viernes, 26 de abril de 2024
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Amor, esa gran alegría

Redacción (Lunes, 04-08-2014, Gaudium Press) Hay placeres que varían de acuerdo con la personalidad de cada uno: Aquel buen café por la mañana o sentir la lluvia que cae afuera, en una tarde fría cuando se está bien abrigado o, aún, caminar en la arena, al lado del mar. Recibir una carta, en la era de los emails… Una sonrisa…, encontrarnos con alguien que apreciamos y tantas otras pequeñas «caricias» que podemos recibir a lo largo del día.

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Todo eso causa en nosotros una sensación de alegría equilibrada y honesta. Son toques inesperados que bordean nuestra existencia y producen en nuestro ser abrazos materiales y espirituales.

Hace unos días, en la fiesta de San Alfonso María Ligorio fui objeto de uno de esos momentos especiales. Me cayó en las manos un texto de ese gran moralista, doctor en Derecho civil y eclesiástico que vivió en Nápoles en el siglo XVII.
Trata nuestro santo sobre el amor a Jesucristo. Él afirma que toda santidad tiene como columna el amor, pues es en la caridad que las virtudes se unen y tornan al hombre perfecto.

En su argumentación pregunta San Alfonso: «¿Será que Dios no merece nuestro amor? Y la respuesta es profundamente bella: ¡Dios nos amó, primero! Sí desde toda la eternidad estábamos en los posibles de Dios y fuimos amados, exclusivamente: «Desde que soy Dios, Yo te amo».

El Creador sabe que los hombres son atraídos por beneficios y dones. Así creó Él el universo que canta la gloria de su Autor, esto es, cada elemento de la obra de la creación es una palabra que nos remite a Dios. Recordemos a San Agustín en las Confesiones, cuando pregunta a la naturaleza quién es Dios y como respuesta dice que todas las criaturas en grande alarido manifestaron: «Fue él que nos creó».

Ese amor no paró, ahí. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, dotándolo de un alma inmortal con inteligencia y voluntad, dentro de un cuerpo provisto de sentidos.

Pero ese amor divino no cesa. Dios Padre envió a su Hijo Unigénito, para que muriese por nosotros. Fuimos redimidos y rescatados por Nuestro Señor Jesucristo.

Ese es el lenguaje del amor: ternura, servicio y holocausto…

Ser amado por Dios, ser hijo de un Dios que nos ama y que nos amó primero, ese pensamiento me llenó de felicidad en ese día en que la Iglesia conmemora a San Alfonso María de Ligorio. (Tract. de praxi amandi Iesum Christum, edit. Latina,Romae 1909, pp. 9-14)

Por Lucas Miguel Lihue

 

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