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Sagrado Corazón, Eucaristía y Nuestra Señora

Redacción (Sábado, 28-06-2014, Gaudium Press) Ayer viernes 27 de junio, la Iglesia conmemoró la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Transcribimos aquí un trecho del libro «Sagrado Corazón de Jesús, Tesoro de Bondad y Amor», de Monseñor João Clá Dias, EP. El texto apunta la unidad existente entre el Sagrado Corazón de Jesús, la Eucaristía y Nuestra Señora:

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A fin de enfervorizarnos en esa devoción, no será superfluo resaltar el vínculo indisociable entre el Sagrado Corazón y el Sacramento de la Eucaristía. En este, Jesús está realmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad. Por tanto, en él se encuentra vivo y palpitante su Corazón adorable que invita a sí a todos los hombres. Es a través de la Eucaristía que Él realiza sus promesas, haciéndonos objetos de su insondable amor, conforme nos enseña el Papa Juan Pablo II:

«La infinita majestad de Dios se oculta en el Corazón humano del Hijo de María. Este Corazón es nuestra Alianza. Este Corazón es la máxima proximidad de Dios junto a la historia y los corazones humanos. Este Corazón es la maravillosa condescendencia de Dios: el Corazón humano que pulsa con la vida divina; la vida divina que pulsa en el corazón humano.

«En la Santísima Eucaristía descubrimos con el sentido de la fe ese mismo Corazón -el Corazón de Majestad Infinita- que (en ella) continúa latiendo con el amor humano de Cristo, Dios-Hombre.

«¡Cuán profundamente sintió este amor el Santo Papa Pío X! Cuánto deseó que todos los cristianos, desde los años de la infancia, se aproximasen a la Eucaristía, recibiendo la santa comunión: para que se uniesen a este Corazón que es, al mismo tiempo, para cada uno de los hombres, Casa de Dios y Puerta del Cielo.

«Casa, una vez que, a través de la comunión eucarística, el Corazón de Jesús extiende su morada a cada uno de los corazones humanos. Puerta, porque en cada uno de estos corazones humanos, Él abre la perspectiva de la eterna unión con la Santísima Trinidad» (Meditaciones de la Letanía del Sagrado Corazón, junio de 1985).

Debemos, pues, ir al Santísimo Sacramento para encontrar al Sagrado Corazón, ahí accesible a todos, infatigable, prodigando las maravillas de su bondad, de su tiernísima compasión por la humanidad pecadora.

2.jpgMejor ilustración de ese vínculo no podríamos evocar, sino la que nos muestran las propias apariciones de Paray-le-Monial: en la mayoría de las veces, el Sagrado Corazón se reveló a Santa Margarita-María en una hora en que esta, humilde y recogida en los bendecidos silencios de la capilla, oraba fervorosamente delante del Santísimo Sacramento.

Imitemos el edificante ejemplo de esa celosa hija de San Francisco de Sales, de esa alma electa que, por sus excelentes virtudes y obras, hasta el final de su vida no cesó de glorificar y exaltar al divino Corazón de Jesús. Y, por eso mismo, mereció ser inscrita para siempre en el rol de los héroes de la Fe.

Sí, busquemos seguir el camino trazado por Santa Margarita-María. Sin nunca olvidarnos, entretanto, de que debemos hacerlo implorando la omnipotente mediación de Nuestra Señora. Mejor intercesora no podríamos invocar, pues Ella es la Madre del Hombre-Dios, Aquella que engendró y nutrió con su propia sangre el Corazón de Jesús, la que trajo encerrado en su claustro virginal esa fuente de amor infinito, cuyas pulsaciones desde entonces golpean al unísono con las de su Corazón Inmaculado.

Ella es, sobre todo, la que supo corresponder de modo eximio, creciente e ininterrumpido a las ardientes efusiones de la caridad de su Divino Hijo, junto a Quien no cesa de pedir por todos y cada uno de nosotros. «A través del Inmaculado Corazón de María permanecemos en la alianza con el Corazón de Jesús, que es el más espléndido y perfecto Tabernáculo del Altísimo» (Juan Pablo II, idem).

In «Sagrado Corazón de Jesús, Tesoro de Bondad y Amor», Mons. João Clá Dias, EP

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