sábado, 30 de noviembre de 2024
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Éranse dos sagrarios… de hecho, el cielo no es el límite

Redacción (Miércoles, 06-03-2019, Gaudium Press) Son dos sagrarios, de varios que van surgiendo por ahí. Uno está en una pequeña y fabulosa iglesia del litoral brasileño, el otro en un gran templo en el centro de Colombia.

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El primero atrae por sus tonos vivos, mezcla de azul marino con lila hacia el morado. Completan los colores el blanco que sirve de puerta de entrada a Dios-Hostia y de fondo a la cruz espada de oro y de plata y de destellos brillantes. Y un mármol verdoso y aveteado que constituye el fondo de las ojivas laterales, y el rosa del mármol rosa que es la base a toda la sacra edificación.

La combinación de colores con las doradas formas góticas dan la sensación de alegría atrayente, de sereno reposo mezclado con redención festiva. En su interior, el sagrario contiene a un Redentor glorioso, gaudioso y acogedor. Un sagrario que más que un relicario, es una pre-figura de un palacio del cielo empíreo.

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El sagrario de arriba ostenta una solemnidad especial conquistada por tonos más oscuros. Aunque la puerta de entrada hacia el Cristo vivo y Hostia sea también blanca, y aunque ella esté coronada por el escudo pontificio con fondo también albo, el mármol de vetas cafés y blancas y los demás fondos marrones nos presentan en su interior a un Dios-Rey consciente de su poder, de su dominio, de su majestad. Majestad que no es ceñuda sino que también florece en brillo, representado por los maravillosos destellos dorados y los verdes fulgurantes y matizados de los techos de las torres.

Es un sagrario además abundante en puntas, que indican al contemplativo que siempre arriba, incluso por encima de las maravillas, hay realidades aún más superiores, pues ni siquiera el cielo es el límite, que el ‘límite’ es Dios infinito y sin límites.

Así como la persona que entiende que esta vida no es sino una búsqueda de Dios y un ‘interiorizar’ a Dios: ella sabe que no hay en ese sentido ‘límites’, sino que a medida que vamos conociendo más, nuevos horizontes se abren; que si por una gracia de Dios nos es manifiesto el simbolismo sacro de un sagrario o de un atardecer, mañana tendremos otro atardecer y luego otro, y luego la simbología de un mar maravilloso, o la contemplación de la vida de un santo, o de un castillo como el de Saumur, que nos irá revelando cosas nuevas de la Infinitud de Dios, pues también Dios puede estar representado en un Saumur, como en una bella catedral. Porque como afirmaba Plinio Corrêa de Oliveira, el Universo entero es una espléndida catedral, donde podemos contemplar y adorar a Dios.

Por Saúl Castiblanco

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