viernes, 26 de abril de 2024
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Juan Pablo II: un prendado de la Madre de Dios y del Santo Rosario

Bogotá (Jueves, 13-05-2010, Gaudium Press) Hace 29 años, el 13 de mayo de 1981 -a casi 3 años de haber dado inicio a su pontificado-, el Papa Juan Pablo II sufrió un atentado en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, mientras saludaba a los fieles. El mismo Santo Padre señaló que sintió ser salvado milagrosamente por una mano maternal, justo en el día en que se celebraba la festividad de la Virgen de Fátima.

JPII-Rosario.jpgHoy, cuando la Iglesia conmemora esta fiesta de la Madre de Dios, y se ora el rosario de manera especial, Gaudium Press recuerda la Encíclica «Rosarium Virginis Mariae», que escribió Juan Pablo II -un enamorado de la Madre de Dios y del Santo Rosario- sobre el Rosario, el 16 de octubre de 2002, justo cuando daba inicio a su vigésimo quinto año de Pontificado, y en la que incluyó los misterios luminosos de la oración mariana.

Al iniciar la Encíclica, el Santo Padre señalaba que el Santo Rosario, en su sencillez y profundidad, «sigue siendo también en este tercer Mileno, apenas iniciado, una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad». Más adelante continuaba: «en él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor».

Una oración que lo acompañó en los momentos de alegría y de tribulación

Juan Pablo II veía en el Rosario a un fiel compañero que estuvo con él, tanto en los momentos de alegría, como en los de tribulación: «A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo», expresaba el Santo Padre en el documento, donde más adelante -recordando las palabras que pronunció un par de semanas después de su elección al trono de Pedro- dijo: «El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad (…) que nos ponen en comunión vital con Jesús a través -podríamos decir – del Corazón de su Madre».

Con estas palabras el Papa Wojtyla quiso introducir su primer año de Pontificado y -al dar inicio su año número 25 en el servicio como Sucesor de Pedro-, reiterar su gran amor por la oración mariana y por la Madre del Redentor: «Cuántas gracias he recibido de la Santísima Virgen a través del Rosario en estos años: Magnificat anima mea Dominum! Deseo elevar mi agradecimiento al Señor con las palabras de su Madre Santísima, bajo cuya protección he puesto mi ministerio petrino: Totus tuus!» -¡Todo tuyo! -, palabra que se convirtió en el lema de su Pontificado.

María como madre de todos

JPII-Rosario1.jpgEn «Rosarium Virginis Mariae», Juan Pablo II también recuerda el lugar maternal que la Virgen María ha ocupado dese siempre, mano maternal que se ha expresado en nuestros tiempos por medio de numerosos signos, tal como lo dejaba ver el Papa: «Numerosos signos muestran cómo la Santísima Virgen ejerce también hoy, precisamente a través de esta oración, aquella solicitud materna para con todos los hijos de la Iglesia que el Redentor, poco antes de morir, le confió en la persona del discípulo predilecto: «¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!»».

El Santo Padre también recordaba, a su vez, las distintas circunstancias en las que la Madre de Dios, entre el siglo XIX y XX, hizo notar su presencia y su constante invitación a recurrir al rezo del Santo Rosario, haciendo especial mención de las apariciones marianas de Fátima y Lourdes. «Deseo en particular recordar, por la incisiva influencia que conservan en la vida de los cristianos y por el acreditado reconocimiento recibido de la Iglesia, las apariciones de Lourdes y Fátima, cuyos Santuarios son meta de numerosos peregrinos, en busca de consuelo y esperanza», expresaba.

El Rosario como camino de María hacia Jesús

Concluyendo su carta, el Santo Padre hizo referencia al Rosario como «el camino de María» que lleva a su hijo amado: Jesús. Dijo que esta contemplación mariana, «de los «misterios» al «Misterio»», promueve el ideal «para abrirse más fácilmente a un conocimiento profundo y comprometido de Cristo». «Haciendo nuestras Ave María las palabras del ángel Gabriel y de santa Isabel, nos sentimos impulsados a buscar siempre de nuevo en María, entre sus brazos y en su corazón, el «fruto bendito de su vientre»», agregaba Su Santidad.

También, hizo una invitación para que todas las personas, especialmente los jóvenes, encuentren en el rezo de la oración mariana una luz de esperanza: «Pienso en todos vosotros, hermanos y hermanas de toda condición, en vosotras, familias cristianas, en vosotros enfermos y ancianos, en vosotros, jóvenes: tomad con confianza entre las manos el rosario, descubriéndolo de nuevo a la luz de la Escritura, en armonía con la Liturgia y en el contexto de la vida cotidiana».

Gaudium Press / Sonia Trujillo

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