Barranquilla (Martes, 04-11-2014, Gaudium Press) El último tema de fondo tratado en el pasado II Congreso Nacional de Teología para Laicos celebrado en Barranquilla, Colombia, fue el papel de la Piedad Popular en la Nueva Evangelización. Para abordar este tema, se desarrolló un conversatorio con la participación de Mons. Octavio Ruiz, Secretario del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, el P. Edgardo Bernales, Vicario de Pastoral de la Arquidiócesis de Barranquilla, y el seglar Wilmer de Oro. En el diálogo, el Secretario del Pontificio Consejo destacó la piedad popular con el calificativo de Benedicto XVI en Aparecida, Brasil: «el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina».
El conversatorio sobre piedad popular fue el cierre temático del II Congreso Nacional de Teología para Laicos en Barranquilla, Colombia. Foto: Arquidiócesis de Barranquilla. |
La primera parte del conversatorio describió la realidad de la piedad popular y la religiosidad popular desde la antropología, la cual reconoce su valor en las culturas. «El hombre necesita creer», afirmó Wilmer de Oro. las manifestaciones populares de contenido religioso constituyen «una riqueza muy buena que puede aportar para la sociedad misma, en ellas se encuentran éticas y vínculos de fraternidad, que son significativos y que no se deben desdeñar.
Por su parte, el P. Bernales recomendó la lectura del Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, texto que explica la naturaleza de la Piedad Popular y recomienda las formas más adecuadas para su práctica. Para el presbítero, la piedad popular es una expresión del querer mismo de Dios, quien «no se oculta, no se separa de la realidad humana. Dios sale al encuentro del hombre», explicó. «Y sale al encuentro en la vida del hombre, en la forma de ser, en su historia».
El sacerdote afirmó que la piedad popular bien encaminada constituye una ayuda valiosa en la Nueva Evangelización ya que es un «espacio creativo y re-creativo de la fe», en el sentido de que el pueblo de Dios hace uso de los elementos existentes y encuentra nuevas maneras de expresar su búsqueda permanente del rostro de Dios a través de prácticas religiosas como procesiones, peregrinaciones y devociones. «Detrás de las diversas formas está el aspecto del encuentro, de Dios que sale al encuentro del hombre en todas esas maneras».
Un tesoro precioso para cuidar
Finalmente, Mons. Octavio Ruiz basó su intervención en las palabras de Benedicto XVI en Aparecida, Brasil, cuando comentó que la piedad popular es «el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también purificar». Esta purificación es necesaria para guiar a los católicos a los verdaderos fines del culto divino y la vida sacramental y para preservar a las comunidades de la influencia nociva de la superstición o el sincretismo.
La piedad popular «debe conducir a la participación en la Eucaristía y los sacramentos», indicó el prelado, como línea guía sobre la rectitud de las prácticas. Como ejemplos de la guianza requerida describió la veneración idolátrica de la llamada «Santa Muerte» en México o la práctica de ritos indígenas incompatibles con la fe cristiana en algunos templos católicos. Estos extremos de los cuales los Obispos tienen el deber de preservar a los fieles tampoco pueden conducir a una negación de la importancia y legitimidad de la piedad popular, como pudo producirse en algunos casos por un exceso de racionalismo en la compresión de la fe. En esos casos en que las prácticas devotas fueron injustamente rechazadas, «se olvidó que el hombre no era sólo intelecto, sino también corazón».
Los asistentes al Congreso Nacional aportaron sus experiencias personales sobre el tema – incluso el testimonio de una pareja que obtuvo la gracia de concebir un hijo al recurrir a Dios en una peregrinación tradicional de la región, hecho que produjo la conversión de la familia – y formularon algunas preguntas a los ponentes, en especial a Mons. Ruiz.
Gaudium Press / Miguel Farías
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