Las pantallas han contribuido considerablemente al bienestar de las sociedades desarrolladas, pero no podemos ignorar los riesgos a que nos alertan los especialistas.
Redacción (24/01/2021 09:46, Gaudium Press) La no presencialidad en escuelas y colegios, la falta de universalización de la tecnología -tanto en aparatos como en conexiones-, la deserción escolar por motivo de la crisis económica, la dificultad atencional de los alumnos en las clases virtuales, los problemas psicológicos de docentes, como también de alumnos, al no socializar con otros, son algunos de los aspectos que, incontables especialistas han manifestado a través de los medios de comunicación y redes sociales.
Dificultades que se están encontrando a consecuencia de las restricciones que ha producido la pandemia que vivimos. Circunstancia que podrá demorar más o menos tiempo, pero que ha realzado el polémico tema de la enseñanza virtual y sus serias dificultades.
Uno de los puntos más indicados es la ruptura del relacionamiento docente-alumnos, vínculo esencial del eslabón enseñanza-aprendizaje.
El profesor universitario peruano, Juan Francisco Baldeón, afirma que las clases virtuales tienen la dificultad de una respuesta “no verbal” de parte de los alumnos, pues: “Los sentimientos y emociones de los estudiantes al explicar un tema se perciben en el rostro. Cuando no entiende, el docente lo mira. Uno ve la sonrisa, el enojo, o preocupación. Y uno tiene que volver a repetir en la clase. Y hay una cuota de sentimientos” (BBC News Mundo, 11-11-2020).
Otro problema, destacado por muchos, es que los educandos, al no poseer espacios adecuados, están sujetos a distracciones, ruidos, la comodidad de su hogar, que repercuten en el nivel de atención y en la motivación al estudio. Ya resultaba difícil que presten atención en las clases presenciales, cuanto mayor estando frente a una pantalla.
Los efectos están a la vista, la psicóloga salvadoreña Karla Interiano, comenta que muchos – docentes, alumnos, padres – fueron afectados en esta etapa de “educación virtual”, en su estabilidad emocional: “se observan síntomas de estrés, ansiedad, angustia, vulnerabilidad en los estados de ánimo de niños, jóvenes y adultos, problemas de sueño o desequilibrios alimenticios, que de alguna manera han incidido en su calidad de vida”.
Polémica fue la afirmación del presidente de la Asociación de Colegios Privados de El Salvador, don Javier Hernández: “La atención en línea no logra llegar a los niveles mínimos necesarios en términos de calidad educativa”.
Algunas consecuencias del desenfreno digital
Así nos adentramos en el entrechoque del papel y la pantalla, el lápiz y el teclado.
Michel Desmurget, neurocientífico del Instituto Nacional de Salud de Francia, afirma que el desenfreno digital que se vive, está arrasando el lenguaje, la concentración, la capacidad de memoria, la creatividad, la cultura. Hay una “disminución en la calidad y cantidad de interacciones intrafamiliares, disminución del tiempo dedicado a otras actividades más enriquecedoras (tareas, música, arte, lectura, etc.), interrupción del sueño, que se acorta cuantitativamente y se degrada cualitativamente, sobreestimulación de la atención, lo que provoca trastornos de concentración, aprendizaje e impulsividad; subestimulación intelectual, que impide que el cerebro despliegue todo su potencial; y un estilo de vida sedentario excesivo que, además del desarrollo corporal, influye en la maduración cerebral” (BBC News Mundo, 28-10-2020).
Controvertido tema el de la enseñanza virtual vs. Presencial. Cada vez más científicos entran a atizar la disputa, si bien que, no pocas veces, es desteñida por intereses de tipo político o ideológico y como no podría dejar de ser, económicos.
Bien sabemos cómo internet ha conmovido el mundo de la educación y de la sociedad por completo, al ofrecer comunicación sin límites, instantánea, permanente; pero, dando lugar a irreparables consecuencias: pérdida de la capacidad de atención, de la memoria -todo está en el aparatito, ya no almacenamos más en nuestras mentes las informaciones a que estamos expuestos- y de la realización de multitareas, dando lugar a las conocidas distracciones durante los momentos de aprendizaje. Omnipresente, internet, es la ventana al mundo virtual a través de la pantalla.
Ha quedado para el pasado el esfuerzo de indagar en “su memoria”, se recurre cómoda y perezosamente directo a internet, dependiendo de un factor externo. El psiquiatra alemán Manfred Spitzer, en su famoso libro “Demencia digital” (2013), afirma que, al ir delegando las tareas de conocimiento a internet, se va entregando el control de su comportamiento y sus actividades mentales a una como que memoria centralizada. No se percibe que, una cosa es el acceso a la información (“efecto Google”), otra es retenerla en “su memoria”, después de haber entendido.
“¿Tiempos difíciles? La digitalización de la enseñanza”, es el título de un excepcional trabajo de maestría en la Facultad de Educación de la Universidad Internacional de La Rioja, España, del Lic. Pedro Lara Astiaso (2017). Con abundantísima bibliografía en áreas de la biología, neurociencia, psicología cognitiva y pedagogía, llega a sorprendentes conclusiones sobre las secuelas desfavorables para la comprensión lectora, la memoria, la atención y la metacognición.
Introduciéndose en el entrechoque de los llamados “tecnoevangelistas” y los “tecnoescépticos” responde con especial claridad a: ¿lápiz o teclado?, ¿pantalla o libro?: “El cambio del papel o bolígrafo a pantalla, ratón o teclado, conlleva diferencias diversas y muy significativas en cuanto a la motricidad de la escritura. En la escritura manual, el que escribe concentra su atención visual en la punta del bolígrafo mientras lo hace. Cuando escribe con teclado, sin embargo, la atención visual está desligada de la acción motriz, es decir, del tecleo”. Además, considerando el copiar, cortar, pegar, autocorregir, etc., afirma que todo tendrá “efectos negativos en los procesos de aprendizaje”, especialmente “en su memorización”.
Discurriendo de cómo “los dispositivos digitales ahorran espacio, tiempo y esfuerzo físico, sin perder contenido alguno”, demuestra cómo la cosa es más compleja. “El cerebro trata a las letras como objetos físicos”, percibe un texto “en forma similar a como percibe un paisaje”. Por el contrario, “los soportes digitales tienen efectos perjudiciales para la comprensión lectora”, además de ir conduciendo al, “estrés, cansancio y déficit en la memoria de trabajo”.
En su largo y sustentado trabajo de tesis, reconociendo que “las pantallas tienen muchas ventajas”, “han contribuido considerablemente al bienestar de las sociedades desarrolladas”, pero no podemos ignorar los riesgos a que nos alertan los especialistas. Recuerda que “demuestran las investigaciones, que el papel es insustituible para la enseñanza”.
Como si escribiese para los días de hoy recuerda que: “cada ciclo – escolar – comienza con grandes promesas de las empresas tecnológicas sobre las posibilidades educativas del producto”. Lo fueron -a través del tiempo- las películas, los radiocasetes, la televisión, el vídeo, el ordenador, el proyector, la pizarra digital y las tabletas. “No obstante, en los colegios, no se produce progreso académico alguno”.
Que esta situación de virtualidad en la enseñanza no se extienda post pandemia. Ya se están sintiendo las consecuencias. No es la pantalla lo que ayuda al desarrollo de los niños y al crecimiento de los adolescentes. Virtualmente no hay interacción humana, no se corre, no se manipula, no se ve la realidad del mundo que los rodea. Toda educación tiene que ser humana. Necesitan de…la mirada de sus educadores.
(Publicado originalmente en La Prensa Gráfica de El Salvador, 24-01-2021)
Por el P. Fernando Gioia, EP
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