foge rápida a noite ao ressurgir da aurora.

La resurrección y ascensión de Cristo son todavía fuente de más misericordia. Él vuelve al Padre y no abandona al hombre para quien su sangre compró la liberación: Él se quedó en la tierra como «fuente de agua viva», alimento perenne en la caminata, compañía constante en la jornada:

Vais e ficas, deixando o maior dom terrestre,
Teu corpo, ó Cristo, que é o penhor de que ama.
Ó verdadeiro amor, benigníssima chama,
Que és para os bons, Jesus, compaixão infinita!

San José de Anchieta,
¡Rogad por el país que criasteis, rogad por nosotros! (JSG)

 

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