jueves, 28 de marzo de 2024
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Lluvia inolvidable

Redacción (Martes, 19-07-2016, Gaudium Press) La historia de Noé, sus hijos y el Arca, en cámara lenta y con profusión de detalles, no puede ser muy diferente a la de cualquier buen hombre contemporáneo en los mismos aprietos. Entre sus parientes, amigos y conocidos es probable que gozara de cierto tipo de reconocimiento y aprecio como también desprecio, burla y críticas soterradas de parte de otros por ser como era. La gran mayoría tal vez era indiferente con el hombre y ni le iba ni le venía su modo de ser, su buena índole y talante.

Probablemente comenzó a llamar más la atención cuando se puso en el inexplicable trabajo de construir un gran cajón inmenso de tres pisos de alto y más de una cuadra de largo en pleno campo abierto y tierra seca, con la intención de meterse allí con la familia y algunos animales cuando comenzara a llover fuertemente porque -según decía, esa era la señal de un castigo de Dios, una gran inundación universal que acabaría con todos los seres vivientes. Ahí la cosa cambiaba, ya que muchos no le creían nada, otros aceptaban condescendientes con el buen hombre tal vez un poco desvariado por la edad, y algunos más tendían a indignarse con semejante excentricidad sobre todo tratándose de un hombre trabajador y honrado como era este vecino de todos, buen amigo y muy servicial.

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Noé dirige la entrada al Arca – Óleo de Franz Francken, Museo de Santa Cruz, Toledo

Pero él seguía insistiendo en que se venía una zurra de agua inolvidable y era por culpa de lo que definitivamente a él le parecía mucha corrupción y violencia entre la gente.

– No exagere Noé. Además ese cajón inmenso sin proa, popa, vela ni timón no es lo más apropiado para sobrevivir en una presunta inundación. ¿Quién te dio las medidas e indicaciones para hacer semejante armatoste nada funcional? Bam, Bam, Bam, Noe calladito seguía trabajando. A veces llovía un día entero pero eso no era tan anormal. Otras el aguacero duraba varios días con interrupciones. Algunas, la cosa se ponía sospechosa ¿tendrá razón el viejo? Así debieron pasar muchos meses, años quizás y el cada vez más viejo y cansado Noé seguía con su historia esa del diluvio y del arca. Cuando resolvió hacer subir a la familia, sus hijos y sus esposas, no es probable que hayan obedecido incondicionalmente. Tal vez refunfuñaron, se asomaban a la pequeña ventana viendo que el aguacero amainaba y comenzaban los reproches. El arca seguía fija y quieta aunque se sentía correr mucha agua alrededor. Probablemente le tocó al buen Noé aguantar impaciencias, irritabilidades y fastidios a bordo. Tal vez persuadir a una de sus nueras para que no se saliera. Los animales estaban muy inquietos.

Un día el arca se movió un poco. Retumbó afuera un trueno poco común. Los animales se inquietaron todavía más. La cosa se volvió al calmar y todo siguió como antes, todavía sin parar de llover. Silencio embarazoso que duraba días. Oraciones de Noé mirado desde la escotilla. Al fin se siente que el arca comienza a flotar y moverse fuertemente. ¿Alguien quiere salir ahora? Comienzan a sentir golpes fuertes y algunos gritos afuera. No se puede abrir ya. Los vientos, el agua, la tempestad, los rayos han aumentado de tal manera que es un riesgo mortal cualquier intento de abrir para gentes que claman desesperadas, que insultan y llaman egoísta al buen Noé.

Reclaman blasfemando y maldicen el día en que nacieron y al buen Dios que los creó. El diluvio advertido con amoroso celo y paternal desvelo, se vino inevitablemente hasta ahogar todo ser viviente sobre la faz de la tierra y nadie sobrevivió afuera.

El diluvio ha inspirado invaluables obras de arte magnífico, pintores, músicos, poetas, escritores y santos que se lo recuerdan a sus contemporáneos para hacerles ver que Dios tiene sus plazos, sus tiempos, sus compases de espera. Que aunque es tardo a la ira, tiene tiempo para todo (Ecl 3, 1-8).

Por Antonio Borda

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