Redacción (Viernes, 06-07-2012, Gaudium Press) Un amigo periodista, sabiendo que además de sacerdote, soy químico de profesión, me entrevistó en radio y me preguntó que si la expresión «partícula de Dios» , referida a una partícula sub atómica, más adecuadamente llamada «bosón de Higgs», no era un intento de negar la existencia de Dios y le comenté que no era así, pues incluso, quien acuñó el término de «partícula de Dios», para una novela de divulgación científica, el Premio Nobel de Física (1988), Leon Lederman, había señalado que demostrar la existencia del «bosón de Higgs» ayudaría a comprender mejor «cómo Dios hizo el universo».
La intención de los científicos europeos que dieron a conocer en Ginebra que habían comprobado la existencia de «la partícula de Dios», contando con la presencia del Doctor George Higgs, quien en los años sesenta propuso la existencia del «bosón», no es negar la existencia de Dios o distorsionar la imagen que de Él tenemos los creyentes.
Ciertamente la utilización del término «partícula de Dios», con el que también es conocido el «bosón de Higgs», a más de alguno le podría hacer pensar que Dios es materia y tiene partículas y por lo mismo es «medible» y «manipulable»; a otros les podría hacer suponer una especie de un «panteísmo», donde el conjunto del todo «hace a Dios» e incluso algunos podrían llegar a afirmar que «Dios no existe».
Contrario a esas posturas, la comprobación de la existencia de esta partícula señala como la ciencia y la fe, no están en contraposición, sino que se complementan, pues tienen como objeto común la verdad, a la cual se acercan de diversos modos. La ciencia a través de las causas segundas y la religión a través de la causa primera que es Dios. La ciencia pretende saber «le cómo», la religión nos dice «Quien».
Dios es el creador de todo cuanto existe, visible e invisible y se distingue de su creatura. Es Espíritu y por lo mismo es inmensurable, es decir no medible. Sin embargo esto no significa que no podamos reconocer su existencia a través de la razón y de la ciencia, las cuales nos proporcionan algunos datos sobre Dios. Él mismo, se autorevela veladamente en el Antiguo Testamento y plenamente lo hace en la persona de Cristo. Como un acto libérrimo de amor, se limita y toma nuestra condición humana, sin dejar de ser Dios, para redimirnos, para que lo conozcamos mejor, experimentemos su amor y sepamos que estamos llamados a la Vida Eterna; datos que conocemos porque el mismo Dios nos lo reveló por su amado Hijo, Jesucristo.
El mundo en un orden maravilloso
El orden maravilloso que encontramos en el mundo de las partículas subatómicas, así como la belleza macrocósmica de las imágenes de las constelaciones en los límites del Universo captadas por el Telescopio Espacial «Hubble» y dadas a conocer en el 2009 (http://www.youtube.com/watch?v=uagcjOIXuX8), nos hablan no sólo de un orden y una perfecta armonía, contarios al caos o al azar, sino de una mente creadora, que para los católicos es mucho más que «una mente» o «una energía», pues es persona y es nuestro Padre que se revela en la naturaleza y en cada ser humano, pues Dios mismo asume nuestra condición humana en su Hijo Jesucristo. Por lo mismo, este hallazgo científico como creyentes nos alegra, pues habla de la capacidad del hombre de escudriñar el mundo material, para conocer sus secretos y a través de ellos tener mayor número de evidencias la existencia de Dios.
El 4 de julio del 2012 para los físicos del mundo será recordado como el día en que pudieron comprobar hipótesis sobre las «partículas subatómicas» y que su visión de la «materialidad» del mundo era correcta, pues encontraron el «eslabón perdido» que le da sustento a las hipótesis que desde la segunda mitad del siglo pasado habían propuesto para explicar la manera en que las partículas subatómicas interactúan, se mantienen unidas para dar consistencia a la materia y se comportan de la manera en que lo hacen.
En 1972, junto con algunos amigos de la Preparatoria 8 de la UNAM en la que estudié, presentamos en una exposición universitaria, la figura tridimensional de un «Orbital D»; dato científico que en ese entonces era una novedad, pues después de los descubrimientos que dieron pie a la utilización de la energía atómica aún faltaba mucho por conocer sobre la constitución subatómica de la materia y su comportamiento, por lo que contaba con diversas hipótesis, como la que ahora se ha comprobado.
En general, desde la secundaria y en la preparatoria también, a todos, se nos habla de los elementos de la Tabla Periódica, de los átomos, de los protones, neutrones y electrones y quizá, cuando se estudia el proceso de vida de las plantas, se menciona a los fotones. En estudios más especializados sobre el mundo de las partículas subatómicas se habla de los «quarks» y «leptones» que son de seis variedades cada uno. Los «leptones» aparecen de manera individual y los «quarks» en pares, los cuales están unidos por «gluones». Recordemos que estos nombres se fueron dando a las partículas según se iban «suponiendo» y descubriendo.
Para explicar algunos «comportamientos de estas partículas», el científico Inglés George Higgs propuso la existencia de una partícula más a la que llamó «bosón», por lo que desde 1964, esta partícula hipotética fue llamada «bosón de Higgs». Años después, en una novela de divulgación científica, esta partícula fue denominada por Leon Lederman como «la partícula de Dios», sin ninguna connotación de tipo religioso, sino solamente analógico, con la idea de que «se sabía que existía, pero que nadie la había visto.
Por Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Rector del Templo Expiatorio a Cristo Rey
Antigua Basilica de Gudalupe
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