jueves, 28 de marzo de 2024
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Los misterios de luz, San Juan Pablo II y un regalo para la Iglesia

Redacción (Martes, 07-10-2014, Gaudium Press) Hace 12 años, el 16 de octubre de 2002, se dio a conocer la Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II «Rosarium Virginis Mariae», sobre el Rosario de la Virgen María, donde el santo pontífice entregó a la Iglesia el regalo de cinco nuevos misterios llenos de luz: los misterios luminosos.

«Pasando de la infancia y de la vida de Nazaret a la vida pública de Jesús, la contemplación nos lleva a los misterios que se pueden llamar de manera especial «misterios de luz». En realidad, todo el misterio de Cristo es luz. Él es «la luz del mundo» (Jn 8, 12). Pero esta dimensión se manifiesta sobre todo en los años de la vida pública, cuando anuncia el evangelio del Reino. Deseando indicar a la comunidad cristiana cinco momentos significativos -misterios «luminosos»- de esta fase de la vida de Cristo, pienso que se pueden señalar: 1. su Bautismo en el Jordán; 2. su autorrevelación en las bodas de Caná; 3. su anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión; 4. su Transfiguración; 5. institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual», exponía San Juan Pablo II en la Carta Apostólica.

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«Con el Rosario el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo»: San Juan Pablo II.

En el documento el pontífice polaco decía también que el Santo Rosario, con el paso de los siglos, sigue teniendo un gran significado, y es una oración que está destinada a producir frutos de santidad. «Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes se siente empujado por el Espíritu de Dios a «remar mar adentro» (duc in altum!), para anunciar, más aún, ‘proclamar’ a Cristo al mundo como Señor y Salvador, «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn14, 6)», continuada el Santo Padre.

A su vez subrayaba que el Rosario, característicamente mariano, es, sobre todo, una oración centrada en la cristología. «En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio (…) Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor», recalcaba San Juan Pablo II.

También expresaba, tomando palabras de su predecesor Pablo VI, que el Santo Rosario es ante todo oración contemplativa que tiene como modelo a Nuestra Señora: «El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: ‘Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús'».

El Papa explicaba igualmente que la oración mariana, a través de los 20 misterios, es «compendio del Evangelio», ya que «es una de las modalidades tradicionales de la oración cristiana orientada a la contemplación del rostro de Cristo».

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Segundo misterio de luz: La autorrevelación de Jesús en las Bodas de Caná / Foto: Gaudium Press.

Una compendio al cual el Santo Padre quiso incorporar los misterios de luz para contemplar precisamente la vida pública de Jesucristo. Así lo explicó en su Carta Apostólica: «Para que pueda decirse que el Rosario es más plenamente ‘compendio del Evangelio’, es conveniente pues que, tras haber recordado la encarnación y la vida oculta de Cristo (misterios de gozo), y antes de considerar los sufrimientos de la pasión (misterios de dolor) y el triunfo de la resurrección (misterios de gloria), la meditación se centre también en algunos momentos particularmente significativos de la vida pública (misterios de luz). Esta incorporación de nuevos misterios, sin prejuzgar ningún aspecto esencial de la estructura tradicional de esta oración, se orienta a hacerla vivir con renovado interés en la espiritualidad cristiana, como verdadera introducción a la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria».

Justamente para reflexionar, meditar y reincorporar con mayor fuerza el rezo del Santo Rosario en la vida cristiana, San Juan Pablo II proclamó el Año del Rosario que ocurrió de octubre del 2002 a octubre del año 2003: «Deseo que a lo largo del año se proponga y valore de manera particular esta oración en las diversas comunidades cristianas (…) El Rosario, comprendido en su pleno significado, conduce al corazón mismo de la vida cristiana y ofrece una oportunidad ordinaria y fecunda espiritual y pedagógica, para la contemplación personal, la formación del Pueblo de Dios y la nueva evangelización».

De la redacción de Gaudium Press con información de vatican.va.

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