martes, 19 de marzo de 2024
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"Es mi deseo que este templo sea un refugio de oración, de conversión, de reparación"

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San Pablo (Viernes, 19-10-2018, Gaudium Press) La bendición y dedicación del Oratorio de Nuestra Señora de Fátima de los Heraldos del Evangelio, en Nueva Friburgo, Brasil, fue celebrada por Mons. Edney Gouvêa Mattoso, obispo de Nueva Fribrugo. La ceremonia realizada el pasado 13 de octubre, fue escogida en homenaje a la última aparición de Nuestra Señora en Fátima.

La solemne celebración contó con la presencia de innúmeros sacerdotes de la Sociedad Clerical de Vida Apostólica de Derecho Pontificio Virgo Flos Carmeli y del Clero Diocesano; también estuvieron presentes autoridades civiles y militares.

El Fundador de los Heraldos del Evangelio, Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, imposibilitado de estar físicamente presente en el acto, envió un mensaje que fue leído al final de la bella celebración:

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«No queráis engañaros, mis hermanos muy amados. Toda la dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto y desciende del Padre de las luces» (St 1, 17). Con estas palabras San Santiago deja consignado en su epístola un principio sobrenatural que bien ilustra, da norte y torna plena la alegría de los que hoy acudieron a la solemne ceremonia de dedicación de una iglesia más de los Heraldos del Evangelio, esta vez en la ciudad de Nueva Friburgo.

Contemplar este edificio erigido para el culto según el estilo propio al carisma de los Heraldos apunta a una realidad que bien merece ser considerada en esta fecha por nuestros corazones agradecidos: la cantidad de gracias que desde la colocación de la piedra fundamental hasta hoy fueron derramadas sobre este lugar, para que se llegase a la conclusión de la obra.

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Si los ojos de todos pudiesen comprobar de manera sensible la asistencia celestial que acompañó cada paso del emprendimiento, ciertamente verían cuánto los Ángeles actuaron con incansable perseverancia orientando el trazado de los planos, inspirando el diseño de las formas, la elección de los colores, la ejecución de todas las etapas. Pero, sobre todo, encendieron ellos en las almas el deseo de llevar a término, más allá de todas las dificultades, este verdadero estandarte de la victoria de María clavado en las montañas friburguenses. Hoy sin duda estamos delante de una «dádiva buena», un «don perfecto» que nos vino del «Padre de todas las luces» por intermedio del más magnífico rayo de todos sus fulgores: ¡el purísimo Corazón de María, aquí glorificado bajo la invocación de Nuestra Señora de Fátima!

Es mi deseo que este templo sea un refugio de oración, de conversión, de reparación. Que la oración fervorosa de mis hijos e hijas delante del Santísimo Sacramento conquiste la apertura del Cielo para un torrente de favores divinos, como nunca antes se conoció en la historia de los Heraldos del Evangelio desde que iniciaron sus actividades en Nueva Friburgo. Que la intensa vida de la gracia que se desarrollará a partir de la iglesia atraiga numerosas almas al cambio de vida, conformándolas en todo con la Ley de Dios. Y, por último, que el abandono al que la Virgen de Fátima tantas veces fue relegada por los hombres, reciba eximia reparación gracias al amor, al sacrificio y a la gloria que aquí le será tributada.

En la imposibilidad de estar físicamente presente en esta ocasión aseguro mi proximidad espiritual y unión con los designios de la Providencia sobre esta nueva casa de Dios y puerta del Cielo, donde coloco mi mirada paternal y dejo para siempre mi bendición.

In Iesu et Maria,

Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

 

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