jueves, 28 de noviembre de 2024
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Presidente del Pontificio Consejo para la Familia advierte sobre la ausencia del padre en las familias actuales

Ciudad del Vaticano (Lunes, 25-11-2013, Gaudium Press) Una voz de alerta sobre el papel del padre en la familia actual y su progresiva erosión fue emitida por el Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, durante un encuentro realizado los días 15 y 16 de noviembre. «La ausencia, en particular la evaporación o el ocaso del padre» produce una «crisis de la alianza entre las generaciones» que afecta negativamente la transmisión de la fe.

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Mons. Vincenzo Paglia, al extremo derecho de la mesa, durante el encuentro «He recibido, he transmitido», en Roma. Foto: Pontificio Consejo para la Familia.

Citando «La Odisea», clásica obra griega, Mons. Paglia retrató la dificultad enfrentada por la familia en los tiempos actuales. «Los hijos son como Telémaco, que espera en la orilla del mar el retorno del padre», describió. Y esta problemática reemplazó los problemas familiares anteriores, caracterizados por una excesiva autoridad. «Los adultos están faltando a su cita con su responsabilidad de transmisión, de la vida, de lo humano y de la fe», resumió el Pontificio Consejo para las Familias en su reporte sobre la intervención de Mons. Paglia.

Esta visión fue profundizada por el Obispo de Novara, Italia, Mons. Franco Giulio Brambilla, quien afirmó que «transmitir la fe se ha vuelto difícil, simplemente porque ha entrado en crisis la misma generación de lo humano, la transmisión de la calidad humana de la vida». Esta falta de apertura a la vida, descrita por el prelado como un círculo vicioso, presenta en su opinión «rasgos de enfermedad».

Durante el encuentro, se analizaron los factores que generan este comportamiento, así como el núcleo de lo que podría determinar su solución. Para el sociólogo Mauro Magatti, está crisis es identificable a aquella de la adolescencia, «una idea de libertad y de poder como prepotencia y omnipotencia: ‘poder hacer todo lo que se quiere'». En su opinión, el alejamiento de Dios produce que el hombre se haga prepotente, individualista y narcisista, y por tanto, evita que llegue a la edad adulta, que requiere «volver hacia una idea de libertad como deposición, es decir, como la capacidad de ceder parte de la potencia para generar la vida».

Un llamado similar al fomento de la madurez fue hecho por Mons. Pierangelo Sequeri, quien expuso que el amor humano es entendido comúnmente «como reflejo de sí en el otro, como emoción espontánea, y por lo tanto como narcisismo». Este amor mítico calificado como «adolescente» debe dar paso a un amor propio de la edad madura, que consiste en «el redescubrimiento del trabajo del afecto, en el amor que dura».

Estas consideraciones fueron expresadas en la primera jornada del convenio interdisciplinar promovido por el Pontificio Consejo para la Familia, bajo el título: «‘He recibido, he transmitido’. La crisis de la alianza entre las generaciones».

Con información del Pontificio Consejo para la Familia.

 

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