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Sídney (Jueves, 02-06-2016, Gaudium Press) La Solemnidad de Corpus Christi marcó el retorno del Arzobispo de Sídney, Australia, Mons. Anthony Fisher, a una celebración pública en la Catedral. El prelado padece una grave afección muscular desde Navidad de 2015 y ha debido someterse a un intenso proceso de rehabilitación en el cual ha dado un notable ejemplo de paciencia y esperanza cristianas.
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| Mons. Anthony Fisher, durantela celebración de la Eucaristía de Corpus Christi. Foto: Arquidiócesis de Sídney. |
«Es una gran alegría para mí estar de vuelta, viviendo en la Catedral y ahora celebrando la Eucaristía aquí con ustedes», exclamó el Arzobispo, quien fue recibido con júbilo por parte de los creyentes, quienes lo felicitaron al verlo caminar de nuevo en la procesión de entrada de la Liturgia. El logro del prelado no es pequeño, ya que el Síndrome de Guillain Barré que padece causa una parálisis por debilitamiento de la mayoría de los músculos del cuerpo, por lo que tuvo que dedicarse de manera intensiva a recuperar paulatinamente su movilidad.
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| El Arzobispo aún avanza en su recuperación del síndrome de Guillain Barré. Foto: Arquidiócesis de Sídney. |
«Por la gracia de Dios en respuesta de las oraciones de tantas personas y mediada por los mejores profesionales de la salud, he hecho grandes progresos hacia una plena salud desde que caí gravemente enfermo en Navidad», relató Mons. Fisher. «Todavía tengo alguna distancia qué recorrer y seguiré apoyándome en su cuidado y paciencia hacia mí».
La Eucaristía contó con la presencia de numerosos líderes de la comunidad católica local y representantes de organizaciones católicas, así como autoridades civiles y miembros del cuerpo médico que lo atendió. En su homilía, Mons. Fisher relacionó sus vivencias durante su enfermedad con la necesidad de los creyentes de acogerse a la gracia y misericordia de Jesús en al Eucaristía y en su Cuerpo Místico: la Iglesia. «Una razón por la cual regresamos a la Eucaristía es que podemos ser apoyo y recibir el apoyo mutuamente, como una comunidad de santos y pecadores, esperamos que pecadores que se están santificando», explicó. «Sólo en caso de que todavía no lo comprendamos, todavía no sepamos qué tan total es Su amor por nosotros, Él nos da Su Cuerpo roto y su Sangre de vida, de forma que Su sustancia sea parte nuestra. Los antiguos pensaban que nadie podía ver el rostro de Dios y vivir. Pero nuestro Dios es tan íntimo con nosotros que lo podemos recibir no sólo como un pensamiento en nuestras mentes o una imagen en nuestros ojos sino en toda Su realidad, en nuestros propios cuerpos y vidas».
Con información de Arquidiócesis de Sídney.
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