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Papa propone las Bienaventuranzas como meditación previa a JMJ Cracovia2016

Ciudad del Vaticano (Jueves, 06-02-2014, Gaudium Press) Hoy fue hecho público el Mensaje del Papa Francisco preparatorio a la 29ª Jornada Mundial de la Juventud Cracovia 2016.

«Para marcar nuestro camino, quisiera reflexionar con vosotros en los próximos tres años sobre las Bienaventuranzas que leemos en el Evangelio de San Mateo (5,1-12). Este año comenzaremos meditando la primera de ellas: ‘Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos’ (Mt 5,3); el año 2015: ‘Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios’ (Mt 5,8); y por último, en el año 2016 el tema será: ‘Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia’ (Mt 5,7)», expresa el Papa al inicio del mensaje.

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Foto: Radio Vaticano

El conjunto de las Bienaventuranzas es un camino de vida propuesto por Jesús, un camino «que Él mismo es», «el camino del amor, el único que lleva a la vida eterna. No es un camino fácil, pero el Señor nos asegura su gracia y nunca nos deja solos. Pobreza, aflicciones, humillaciones, lucha por la justicia, cansancios en la conversión cotidiana, dificultades para vivir la llamada a la santidad, persecuciones y otros muchos desafíos están presentes en nuestra vida. Pero, si abrimos la puerta a Jesús, si dejamos que Él esté en nuestra vida, si compartimos con Él las alegrías y los sufrimientos, experimentaremos una paz y una alegría que sólo Dios, amor infinito, puede dar».
Esta «propuesta de vida» presentada por el Redentor en el sermón de la montaña es un «gran desafío para la fe» que Jesús propone también a los jóvenes, que deben responder como lo hizo Simón Pedro cuando contestó » ‘Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna’ (Jn 6,68). Si sabéis decir ‘sí’ a Jesús, entonces vuestra vida joven se llenará de significado y será fecunda», dijo el Pontífice.

«¿Qué significa «bienaventurados» (en griego makarioi)?», se pregunta el Papa para ilustrar con su respuesta a los jóvenes.

«Bienaventurados quiere decir felices. Decidme: ¿Buscáis de verdad la felicidad? En una época en que tantas apariencias de felicidad nos atraen, corremos el riesgo de contentarnos con poco, de tener una idea de la vida ‘en pequeño’. ¡Aspirad, en cambio, a cosas grandes! ¡Ensanchad vuestros corazones! Como decía el beato Piergiorgio Frassati: ‘Vivir sin una fe, sin un patrimonio que defender, y sin sostener, en una lucha continua, la verdad, no es vivir, sino ir tirando. Jamás debemos ir tirando, sino vivir’ (Carta a I. Bonini, 27 de febrero de 1925). En el día de la beatificación de Piergiorgio Frassati, el 20 de mayo de 1990, Juan Pablo II lo llamó ‘hombre de las Bienaventuranzas’ (Homilía en la S. Misa: AAS 82 [1990], 1518). Si de verdad dejáis emerger las aspiraciones más profundas de vuestro corazón, os daréis cuenta de que en vosotros hay un deseo inextinguible de felicidad, y esto os permitirá desenmascarar y rechazar tantas ofertas ‘a bajo precio’ que encontráis a vuestro alrededor».

El joven que quiera alcanzar la felicidad se nutre de Jesucristo. «Los jóvenes que escogen a Jesús son fuertes, se alimentan de su Palabra y no se ‘atiborran’ de otras cosas. Atreveos a ir contracorriente. Sed capaces de buscar la verdadera felicidad. Decid no a la cultura de lo provisional, de la superficialidad y del usar y tirar, que no os considera capaces de asumir responsabilidades y de afrontar los grandes desafíos de la vida».

Acerca de la primera bienaventuranza propuesta como meditación anterior a Cracovia 2016, el Papa recordó el significado de la palabra pobre: «El adjetivo griego ptochós (pobre) no sólo tiene un significado material, sino que quiere decir «mendigo». Está ligado al concepto judío de anawim, los ‘pobres de Yahvé’, que evoca humildad, conciencia de los propios límites, de la propia condición existencial de pobreza. Los anawim se fían del Señor, saben que dependen de Él. Jesús, como entendió perfectamente santa Teresa del Niño Jesús, en su Encarnación se presenta como un mendigo, un necesitado en busca de amor. El Catecismo de la Iglesia Católica habla del hombre como un ‘mendigo de Dios’ (n.º 2559) y nos dice que la oración es el encuentro de la sed de Dios con nuestra sed (n.º 2560)».

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