miércoles, 27 de noviembre de 2024
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Julio, mes de la Preciosíma Sangre de Cristo

Pío IX creó la fiesta de la Sangre de Jesús.

Cristo flagelado 2

Redacción (01/07/2021 07:54, Gaudium Press) En todo el mes de julio la Iglesia festeja a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

En la primera guerra italiana de independencia, en 1849, Pío IX tuvo que exiliarse en Gaeta, y allí fue con el superior general de los Padres de la Preciosa Sangre, Don Giovanni Merlini, quien le sugirió que creara una fiesta universal a la Preciosa Sangre de Cristo para que se acabase la guerra. Así, el 10 de agosto de 1849, Pío IX proclamó que el primer domingo de julio se dedicaba a la Preciosa Sangre. Luego San Pío X determinó que esta se celebraría el 1 de julio.

Tras reformas conciliares, la fiesta se eliminó del calendario, pero se creó una Misa votiva que se puede celebrar en este mes. No obstante, tradicionalmente la Iglesia continúa a celebrar en todo el mes de julio a la Preciosa Sangre de Jesús.

Conmemoramos pues en estos días la efusión de la sangre de Cristo, sangre que nos salvó y que debe ser adorada pues hace parte de su Persona Divina.

Adorar su sangre nos recuerda todo su sacrificio, y también nos pone de presente hasta donde puede llegar la maldad del hombre cuando se aleja del camino de Dios. Así como fue derramada la sangre de Abel, fue derramada la sangre del nuevo y perfecto Abel, sangre que venía de la sangre de María Santísima, sangre que estaba unida hipostáticamente a la divinidad.

Decía el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, que así como cuando es pisada la uva ella exhala su jugo con el cual se hacen preciosos vinos, la sangre de Cristo fue exhalada fruto de la violencia deicida, que lo hizo sudar sangre, lo flageló, lo coronó de espinas, lo clavó en la cruz y sacó sus últimas gotas con la lanza de Longinus. Pero Dios, que podía haber tomado venganza contra los hombres por haber derramado su sangre, usó esta como el vino precioso que regenera a sus propios verdugos, que les da la vida eterna: Quien no come su carne y bebe su sangre no tiene vida. En cambio “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”.

Celebrar a la sangre de Cristo es también la ocasión de un examen de conciencia, porque no solo los verdugos y Longinus derramaron la sangre de Cristo sino todos nosotros con nuestros pecados. Meditar en la sangre de Cristo es también meditar en cuanto costó nuestra salvación, la sangre de todo un Dios, y pedir a Dios por la efusión de su sangre, que nos dé fuerzas para llevar una vida verdaderamente cristiana, para que no sigamos derramando su sangre, sino que la aprovechemos para alcanzar la vida eterna.

Con información de Aleteia

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