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Celebran en México el 13º aniversario de la Canonización de San Juan Diego

Ciudad de México (Lunes, 03-08-2015, Gaudium Press) Con una solemne Eucaristía en la Basílica de Guadalupe la Arquidiócesis de México celebró el pasado 31 de julio el 13º aniversario de la Canonización de San Juan Diego. La festividad comenzó a las 10:00 horas con la colocación de una ofrenda floral en la Antigua Parroquia de los Indicios, y siguió a las 12:00 con la Santa Misa presidida por el Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México.

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Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México / Foto: SIAME.

«El día de hoy estamos de fiesta, la fiesta del amor de Dios, que se manifestó en este lugar por medio de su Madre, Santa María de Guadalupe, quien eligió a un humilde macehual, San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, como mensajero de este amor de Dios. Estamos en este sagrado, lugar en donde ella quiso se le construyera su ‘Casita sagrada’, para manifestarlo, para ensalzarlo, para ofrecerlo a Él que es su Amor-Persona. Una ‘Casita sagrada’, un ‘templo’, en cuyo centro estaría siempre Jesucristo, su amado Hijo, el verdaderísimo Dios por quien se vive. Ella quería una ‘casita sagrada’, el hogar del Dios Omnipotente, ya que venía a estar en medio de su familia, es decir, en medio de nosotros», dijo el Cardenal Rivera al iniciar la Homilía de la celebración Eucarística.

Más adelante, refiriéndose al lugar donde ocurrió la aparición milagrosa, el purpurado también manifestó: «¡Qué mejor lugar como éste, para manifestar nuestra dicha de que un hombre humilde y sencillo como San Juan Diego haya sido canonizado! Un hombre que cumplió fielmente su misión, pese a las dificultades, y lo logró lleno de la alegría que sólo da la fe».

Igualmente, recordó que la Virgen María de Guadalupe se manifestó a San Juan Diego con la petición que se realizase su casa sagrada «que no es otra cosa sino el que todos seamos Familia de Dios, lugar de encuentro con Dios, en la oración, en el diálogo permanente con aquel que es el Amor y es quien más no ama».

Al concluir, el Cardenal Rivera elevó una acción de gracias a Dios por San Juan Diego y por la vida y la familia: «gracias por llamarnos a cada uno de nosotros para que pongamos nuestro mejor esfuerzo en favor de la vida y de la familia, gracias por san Juan Diego que nos dio ejemplo de santidad en la solidaridad, en el cuidado, en la protección, en la atención y en el amor para con la familia, ayúdanos a construir, llenos de alegría, ésta, tu ‘Casita Sagrada’, en donde siempre se bendiga tu nombre, Dios de la vida, Dios de la familia, Dios del amor».

«El confidente de la dulce Señora del Tepeyac»

San Juan Diego, «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac»- como lo llamaba San Juan Pablo II-, fue canonizado el 31 de julio de 2002 por el Pontífice Polaco en el marco del viaje apostólico que realizó a Toronto, Ciudad de Guatemala y Ciudad de México. En aquella ocasión, cuando presidió la Misa de Canonización en la Basílica de Guadalupe, el Santo Papa expresó:

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San Juan Diego fue canononizado por San Juan Pablo II el 31 de julio de 2002 / Foto: SIAME.

«Con gran gozo he peregrinado hasta esta Basílica de Guadalupe, corazón mariano de México y de América, para proclamar la santidad de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el indio sencillo y humilde que contempló el rostro dulce y sereno de la Virgen del Tepeyac, tan querido por los pueblos de México».

También dirigió una oración pidiendo la mediación de San Juan Diego: «¡Bendito Juan Diego, indio bueno y cristiano, a quien el pueblo sencillo ha tenido siempre por varón santo! Te pedimos que acompañes a la Iglesia que peregrina en México, para que cada día sea más evangelizadora y misionera. Alienta a los Obispos, sostén a los sacerdotes, suscita nuevas y santas vocaciones, ayuda a todos los que entregan su vida a la causa de Cristo y a la extensión de su Reino. ¡Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros hermanos y hermanas laicos, para que, sintiéndose llamados a la santidad, impregnen todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico. Bendice a las familias, fortalece a los esposos en su matrimonio, apoya los desvelos de los padres por educar cristianamente a sus hijos. Mira propicio el dolor de los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, de cuantos padecen pobreza, soledad, marginación o ignorancia. Que todos, gobernantes y súbditos, actúen siempre según las exigencias de la justicia y el respeto de la dignidad de cada hombre, para que así se consolide la paz. ¡Amado Juan Diego, ‘el águila que habla’! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en lo íntimo de su corazón, pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios. Amén».

Con información de SIAME y Vatican.va.

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