Montilla (Sábado, 15-02-2014, Gaudium Press) Ante unos doscientos sacerdotes y seminaristas, el Cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor de la Santa Sede, ofreció una reflexión sobre la experiencia de la misericordia en la vida del sacerdote, quien es a la vez ministro y objeto de la misma. El purpurado invitó a los participantes de un curso sobre el Sacramento de la Penitencia a «redescubrir y reavivar» la «dimensión y experiencia de la Misericordia propias del Sacerdote».
Cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor de la Santa Sede. Foto. Diócesis de Córdoba. |
El Cardenal Piacenza participó de este modo en el curso: «Ministros de la Misericordia, según san Juan de Ávila», celebrado en Montilla, España, los días 13 y 14 de febrero como parte del Trienio Jubila Avilista, de la Diócesis de Córdoba. Durante su exposición, el Penitenciario Mayor recordó que «Nadie ama si no es amado», ya que «nadie puede amar verdaderamente si no parte de una experiencia sólida y profunda de amor». De igual manera, afirmó, nadie tiene capacidad real de ser misericordioso si no ha acudido primero a la misericordia de Dios.
«¡Sólo un desmemoriado es incapaz de misericordia!»
Por su naturaleza caída, el hombre debe experimentar sus limitaciones y su tendencia al pecado, explicó el purpurado. «No hay certeza de ser amados, ni solidez de la propia imagen y de la estima de sí mismo, que no deban, antes o después (preferiblemente antes), contar con el fracaso, el pecado, la traición y la consiguiente soledad», expuso el Cardenal Piacenza. «El hombre posee, en ese sentido, una «necesidad natural» de ser confirmado en el amor, en el valor del propio «yo», en el significado de la propia existencia, y tal necesidad encuentra en la misericordia la única y real posibilidad de respuesta».
«¡Podríamos decir que la misericordia es el nombre del amor, que permanece incluso frente a la traición!», afirmó el Penitenciario Mayor. «La experiencia de la Misericordia es y permanece una profunda necesidad del hombre que, a nivel de la historia de la salvación, encuentra la respuesta sólo en el rostro de Jesús, Cordero inmolado, Misericordia hecha carne para los hombres».
Ante la experiencia que todos los cristianos tienen necesariamente de la misericordia divina, el purpurado motivó la transmisión de ese don de Dios: «¡Sólo un desmemoriado es incapaz de misericordia!». En la relación que Cristo hace en el Evangelio de San Lucas de la relación entre el perdón de la pecadora arrepentida y el gran amor que ella ha demostrado, el Card. Piacenza identificó «un profundo e imprescindible vínculo entre la misericordia ‘recibida’ y la misericordia ‘ofrecida'», que constituye «una misteriosa y muy eficaz relación circular de la misericordia, que, de hecho, impide distinguir netamente las primeras de las segundas».
El Cardenal invitó a los ministros a recordar en oración las oportunidades en que ellos mismos han sido perdonados por Dios y por los hermanos, así como las oportunidades en que han podido sentirse amados a pesar de los propios errores. Esas experiencias, explicó, no son solamente humanas, sino que llevan «la huella de la gratuidad, la memoria de la libre creación y de la promesa de cumplimiento de la redención».
In Persona Christi
Los sacerdotes deben estar disponibles y ser promotores de la misericordia, afirmó el Card. Piacenza. Foto: Emilio Labrador. |
«Por el Misterio de la Encarnación, la Divina Misericordia se ha hecho ‘experimentable'», continuó el Penitenciario Mayor. «En la Santa Humanidad de Cristo, que no tiene necesidad de misericordia, pero que es toda Misericordia, brilla para los hombres y asociados a ella el Misterio oculto, pero profundamente anhelado, de Dios como Misericordia». El purpurado señaló la gracia extraordinaria del ministerio sacerdotal: «¡De esta identidad profunda de Dios, de esta «ontología divina» de Misericordia, nosotros somos, por gracia, ministros, es decir, servidores, anunciadores, custodios y administradores!».
El Card. Piacenza recordó que los sacerdotes comparten la necesidad de todo hombre de experimentar el amor, la estima y la misericordia, y la experiencia de todo bautizado de la participación de la vida divina. Sin embargo, los presbíteros tienen un invaluable privilegio: «Entre los hombres mendicantes de misericordia y los bautizados enriquecidos por la misericordia recibida, sin ningún mérito de nuestra parte, hemos sido elegidos nosotros, para llegar a ser también ‘donantes’ de Misericordia», afirmó.
«En el día de tu Ordenación sacerdotal, el Padre se ha inclinado sobre ti y te ha abrazado con la fuerza del Espíritu; con ese mismo Espíritu te ha plasmado, formando en ti y configurándote con su Hijo Jesucristo», recordó el Penitenciario Mayor. «Somos ‘Ministros de la Misericordia’ porque hemos sido hechos ‘objeto de la Misericordia’ en aquella llamada gratuita a vivir en la apostolica vivendi forma, estrechamente unidos a Jesús, renovando permanentemente la gracia del Espíritu, para la Misión. ¡Cómo se empobrecería nuestra existencia sacerdotal si no comenzáramos, cada día, del estupor por cuanto nos ha sucedido!».
Dedicación al ministerio de la misericordia
Más de 200 sacerdotes y seminaristas participaron en el curso «Ministros de la Misericordia, según san Juan de Ávila». Foto. Diócesis de Córdoba. |
El Cardenal invitó a tomar conciencia de esa gracia para ser promotores de la misericordia de Dios y dedicar tiempo y esfuerzo para ejercer el ministerio sacramental. «De hecho sería una gran traición a los hombres – y sobre todo a los más jóvenes y a los más frágiles – estimular la petición de misericordia, que es petición de Cristo, y después no estar disponibles a acompañar concretamente en una experiencia real de ese tipo».
La fidelidad a los horarios de Confesión, la preocupación para guiar hacia ese Sacramento a quien lo necesita y la predicación de la importancia de acudir a la misericordia se producen naturalmente del ministro que experimenta la misericordia de Dios. «¡Quien ha encontrado a Cristo, quien ha sido tomado por Él y configurado con Él, quien ha sido herido por la Belleza de Cristo, no puede pedir incesantemente otra cosa que esta Belleza no termine jamás y que este Encuentro sea para siempre! La Misericordia es la condición del «para siempre», expresó el Cardenal Piacenza.
«Queridísimos hermanos, somos ministros de la Misericordia porque somos objeto de la Misericordia, donamos lo que nos ha sido donado, conscientes de nuestros límites, pero llenos de confianza en la Omnipotencia de Dios y en Su permanente Voluntad salvífica», concluyó el purpurado, quien encomendó este ministerio sacerdotal a la Santísima Virgen, Reina de la Misericordia.
Con información de Diócesis de Córdoba.
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